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Tren-tram ¿Oportunidad o despilfarro?

Regidor del PP de l'Ajuntament de Cambrils

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El proyecto del Tren-Tram lleva muchos años en cartera. Su génesis se remonta al año 2001, empezó a tomar cierta consistencia en 2006, y luego volvió a caer en el sueño de los justos hasta que en 2016 se decidió por parte de la Generalitat reconvertir el antiguo trazado de Renfe en un tren-tranvía.

A primera vista es una propuesta interesante. La cuestión es que plantea una serie de interrogantes que llevan a preguntarse si estamos ante una buena inversión o ante un proyecto que podría no cumplir con las expectativas que nos sugieren sus defensores.

El uso del transporte público tiene en Tarragona un peso del 18% sobre el total de desplazamientos y el estudio indica que se espera alcanzar el 25% con esta nueva infraestructura. Tampoco se esperan mejoras importantes en las frecuencias y los tiempos de desplazamiento comparados con otros sistemas de transporte. No parece existir un incremento sustancial del servicio que justifique una inversión que se presume multimillonaria.

Otra cuestión compleja es la reutilización de parte del antiguo trazado, lo que obliga a mantener el ancho ibérico y el balasto en muchos tramos. Esa decisión implica el mantenimiento de barreras arquitectónicas en diferentes zonas, perpetuando problemas de conectividad y siniestralidad. Por otro lado, el único proyecto que ha integrado el sistema propuesto, el Tranvía de la Bahía (Cádiz), ha sido una fuente inagotable de problemas y aún no está operativo, diez años después del inicio de las obras.

El sistema de alimentación presenta también dudas, pues se plantea el mantenimiento de la tradicional catenaria, en vez de optar por sistemas más modernos, como las pilas de combustible de hidrógeno, implementadas con éxito en Qingdao (China). Otras soluciones serían el tercer rail electrificado (empleado en Burdeos) o los acumuladores, tanto en baterías normales como de carga rápida.

Y en el caso de Cambrils, la inversión no contempla hasta su tercera fase, sin fecha ni presupuesto, la conexión con la nueva estación de tren, lo que resta atractivo a la propuesta.

Sabemos que la primera fase tiene un coste estimado de 160 millones de euros. El desarrollo completo del proyecto Tram-Camp (el antecedente directo) estaba en torno a los 600 millones de euros. No es de extrañar que haya quien piense que con esas cifras se puede crear una vía verde integrada por donde discurran vehículos eléctricos de última generación, a la espera del salto que representarán los vehículos autónomos más pronto que tarde, erradicando definitivamente las barreras arquitectónicas y los pasos a nivel del trazado. Y que además podría cubrir las tres fases del recorrido desde el principio.

El debate está abierto, pero todo parece indicar que la solución de integrar la vía no es la más apetecible para el territorio, y que sólo la opción de un tranvía de ancho internacional circulando a cota cero sobre una alfombra de césped sería un argumento de peso para apostar por una inversión multimillonaria a largo plazo sobre la que todavía pesan demasiadas dudas.

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