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¿Qué está pasando en el PP?

Exsenador i diputat

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En el mes de diciembre del año pasado, el diario Més Tarragona, publico un artículo mío, titulado Adversario o Enemigo político. Si soy sincero, no esperaba que fuese una premonición de los hechos acaecidos estos días en el principal partido de la oposición en el Congreso, el Partido Popular. Es cierto que en las entrañas del PP se venía cociendo, de un tiempo a esta parte, un caldo de cultivo de malestar que, antes o después, acabaría en una convulsión dentro de la propia organización. No obstante, nadie esperaba la magnitud del trauma, capaz de competir por los titulares con la desagradable y condenable invasión de Rusia en Ucrania.

Empezaba dicho artículo, recordando la histórica anécdota cuando, en una sesión del Parlamento Inglés, se sentó un joven diputado al lado de quien fue primer ministro de Reino Unido, el mítico político Winston Churchill. Pues bien, el joven parlamentario, tremendamente emocionado, se dirigió a Churchill diciéndole:«Señor, es un verdadero honor para mí, poder estar sentado a su lado, teniendo en frente a nuestros enemigos», refiriéndose a sus rivales políticos, los laboristas. Ante el comentario, el primer Ministro no dudó en contestar con su ironía habitual: «No se equivoque joven, ahí enfrente están nuestros adversarios, los enemigos los tenemos aquí junto a nosotros», haciendo referencia a su bancada, la de los conservadores. En España, Pío Cabanillas resumió la misma situación con el mítico: «Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!»

Estas anécdotas son ilustrativas, para conocer el epicentro del conflicto interno del PP, no deja de ser otro que cuando no se consigue el fin anhelado, por la vía del diálogo, entendimiento o debate interno, se puede convertir en una auténtica obsesión personal, convirtiendo al adversario, en este caso adversaria, Isabel Díaz Ayuso, en una enemiga potencial, sin tener ningún tipo de escrúpulo, para montar cualquier acción maquiavélica, con el único fin de destruirla políticamente, sin reparar el daño personal que puede ocasionar y cuando no, a la propia organización política, en este caso el PP, creando confusión, divisiones internas y desgaste electoral, debilitando así las espiraciones de llegar a gobernar.

Para buscar una situación parecida en la historia del partido, como la que se está viviendo, nos tendríamos que remontar a la presidencia de Antonio Hernández Mancha en 1987. Su reciente liderazgo quedo muy tocado, cuando perdió la moción de censura, contra el entonces presidente del gobierno Felipe González, cayendo en una deriva de liderazgo que finaliza en 1989, cuando Manuel Fraga Iribarne recoge las riendas del partido y en el X Congreso Nacional que se celebra en Sevilla, pone al frente de la refundación, que no renovación, con el nombre de Partido Popular, antes Alianza Popular, a José Mª Aznar, que llegó a ganar unas elecciones generales por mayoría absoluta.

La similitud se centra en la propia crisis interna de partido, no en la de sus protagonistas. A nadie se le escapa la brillantez dialéctica de Pablo Casado, en intervenciones y debates, sin papeles de lectura o apuntes algunos, muy al contrario de Antonio Hernández Mancha, a las pruebas me remito, cuando en la fallida moción de censura, Alfonso Guerra le dejó K.O. parlamentariamente hablando en el debate. Tampoco la gestión en la propia organización de su secretario general Arturo García-Tizón, sin un exceso intervencionista y de control, contrapuesta a la ejercida por el dimitido Teodoro García Egea.

Si en algo existe una coincidencia es que, en aquellos tiempos, la influencia del presidente fundador del partido, Manuel Fraga Iribarne, le autorizaba para volver a tomar las riendas del partido temporalmente, con el único fin de sosegar el ambiente interno de la organización e iniciar un nuevo proyecto político que culmine en éxito. Hoy esa figura recae en el también gallego Alberto Núñez Feijóo, quien llegara para quedarse y acompañar el barco del PP hasta el gobierno de España.

Alberto Núñez Feijóo es un activo valioso del PP; hombre veterano en la organización; perfecto conocedor de la sala de máquinas; respetado por las bases y barones; de un quehacer político centrado, alejado de extremos, que le ha hecho ganar cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia. Sabe muy bien que las estructuras organizativas territoriales deben tener autonomía propia y de respeto a sus decisiones. Apuesta más por la coordinación de todas ellas, que no el sometimiento a un puño de hierro centralista. A su vez, tiene muy claro que, del sucesivo resultado de las elecciones territoriales, depende el éxito de unas generales.

Es cierto que Feijóo recogerá las riendas de un partido inmerso en un conflicto interno, pero es consciente del potencial de éste, con una larga historia en la reciente democracia española, que cuenta con una base ideológica propia y sólida, que nada tiene que ver con populismos oportunistas o liderazgos personalistas. Una formación política que ha atravesado vicisitudes, pero que siempre ha sabido levantarse. No debería haber dudas en que Isabel Díaz Ayuso será una excelente compañera de viaje.

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