Tribuna
El corazón de Tarragona
Regidora de Voluntariat de l’Ajuntament de Tarragona
En el corazón de cada persona late una vocación a la libertad que debe ser desarrollada a lo largo de su vida. Esa llamada, que es a su vez fuerza, y que empuja a la persona a vivir continuamente experimentando la grandeza de escoger cómo quiere vivir, alcanza su plena expresión cuando cada elección va ligada a la verdad sobre uno mismo y sobre los demás.
En efecto, la libertad es, junto con el conocimiento de la realidad, el tesoro que nos ayuda indiscutiblemente a crecer como personas. Desde la libertad y a través de ella puede cada ser humano ir modelando su intimidad para ser cada día mejor, más persona, más humano. El yo irrumpe con fuerza en cada elección, extraordinaria o aparentemente nimia, y ese mismo yo recibe, de cada elección libre, el impulso para seguir conociéndose y conociendo al mundo, y al mismo tiempo para escoger una y otra vez su camino.
La libertad, pues, es la llave que nos abre la puerta del crecimiento personal, y con ello sustenta como un pilar recio y discreto el desarrollo de la vida social. Por eso, cada día se llena de pequeñas o grandes elecciones libres que hacen que el entramado social vaya tomando cuerpo. Sólo desde la libertad pueden entenderse tantos y tantos actos de servicio cuya finalidad es auxiliar, asistir, amparar, socorrer, apoyar, proteger, defender, sostener y aliviar a los demás, próximos o lejanos.
El voluntariado es una clara expresión de la libertad personal ejercida para el mejor de los fines, que es la entrega generosa al otro, pues surge de la decisión libre de poner a disposición de quienes los necesitan nuestro tiempo, nuestras cualidades, nuestras habilidades, nuestro saber, nuestro saber hacer, nuestro querer, nuestro querer querer.
El voluntario es capaz de conocerse a sí mismo, escoge crecer interiormente a base de regalarse a los demás, y opta por poner ese yo al servicio de causas que merecen la pena. Esta dedicación al otro tiene sin duda un impacto positivísimo en la urdimbre social, pues las sociedades se desarrollan a mi juicio, más que por la acción política o por el trabajo intelectual o mediático, por el bastidor que se forja con la suma de actos de servicio desinteresados, desinteresados pero plenamente libres. El voluntario enriquece su entorno, y a su vez se enriquece con esta ligazón personalísima que establece con el mundo, involucrándose en la defensa de aquello que considera valioso: infancia, juventud, tercera edad, familia, personas con diferentes capacidades, personas sin hogar, personas con adicciones, personas inmigrantes o refugiadas, salud, educación, cultura, deporte, medio ambiente y ecología, comercio justo, socorro y emergencias, por mencionar sólo algunas esferas de actuación.
Como concejal de Voluntariado tengo el privilegio de conocer, de primera mano, multitud de iniciativas de voluntariado individuales, corporativas así como aquellas canalizadas a través de asociaciones, pero sobre todo, tengo el privilegio de conocer voluntarios que desarrollan una labor espléndida, escondida y fecunda, sin otro ánimo que de trabajar codo a codo con otras personas para dejar un rastro de paz y alegría en el mundo. Ellas y ellos son, sin duda, una de las riquezas de Tarragona.