Diari Més

Opinió

Esther Neila

Maestra y escritora

‘Tiritas para el alma’

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Imagina que entras en una clase, y al momento vienen dos o tres niños a decirte algo. A una le duele la cabeza, otro que tiene dolor de barriga y uno que te enseña algo en un dedo que tú ni tan siquiera aprecias, pero que se lo hizo ayer y le duele tanto. En ocasiones esos malestares se corresponden con cuestiones físicas reales, me refiero a que conllevan un resfriado, vómitos o lo que sea que están incubando.

Pero en muchos otros momentos, esos dolores tienen que ver con algo que no es nada físico, aunque a ellos se les manifieste de esa manera. A veces el dolor de barriga y de cabeza, llega por la ansiedad de ir a una extraescolar en la que no se sienten bien, o no les gusta. Por algo que está sucediendo en su familia o porque les han dicho que tienen una prueba. 

Porque han llegado pronto por la mañana a la escuela, se quedan a comer, y acaban con una extraescolar, y se les antoja enorme el tiempo que ha de transcurrir hasta que vuelvan a ver a sus padres. Porque alguno de los padres o tal vez los dos están de viaje. Porque puedan estar viviendo algo que no les guste pero no lo sepan explicar…

Habría tantos porqués como niños… No es un aspecto en el que se pueda generalizar, pero detrás de estos me duele… o no me siento bien… muchas veces hay un algo que necesitan poder decir. Aunque a veces no sean conscientes ni de qué es. Pero nosotros sí deberíamos saberlo. No lo que hay detrás, pero sí que en esos casos hace falta pararte y escuchar, y mirar mientras escuchas, escuchar además de oír y escuchar mientras ves.

En la mayoría de situaciones, esa escucha es la tirita para el alma que necesitan. Porque en la tripa y en la cabeza se hacen esos nudos de cuando se piensa y se dan vueltas, o de cuando no se entiende, también están los de tener miedo, y los de esas ocasiones en que el enfado es tan grande. Y como más dentro se quedan, más fuertes se hacen los nudos, por lo tanto más fácil es que duela la barriga o la cabeza.

Para que se puedan deshacer esos nudos, a veces basta con poder hablar sobre ese tema que se te empieza a liar adentro. Porque al hablar se pone orden y al decirlo en voz alta, muchas veces eso que atormenta se ve más pequeño y con menos fuerza. Y si hablando no se sabe bien cómo decirlo, siempre se puede escribir, y si son más pequeños lo pueden dibujar o pintar.

Seguro que tú como adulto sabes reconocer esos nervios, ansiedades, o situaciones en que la barriga, la cabeza o alguna otra parte del cuerpo te están avisando de algo. Y ese aviso siempre no es que necesitas una manzanilla y un poco de arroz hervido. Y tú lo sabes bien, pero a veces no nos paramos y no nos escuchamos. O no buscamos a alguien que nos ayude con los nudos internos.

Ojalá supiéramos bien cuando algún niño necesita una tirita para el alma, y por supuesto ojalá supiéramos cuando somos nosotros mismos los que la necesitamos. Esa tirita que no tiene dibujitos, ni es de color marrón clarita, ni necesitas despegarla luego de golpe para que no te duela. Porque las tiritas para el alma vienen en formato de alguien que te escucha y que te ve. También están en modelo abrazo. Y no se compran… las tiritas para el alma las tenemos todos dentro de nuestro corazón.

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