Diari Més

Tribuna

Carrers amoïnats

Exregidor de Cultura de l’Ajuntament de Tarragona

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No soy aficionado a los toros, tampoco antitaurino, con simplicidad e ignorancia, tras ver dos corridas concluí que el toro está en inferioridad de condiciones ante su batalla. Dicen que ha sido criado para guerrear, posee fuerza y valor, su arma son los cuernos. Sale desorientado, no conoce el terreno, arremete contra lo que se mueve, no logra abatir al torero, que sabe más que el y lo engaña con la movil capa. Ve un caballo al que puede cornear, al intentarlo recibe una punzada terrible. Tras varias embestidas al vacío del torero, aparece por duplicado alguien inalcanzable que le clava una terrible serie de flechas y para rematar, sin posibilidad de defenderse, dolido, cansado y abatido, su enemigo le hinca una o varias estocadas. Herido gravemente, desfallecido se resiste a morir cuando recibe una daga final.

¿A qué viene este relato? No quiero ofender a nadie, sólo es una parábola, disculpen el atrevimiento, se asemeja a lo ocurrido a las calles Unió y Apodaca. Eran fuertes, luchadoras, céntricas, poderosas. Partían de la plaza Los Carros conducíendo el trasiego de propios y extraños hasta la Rambla y ofrecían excelente oferta comercial. Junto a la parte baja no recibieron del Ayuntamiento –tenía otras prioridades– el cuidado y reformas merecidas.

Desorientadas, desatendidas, inermes y desvalidas, recibieron dos dolorosas banderillas –no dudo de la correcta intención, mejorando la Escuela de Idiomas y el Palacio de Congresos– en forma de escaleras mecánicas de consecuencias negativas, obviamente evitaban el paso comercial hacia la playa y viceversa por ambas calles. Pero no era suficiente, el plato fuerte lo ofrece el Puerto –aportación que la ciudad agradece– construyendo la pasarela, que desde el centro facilita el acceso directo a la playa. Estocada final, porque el consistorio no considera mejorar nada en ellas, ni en la parte baja y menos fracasada la venta de patrimonio.

Es muy preocupante comprobar cuantas cosas necesarias para la ciudad están en el baúl de los recuerdos.

¿Confiando del maná de los Juegos?

Deseo fervientemente que sean exitosos comercial y deportivamente, ya en su desarrollo evitemos lo de Almería, que se sabe de su celebración por los millones que vertió el gobierno central.

El purgatorio de ambas calles a los jóvenes les parecerá extraño, desconocen su importancia de antaño. Resolveré sus dudas: Eran los años cuarenta, el guardia urbano cubierto con su salacot ordenaba el tránsito en el cruce de Unió (Hermanos Landa) y la Rambla. Mirando hacia abajo dominaba esa arteria comercial, de inmediato la Óptica Budesca, fundada en 1897 y seguía la calle pletórica de tiendas, ramillete de comercios, sólo mencionaré algunos: El prestigioso Teledino Radio. La linda bolsos Cots, protagonista de la pel·lícula Arribada forzosa. Carmelitas Descalzas, mi colegio hasta los ocho años. Farmacia Sanromá, recurso vecinal para curas sencillas. Fotógrafo Canadell.

Cuchillería Lamas. Calefacción y Lamparas Clanchet. Pastelerías Palau y Mallorquina. Radio Tarragona, 24 años auditorio acogedor de Teatro Atenea. Bodegas Martínez, prestigioso ultramarinos, elaborador del popular champán Tulcis. Seguían Ferretería Socias, Librería Escolar, Almacenes Marsol. Garage Segarra. La Iglesia San Juan, entierros compartidos y acompañados hacia la Rambla por todos los asistentes. ¡Alegría¡ deleite de niños, desfilaba la cabalgata de Reyes, aceras repletas de tarraconenses. Media Luna y vigorosa calle Apodaca, Tejidos Valencia, Pastelería Viver, «Viverins, que bons, que fins» destacada continuación de tiendas y servicios. Consignatarios de barcos. Banco Mercantil de Tarragona. Wintentur, Sociedad Suiza de Seguros y al final el restaurante Miramar y su Nido de Arte.

Con el fin de documentar este artículo, el pasado miércoles 13 de junio decidí recorrer ambas calles. Once de la mañana, lo más cercano a la Rambla ya demostraba su falta de viandantes, resistían algunas tiendas, a medida que iba bajando, como a una dentadura faltada de piezas, iban apareciendo locales cerrados y declive de personal, tristeza y falta de clientela, de pronto el gran solar repreto de hierbajos. Evidente deterioro comercial –recordé aquel 1990, durante mi corto paso por Cultura ya se evidenciaba un ligero declive comercial. Previa pavimentación de la calle organicé el primer concurso Bajada de trastos rodantes, para rematar propuse que los alumnos de la Escuela de Arte realizaran un mural, es decir, un «pavimental» artístico en toda la calle.

También resultó, fueron sólo dos chispazos hasta la media luna. Entrar a la calle Apodaca, terrible espectáculo comercial, practicamente todos los locales cerrados. La Viver milagrosamente resistente, ofuscado no vi ninguna más hasta llegar a la plaza de los Carros.

Desolado, creo que me crucé con siete personas, es un desierto, siendo día laboral pude cruzar de un lado a otro de la calle sin temor, durante todo el trayecto pasó un solo coche. Sin ánimo de contar calculo que la espléndida calle debe tener noventa locales cerrados, abandono total excepto dos o tres que resisten, pero vacíos de clientes. Percibí el drama comercial, económico, familiar y moral de aquellos ilusionados que abrieron su tienda. Repleto de tristeza decidí volver por la larga calle Smith, estimada porque en el número tres viví los tres primeros años de mi vida. Otro barco a la deriva, desde el principio hasta la plaza Infants, peor que Apodaca, mareado y cansado creo que solo conté dos tiendas, el resto cerrado, tapiado y sucio. Egoísta y majadero quise resarcirme subiendo por la solidaria escalera mecánica. No se puede predecir nada, no funcionaba.

Nefasto retrato de la parte baja de la ciudad. Surge la inevitable pregunta ¿Se podía evitar? Opino que mejorarla y resucitarla de forma sencilla: Hace diez años, en lugar de ofrecerles la Rambla – el propio Ayuntamiento ya lo prohibió el año 1916– si se hubiera situado el mercadillo en la plaza de los Carros y alrededores, que también es centro, su clientela hubiera acudido igual.

Por supuesto, relegando el olvido, presupuestar sencillas mejoras urbanísticas. Ayer, en proceso místico quise probar suerte y narré esta preocupante cuestión a los Apóstoles y Profetas que acompañan la puerta principal gótica de la Catedral.

Se quedaron de piedra.

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