Diari Més

Tribuna

En defensa de la democracia cristiana

Senador del PSC per Tarragona

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A alguien lo sonará extraño que un senador socialista escriba un artículo con este título. Pues no debería. Uno de los problemas políticos más graves que tenemos en este país es el clima de intolerancia fanática que impera tanto entre los partidos de la derecha como entre los nacionalistas.

Los que no están de acuerdo con ellos son estigmatizados como «enemigos de España» (o de la patria pura en Cataluña por los nacionalistas, en el fondo es lo mismo). La intransigencia hacía el gobierno democrático y progresista del presidente Pedro Sánchez, que les gustará más o menos pero que ha sido elegido por el voto del pueblo, llega al extremo de definirlo como un «gobierno ilegítimo». Cito palabras del señor Casado de esta misma semana: «El Gobierno de Sánchez es rehén de sus aliados bolivarianos, batasunos y comunistas.» Solo falta, digo yo, añadir que es cómplice de lo que el franquismo llamaba «la conspiración judeo-masónica-rojo-separatista». ¡Supera esto Casado!

Para Vox la aprobación de los presupuestos generales del Estado para este 2022 representa «la victoria de ETA». Así como suena amigos y amigas. ETA ha penetrado en la mente del presidente Sánchez… y en la de los más de diez millones de españoles que han votado a los partidos que conforman el Gobierno. Todos, sin duda, simpatizantes etarras. ¿Pero se puede ser más absurdo?

Este es el cuadro de composición de la derecha en nuestro país. Lo cual es, sin duda, una desgracia. Porque difícilmente una sociedad progresará plenamente sin unos consensos básicos que puedan ser asumidos por el conjunto de las fuerzas democráticas. También de la derecha, también de los nacionalistas. Y con insultos, exabruptos, amenazas de llevarlo todo a los tribunales, y un argumentario centrado en definir al considero «otro» como la reencarnación de Belcebú no iremos a ningún lado. A ningún lado positivo.

Por eso, como senador del PSC, quiero predicar con el ejemplo y reconocer la aportación de la derecha democrática, por ejemplo de la democracia cristiana, en la construcción del proyecto europeo y en la extensión de los derechos y libertades tras la segunda guerra mundial. Sin esta contribución, igual como sin la aportación de la socialdemocracia y del socialismo democrático, la Unión Europea no existiría.

Y me gustaría personalizar esta contribución positiva de la derecha democrática en la figura de Bernardo Leighton. Este hombre era un dirigente de la democracia cristina chilena en los años 70. El mismo día infausto del golpe de Estado de Pinochet a la democracia cristiana y al resto de fuerzas de derechas les faltó tiempo para aplaudir con las orejas y salir en tromba defendiendo el golpe afirmando que «los militares han salvado a Chile y a la democracia». Exactamente igual como la derecha española en 1936, exactamente igual como la derecha alemana en 1933, exactamente igual como la derecha italiana en 1922.

Pues bien, en ese clima de entusiasmo por los golpistas, Bernardo Leighton elevó la voz para hacer público un comunicado en el que decía: «Condeno categóricamente el derrocamiento del presidente democrático Salvador Allende, de cuyo gobierno fuimos invariables opositores. Nos inclinamos respetuosos ante el sacrificio que hizo de su vida en defensa de la autoridad constitucional.»

Desde la oposición total al Gobierno de izquierdas de Allende, Leighton manifestaba su respeto por la legitimidad democrática y condenaba el golpe fascista. Y había que tener valor para hacerlo en aquel momento. Tan solo cabe añadir que los sicarios de la dictadura ametrallaron a Leighton y a su esposa dos años después en Roma, donde estaban exiliados.

Supongo que el señor Casado –que se define a sí mismo como democratacristiano- no debe saber quién fue Bernardo Leighton y que el señor Abascal –que no solo no sabe quién es sino que no entendería nada de lo que hizo– consideraran una provocación lo que voy a decir, pero no lo es en absoluto: desde mis posiciones de izquierdas y socialistas no dudo en defender y reconocer la aportación política de la democracia cristiana y mostrar mi respeto y admiración por personas honestas como Bernardo Leighton. Ojalá su ejemplo se extendiera entre la derecha de nuestro país.

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