Opinió
El VOX-PP y la doctrina Pinochet
Ni titubeó… alzó el mentón y dijo con su voz cuartelera: «estoy dispuesto a aceptar el resultado de las elecciones… siempre y cuando no ganen las izquierdas.» Quien manifestó esta curiosísima interpretación de lo que es la democracia fue Augusto Pinochet, el sanguinario dictador que impuso su tiranía a sangre y fuego en Chile durante 17 años después de derrocar brutalmente al Gobierno democrático y constitucional del presidente socialista Salvador Allende.
Este señor lo tenía claro. 1990, acababa de perder el plebiscito que le otorgaba más años de poder absoluto; pero quiso dejar los límites claros. Volver a la democracia, bueno, pero cuidado con votar a las izquierdas… porque no lo iba a permitir. Lo decía quien todavía era comandante en jefe del ejército y venía de liderar un régimen de terror condenado sistemáticamente por las Naciones Unidas. Así que cuidadín a la hora de votar…
Fue incluso, más allá. Empezaban a aparecer los cuerpos de las personas asesinadas por su dictadura. Algunos jueces se atrevían a imputar a sus subordinados por asesinatos, crímenes y torturas atroces. Pues bien, al ser preguntado al respecto fue tajante: «si tocan a uno de los míos… ¡se acabó la democracia!».
La ventaja de un dictador en relación a los líderes de la derecha, digamos, tradicional es que no tiene que disimular, ni tratar de ocultar nada. En el caso de este individuo, cuando una periodista le preguntó «¿y qué le parece que se estén encontrando tumbas dónde hay dos cadáveres o más?» no dudo ni un segundo, así que abrió la boca y expresó lo que cruzaba por su mente. Y dijo: «¿más de dos cadáveres? ¡Pero que economía más grande!», y se río. Es decir, que se burló y se permitió hacer bromas macabras y escarnio de los seres humanos que él había ordenado asesinar. Estas tres declaraciones (democracia condicionada, mofarse de las víctimas y exigir la impunidad de los asesinos), podríamos definir, que son «la doctrina Pinochet».
¿Qué tiene que ver esto que he dicho con el Vox-PP nuestro? Aparentemente nada. ¿Nada? ¿Por qué tanto el señor Abascal como el señor Feijoo insisten en decir que el Gobierno socialista del presidente Pedro Sánchez «es legal…pero no es legítimo»? ¿Ah no? ¿Y por qué no? Es un Gobierno surgido de unas elecciones democráticas, como reconoce incluso la extrema derecha, que ha sido votado por una mayoría absoluta del pueblo español representada en el Congreso.
Así pues, ¿por qué no es legítimo? ¿Por qué el señor Aznar repite continuamente que hay que derribar al Gobierno como sea y que, en consecuencia, «el que pueda hacer, que haga»? ¿qué haga qué?
¿Los gobiernos democráticos solo son legítimos cuando gobierna la derecha o la extrema derecha, como defendía Pinochet? ¿La izquierda no puede gobernar si obtiene el apoyo de los ciudadanos expresado en las urnas?
¿Por qué candidatos del PP, como el señor Casado se han burlado de la lucha de las fuerzas democráticas por recuperar la dignidad de las víctimas de la dictadura franquista? «Siempre están qué si la tumba del abuelo… ¡qué pesados!» ¿Por qué la senadora del PP, Esther Muñoz, critica que el Gobierno dignifique la memoria de estos luchadores y luchadoras de la libertad argumentado cínicamente «ustedes quieren dedicar millones de euros para desenterrar unos huesos»? Casi se escucha el eco de Pinochet…
Y este es el tándem de la derecha-extrema derecha que tenemos en nuestro país. Un tándem que niega el carácter legitimo de un Gobierno democrático y que utilizará cualquier instrumento para derribarlo (y si la extrema derecha no opta por la formula Pinochet es porque estamos en la Unión Europea en el año 2024, no por falta de ganas como se podría deducir de algunas de sus propias declaraciones…)
Creo sinceramente que esto es lo que nos estamos jugando en estos momentos. No un Gobierno liderado por el presidente Pedro Sánchez tan solo, sino que haya un ejecutivo de izquierdas con un programa de desarrollo de las políticas sociales, que incremente -por poner solo un ejemplo- el salario mínimo o las pensiones públicas, y que avance en términos de derechos y libertades. O sea, que haga política. O sea, que la haga en beneficio de las clases populares, trabajadoras y medias de este país. Que gobierno, en definitiva, para el pueblo.
Y cuando acabo de escribir estas líneas me llegan a través del móvil las declaraciones de un dirigente empresarial que amenaza con retirar inversiones si el Gobierno no retira el impuesto a los beneficios extraordinarios a determinadas empresas energéticas y grandes corporaciones bancarias. Casi vuelvo a escuchar a Pinochet: «estoy dispuesto a aceptar el resultado de las elecciones… siempre y cuando el Gobierno de izquierdas no haga nada que ponga en riesgo los privilegios de la oligarquía económica de este país.» Y todo, claro está, en «nombre de la patria». Como Pinochet. Conclusión: ¡larga vida al Gobierno progresista y de izquierdas del presidente Pedro Sánchez!