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Las cloacas de la investigación

Doctora en Història

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Con motivo de la pandemia de la COVID-19 ha salido a la luz algo que permanecía más bien olvidado, oculto a los ojos de quienes nunca se habían cuestionado las condiciones de los científicos en nuestro país. Sin embargo, la falta de inversión en I+D por parte de los gobiernos y administraciones, la falta de subvenciones en Ciencia y en proyectos de investigación ha sido siempre una constante en España. En nuestro país hemos ido siempre a la cola de Europa en estos temas. La inversión en I+D en España apenas supera el 1,2% del PIB, mientras que en otros países europeos la Ciencia siempre se ha entendido como motor de desarrollo del país. En países como Suecia (3,31%), Alemania (3,13%), Austria (3,17%) o Dinamarca (3,03%) se ha ido elevando progresivamente la inversión en Investigación, pero en nuestro país nos mantenemos por debajo de los niveles anteriores a la crisis de 2008. Para que nos hagamos una idea, el gasto público en defensa supuso en España en el año 2018 un porcentaje del 3,09%, mientras que, en estricta relación con el I+D, el gasto en Educación en nuestro país se sitúa actualmente en un 3,97%, muy lejos de los países nórdicos que elevan su gasto hasta el 7,5% de Islandia o el 5,79 % de Estonia. Entendámonos, Estados Unidos, tiene un gasto público de un 6% en Educación.

Durante la pandemia, varios colectivos relacionados con la visibilización de la precariedad de investigadores, becarios y profesores asociados de las Universidades (Marea Roja, Ciencia con Futuro, Colectivo de doctorandos en lucha, Investigadores Precarios, Plataforma por la dignidad en la Investigación, etc.) condenaron y siguen condenando la situación de olvido de todos estos sectores por parte de las administraciones. El hastag #SinCienciaNoHayFuturo llenó las redes a finales de junio de 2020, y fue en estos medios virtuales dónde han ido surgiendo diversas experiencias contadas de primera mano por investigadores y profesores universitarios.

La inexistencia de una puesta en valor de la Ciencia en España se refleja en muchas situaciones particulares. En el ámbito de la Arqueología puedo hablar de años propios de vocación tirados por la borda debido a la precariedad, el acoso moral y laboral, el bullying y el machismo. Como «anécdota», al quedarme embarazada, una de las grandes figuras de mi ámbito, con la que trabajé años, me aconsejó no presentarme a un puesto de técnico de laboratorio adecuado a mi formación y experiencia. Sus razones: era doctora y podría pretender laboralmente algo mejor y estaba embarazada y pronto daría a luz.

Otros momentos y experiencias intolerables, aplicables a miles de compañeros, son el trabajo «voluntario», que a veces roza la servidumbre y se enmascara de prácticas estudiantiles. O, por ejemplo, la responsabilidad en tareas no propias de becarios, que liberan de trabajo a otros profesores o investigadores. Si bien sabemos que la Ciencia avanza rebatiendo teorías establecidas, siempre desde un criterio científico, justificado y comprobado, estas actitudes no son bien acogidas por ciertos sectores. Estos ponen la cruz sobre la frente de aquellos jóvenes y no tan jóvenes que realmente quieren hacer avanzar la Ciencia, y, por ello, disponen de un pensamiento crítico real. Si destacas y discutes «te cortan la cabeza». Una compañera en el ámbito de la Paleoantropología, con la cual trabajé durante unos bellos momentos de mi vida, me contaba cómo el primer día que llegó a su centro de investigación, uno de los grandes investigadores de este país en la materia le dijo: «Tienes dos opciones: hacernos la pelota y crecerás rápido o ir por tu cuenta y, de este modo, todo te costará más». Muchos dejaron y dejan la Ciencia por estas mismas razones.

Tergiversar méritos de candidatos a un puesto o crear convocatorias diseñadas para una persona en concreto es algo que se encuentra a la orden del día y que algunos compañeros han llevado incluso ante los tribunales. Las situaciones de los profesores asociados no son menos escandalosas. Horas sueltas mal pagadas, contratos que sobrepasan los límites del mismo o becarios con sueldos irrisorios de becas que no cotizan.

Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que la Investigación, la Ciencia y una Educación que nos enseñen a tener conciencia crítica son básicas para convertirnos en un país moderno, inteligente y a la vanguardia en muchos sectores. Valoremos la importancia del I+D y reconozcamos que solo así es posible el desarrollo y la evolución. Debemos concienciar a la Sociedad, al Gobierno y las administraciones de esta realidad. Porque sin ciencia, no hay futuro.

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