Diari Més

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El domingo primero de mayo festejamos el Día Mundial de la Risa sin pena ni gloria a pesar de su importancia. La celebración de este canto universal a las carcajadas promueve reírse un poquito cada día. Y es obra del gurú indio Madan Kataria, quien buscaba ayudar a conseguir la paz mundial y extenderla entre los pueblos.

Recordamos a nuestros hijos y ahora veo a mis nietos partirse de risa con las mayores simplezas de los dibujos animados. Esa risa procedente del diafragma estimula cuatrocientos treinta músculos y es una medicina gratuita sin efectos secundarios. Reduce la glucosa, el colesterol, la presión, incrementa la producción de anticuerpos evitando tumores, es laxante y aumenta la longevidad.

El origen de la carcajada se encuentra el extraño sonido emitido por nuestros antepasados cuando ganaban una batalla o mataban a un animal. Indicaba que estamos a salvo. Desde los primeros tiempos evolucionó hacia una señal de sexualidad, ya no ligaba el más fuerte sino el más gracioso. Nietzsche, en Así habló Zaratustra, declaró que quien asciende a las montañas más altas, se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida.

Los filósofos discrepan sobre la naturaleza de la risa y sus causas. Fue prohibida por la Iglesia en el siglo VI por la Regula Magistri de San Benito quien la consideraba un viento diabólico que deforma el rostro. El nombre de la Rosa, Eco plantea la cuestión del valor subversivo de la risa: «La risa mata el miedo, y sin miedo no puede haber fe».

 

Se atribuye al diablo un caso de contagio que irrumpió en el silencio de los Alpes, en el monasterio de La grande Chartreuse, el día de san Bruno de 1192. Los cartujos se reunían cada diez años y solamente podían hablar dos palabras con el prior. En la primera ocasión, un novicio dijo: ‘Duermo poco’; la segunda, ‘Paso hambre’, y cuando a la tercera este le comunicó ‘Me voy’, aquel le respondió: ‘No me extraña, llevas treinta años protestando’.

 

Entre reír y llorar hay una línea delgada. La risa sana contagia ya que activa las neuronas espejo y excita la empatía por el débil que está pasando un mal trago. Se trata de una prolongación del llanto y reímos afligidos ante la cantidad de putadas que el Pájaro loco o el Ratón Jerry pueden llegar a hacerle al Buitre Buzz Buzzard o al Gato Tom, cuando intentan atraparlos.

 

Por eso nos hizo gracia los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez cuando le invade un deseo de escapar como Correcaminos, haciendo suya la definición de Kant del chiste como «una afección que surge de una tensa espera resuelta súbitamente en nada». Y su explicación del lunes al no dimito, amenazando al Coyote, quedará para los anales de la TVE, Sección de animación infantil.

 

Benditas las personas cercanas que nos hacen reír a mandíbula batiente. Tristemente con los años va menguando las veces que sucede. A nosotros nos produce verdadera admiración la gente mayor a quien este puerco mundo no les ha robado nada de esa capacidad innata.

 

La risa es la más eficaz arma de la raza humana (Mark Twain), el último reducto de la libertad (Lalo de la Torre), la santidad carbonatada, impide que nos volvamos locos, aflora el niño que fuimos, desafía a la oscuridad, acorta la distancia entre dos personas y hace habitable la realidad. El gurú dice que nadie se muere de risa, pero sí por no poder hacerlo. Veinte segundos equivale a remar media hora.

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