Tribuna
El Estado opresor
Exsenador y diputado del Partido Popular
El estado opresor es la cancioncilla que ya nos tienen acostumbrados los independentistas y algún que otro partidario del régimen de Venezuela. La verdad es que no deja de sorprenderme cada vez que lo oigo y lo digo porque yo, con unos 18 años, fui uno de los cientos de miles de españoles que votamos la Constitución Española, hace 43 años, era el voto a la democracia, a las libertades a una nueva etapa política llena de esperanzas y prosperidad para España, era un modelo político basado en un Estado de Derecho, donde libremente podemos elegir a nuestros representantes y estos legislar de acuerdo con los principios rectores de la Constitución.
Dos cuestiones que con el tiempo han ido surgiendo. Una de ellas la que hace referencia a la clase política, quizás el agotamiento de un sistema bipartidista que ha mantenido relevos de gobierno de los dos formaciones políticas más representantes del electorado español, me refiero al PSOE y PP, llegando la moda de los populismos, buscando la oportunidad de un espacio electoral que un principio no les fue tan mal, pero que ahora vemos con el tiempo como se han ido desinflando, como es caso de Ciudadanos o incluso Unidas Podemos, este último que, para no desaparecer de un estado de bienestar de ciertos lujos, que se han acostumbrado muy rápidamente, se han lanzado a los brazos de Pedro Sánchez sin perder el tiempo.
Todo ello ha llevado a la crítica constante, especialmente de los independentistas de la opresión de los gobiernos de España porque, al fin de cuentas, estos hasta el momento han cumplido la ley, me refiero los anteriores gobiernos del PSOE y del PP.
Ahora se ha llegado al modelo de Pedro Sánchez, a los gobiernos de coalición con formaciones políticas que reniegan del Estado de Derecho, descalificando la Constitución incluido el Jefe del Estado, mientras el entonces candidato a la Presidencia del Gobierno de España, Pedro Sánchez, permanece con los brazos cruzados, aguantando el equilibro en el filo de la alambre, como aquella canción infantil de lo pollitos «un elefante se balanceaba», pero claro está, como decía Groucho Marx, «estos son mis principios. Si no te gustan, tengo otros», aún más cuando Cs y PP le ofrecieron un acuerdo de estado de investidura.
La segunda cuestión es cuando la normativa en un Estado de Derecho no se cumple, es cuando el poder judicial se pone en marcha para hacer cumplir las leyes, es entonces según que dictamen jurídico o sentencia gusta más o menos y, si no gusta a la desobediencia civil, porque claro esta ahora no es la clase política la opresora porque acude a los tribunales ante el desacato de las leyes que entre todos nos hemos dado, ahora la institución opresora es la judicial. Es entonces cuando Pedro Sánchez habla, refiriéndose muy concretamente al conflicto catalán, que es un conflicto político y no jurídico, la verdad es que así y no de otra forma ha actuado, politizando el poder judicial, ya lo dijo y así lo ha hecho cuando reafirmaba que la fiscalía dependía del Gobierno de España y para poder cumplir con ello, ha nombrado Fiscal General del Estado a su propia Ministra de Justicia, Dolores Delgado, dónde quedaba aquello Pedro Sánchez de la autonomía judicial que tantas veces proclamó, sin duda alguna desjudicializando la política llega a su conclusión de un «conflicto político», para poder pagar preventas a sus pactos, pero bueno, no es nada de nuevo, ya hizo sus malabares con la Abogacía del Estado para conseguir el informe jurídico que le interesaba y dejaba en el colectivo de la Abogacía del Estado en el entredicho.
En resumidas cuentas, mientras internacionalmente se reconoce a España como uno de los Estados más democráticos del mundo, sin tener en cuenta a Antoni Comín que el Parlamento Europeo habla de un Estado que viola los derechos humanos, para algunas formaciones políticas compañeras de viaje de Pedro Sánchez somos un Estado opresor y para acabar con ello Pedro Sánchez ha fulminado la separación de poderes y se han convertido en galante y señor de los mismos, en paz descanse Montesquiu.