Tribuna
La «banda» de Sánchez o la descalificación com método
Federación del PSC del Camp de Tarragona
«La banda de Sánchez no se ha puesto de acuerdo en repartirse el botín», esta es la valoración (por llamarla de algún modo) del máximo líder de Ciudadanos, Albert Rivera, refiriéndose a quien hoy es el presidente constitucional de España y al partido que, legítimamente, acaba de ganar las elecciones generales, europeas, regionales y municipales: el Partido Socialista.
Hay, en nuestra dinámica política actual, una peligrosísima tendencia (que ya inició el independentismo cuando decidió bautizar a todos los catalanas y catalanes que no estamos por la secesión como botiflers –léase: traidores–) en descalificar, insultar, menospreciar, estigmatizar a aquel que no está de acuerdo con nuestros postulados. Esta persona, pues, en lugar de ser alguien que discrepa de nuestras opiniones pasa a ser un considerado como un «enemigo», un «peligro para el país», un «felón» –según inigualable concepto recuperado por el líder del PP, Pablo Casado, de las páginas del capitán Trueno–. De aquí solo queda ya un paso hasta el invento de «la banda de Sánchez», que según la concepción del señor Rivera no es alguien que acaba de ganar las elecciones generales democráticamente a gran distancia de la segunda fuerza política, no, sino que es una especie de amalgama mafiosa sin principios morales unida tan solo por la argamasa de repartirse un «botín» con los unos presuntos delincuentes. Y todo ello acompañado por los gestos, digamos, sicilianos de Inés Arrimadas desde su escaño parlamentario. ¿Dónde vamos con ese nivel de intransigencia, de desprecio absoluto hacía aquellos que, legítimamente, no queremos ver un ejecutivo de PP-Ciudadanos-Vox en el poder? El Partido Socialista consiguió 7’5 millones de votos (de los cuales un millón en Catalunya) en las recientes elecciones generales señor Rivera... ¿son, según usted, «cómplices de la banda que quiere repartirse un botín»? Un poco de respeto, ¡por favor! Un mínimo de decoro, un mínimo…
Pero este menosprecio no es exclusivo de la derecha, también tiene su equivalente en la extrema izquierda que parece tener como único objetivo bloquear un gobierno con presidente socialista. ¿Exagero? Lamentablemente no. Y cito los hechos objetivos: El presidente Pedro Sánchez planteó primero un acuerdo de legislatura basado en un acuerdo programático progresista, feminista y ecologista con Podemos. Y Pablo Iglesias dijo no. Luego se planteó un gobierno de cooperación con la participación de miembros de Podemos en la administración general del Estado. Y Pablo Iglesias dijo no. Hace un mes se propuso, nuevamente, un acuerdo que suponía la entrada de profesionales de reconocido prestigio propuestos por Podemos en el consejo de ministros. Y Pablo Iglesias, ¡oh sorpresa!, dijo no. Finalmente, en la buscada sincera de un acuerdo de gobierno que pusiera en marcha la agenda social que el país necesita, se ofreció a Podemos un gobierno de coalición donde esta fuerza política tenía una vicepresidencia y tres ministerios sociales. ¿Y qué dijo el señor Iglesias? No, no y no. Y no solo dijo «no», dijo incluso que la oferta era «humillante». Hombre, como todo en la vida se podrá estar de acuerdo o no pero considerar «humillante» una propuesta política que suponía gestionar los ministerios de Sanidad, Vivienda, Igualdad, Pobreza Infantil, etc muy «humillante» no parece, la verdad. A no ser, claro, que todo sea una excusa para decir «no» a un presidente socialista y a la implementación real de un programa de izquierdas. Pero a pesar del bloqueo de Podemos y de las descalificaciones de Ciudadanos los y las socialistas no nos resignamos. Al contrario, doblaremos los esfuerzos para lograr un acuerdo que garantice cuatro años de gobierno de progreso para todos y todas. Volveremos a presentar una propuesta abierta para alcanzar un acuerdo programático vinculado con la sociedad civil (asociaciones feministas y ecologistas, agentes sociales, interlocutores del tercer sector, etc.) Estamos convencidas y convencidos que es la mejor fórmula para afrontar los retos que como sociedad tenemos y para superar el bloqueo que, irresponsablemente, algunos han decidido implementar para lograr así aquello que no lograron en las urnas. Queremos un gobierno progresista, feminista, ecologista que sea capaz de garantizar la convivencia y de liderar los cambios que el país necesita para avanzar. Con dialogo y sin imposiciones. Este es el mandato que salió de las urnas el 28-A tanto en Tarragona, como en Catalunya, como en el conjunto de España.
Volveremos a tender la mano con honestidad para construir los consensos que requerimos como país, con generosidad. Eso sí, no a cualquier precio. Y, sobre todo, lo haremos con respeto, sin insultar a nadie, con humildad pero también firmes en nuestra voluntad de llevar a buen puerto la ilusión y la esperanza que millones de catalanes y españoles expresamos en las urnas el 28 de abril.