Opinió
El proceso de independencia continúa
Tras siete años de fugado de la justicia, vuelve Carles Puigdemont, mientras compañeros suyos del proceso independentista han pasado una larga temporada en prisión hasta recibir el indulto concedido por Pedro Sánchez, del PSOE-PSC.
Creo que nadie dudaba de que Puigdemont aparecería el día de la investidura y que pretendía hacerlo en honores de «mártir» de la independencia, tratando de imitar al President Josep Tarradelles con aquella histórica frase: «Ja soc aquí». Una gran diferencia entre los dos expresidentes de la Generalitat: Tarradelles lo hizo desde la legalidad y Puigdemont como prófugo de la justicia, el primero en un acto institucional, el segundo en un auténtico espectáculo.
Sin duda alguna, el protagonista de la investidura ha sido Puigdemont y no quien debería haberlo sido. Como es lógico, me refiero al candidato a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa. Se inicia el show con su presencia física en un escenario en el Arc del Triunf de Barcelona, ante una multitud de seguidores, para más tarde desaparecer, acción en la que el fugado es un experto. La intriga y suspense se centraban en si haría acto de presencia en la sesión de investidura, sin descartar otra huida. Mientras tanto ni se sabe dónde está, ni tampoco se le espera. La expectación es grande y las incógnitas todas.
Dejando el morbo de dónde está Puigdemont y acercándonos al Parlament de Catalunya, observamos al candidato Salvador Illa, del PSC-PSOE, tratando de resumir su programa de gobierno en un discurso corto, el más breve de todos los pronunciados por un candidato a la presidencia de la Generalitat y con las prisas por ser investido presidente. Prueba de ello es que los grupos de la oposición han tenido que preparar la contestación a la intervención de Illa en tan solo una hora, cuando las intervenciones siempre se han realizado en sesión de tarde, dando tiempo suficiente para una adecuada respuesta a un discurso de investidura.
La intervención de su socio de ERC deja su constante advertencia de que el PSC-PSOE obtiene un «sí» con condiciones, que no tienen la mayoría para gobernar y que no les garantizan un gobierno estable que garantice acabar la legislatura, no tan solo logrando la financiación singular, que ha sido la excusa del pacto, sino con el objetivo claro de que el referéndum por la independencia sea la última prebenda, como lo fueron antes los indultos, la supresión de la sedición, la rebaja de la malversación, o la aprobación de la amnistía, que Pedro Sánchez ha ido regalando al independentismo, con la única motivación de seguir en la Moncloa.
Finaliza el pleno de investidura cómo estaba previsto: Salvador Illa presidente de la Generalitat por dos votos –quizás Puigdemont se ausentó para ahorrarle el bochorno de serlo por uno–, con el apoyo de ERC y COMUNS, mientras la presencia del fugado en el Parlament ha sido tan solo una falsa alarma. Hizo la visita al estilo «Bienvenido Mister Marshall»: saludó unos minutos a sus seguidores para rápidamente desaparecer, como ya nos tiene acostumbrados, sin dar la cara dónde se había comprometido hacerlo, en el Parlament de Catalunya.
No sé si su actuación de hoy responde a un acto de valentía o más bien de cobardía. Como muy bien ha dicho en el debate de investidura el líder del PP en Cataluña, Alejandro Fernández, dirigiéndose a Salvador Illa: «usted no inicia una nueva etapa». Y razón no le falta, ya el proceso continuará con un independentismo divido y un nuevo actor, el PSC-PSOE, que está dispuesto a hacer todas las concesiones que sean necesarias, no tan solo para mantener la presidencia de la Generalitat, sino también la del gobierno de España de Pedro Sánchez.