Opinió
Crisis del sector pesquero
Hace algunos años, cuando era diputado en el Parlament de Catalunya, se me eligió presidente de la Comisión de Estudio sobre la situación de la Pesca en Cataluña, cargo que recayó en mi persona quizás por aquello de ser diputado por una circunscripción territorial que cuenta con diversas cofradías de pescadores, como es el caso de la provincia de Tarragona.
Si tengo que ser sincero, supuso para mí algo nuevo e innovador en mi que hacer político, ya que la pesca continental la tenía más relacionada con lo que es la gastronomía servida en un buen plato, y no tanto con el conocimiento del sector pesquero como tal.
Sin dudar un segundo, tomé la decisión de prepararme. Y la mejor manera de conocer el quehacer de la pesca no era recabar la información que facilitan Google o un ‘copia y pega’ de cualquier publicación relacionada con el tema, algo a lo que algunos electos nos tienen acostumbrados, sino, más bien, sumergirme en ese mundo.
Así que me embarqué en un pesquero de la ‘llum’, como conocemos al arte de la captura del pescado azul. Lo hice desde el puerto de mar de ‘La Cala’, como se conoce el municipio de L’Ametlla de Mar, durante toda una noche hasta la madrugada, conviviendo con los marineros en sus faenas de pesca, cuando las biodraminas me lo permitían.
Lo mismo hice, esta vez desde el puerto pesquero de Tarragona, en un barco de arrastre, degustando un arroz a bordo, cocinado por la propia tripulación, con pescado recién capturado y unas espectaculares vistas al litoral. Amplié esas experiencias con la pesca de artes tradicionales, para continuar con la acuicultura y los viveros.
Toda esta aventura me llevó a entender que la actividad pesquera forma parte de un sector económico arraigado en la historia y cultura de un territorio. Son varios los municipios costeros que nacieron y crecieron, a lo largo de muchísimos años, gracias a la pesca, no solo prevaleciendo el interés económico de los beneficios que aporta, sino también, y se debe tener en cuenta, el sentimiento de pertenencia a la marina de pesca, donde cultura y tradiciones son un reflejo palpable de una identidad que, durante generaciones, se han ido conservando y potenciando.
También tuve la oportunidad de conocer el sacrificio y la valía de la profesión, así como las numerosas dificultades que siempre ha atravesado el sector. Recuerdo muy bien la problemática de la reducción de la flota pesquera. Pero el valor del oficio les hizo siempre superar los obstáculos. Me siento muy orgulloso de haber convivido con ellos en esos difíciles momentos y de haber ayudado, en la medida de mis humildes posibilidades, a encontrar una solución.
Hace pocos días surgió, nuevamente, un obstáculo y una gran alerta en el sector pesquero, esta vez provocado por una grave decisión de la Unión Europea, consistente en que los barcos de arrastre en el Mediterráneo pasasen de los 130 días de actividad de la flota a apenas 27, una cifra que, para muchos pescadores, suponía una “sentencia de muerte” laboral.
No tardaron en ponerse en marcha las movilizaciones, la mayoría de ellas promovidas por las diferentes Cofradías de Pescadores, todas ellas afectadas por la lesiva decisión europea. Todo ello provocó reuniones maratonianas en Bruselas, para intentar llegar a una solución que pudiera amansar de alguna manera al sector.
Al final, se ha llegado a un acuerdo que podría equiparar los días de pesca del año 2025 a los mismos de este año 2024. Pero cumplir este acuerdo conlleva un esfuerzo desmesurado para los patronos, como la imposición de vedas o cierres de zonas para proteger alevines o la gamba roja, o la exigencia del cambio de redes al 100% de la flota, entre otras medidas.
El secretario de la Confederación Española de Pesca (Cepesca), Javier Garat, califica el acuerdo como “una nueva vuelta de tuerca al sector pesquero del Mediterráneo”, donde las compensaciones que se les exige a los pescadores para mantener su actividad tendrán unas importantes consecuencias, tanto sociales como económicas, lo que nos lleva a plantearnos cuántas embarcaciones podrán sobrevivir a tales exigencias.