Diari Més

Opinió

Mario Téllez

Sociólogo y miembro de la Ejecutiva de Comuns del Camp de Tarragona

La izquierda audaz

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La coyuntura internacional, con una extrema derecha envalentonada, brazo en alto y siendo primera o segunda fuerza en medio mundo, no es nada halagüeña para la izquierda alternativa. Pese a que las elecciones alemanas no han cambiado esta tendencia, sí han supuesto un pequeño brote de esperanza.

Contra todo pronóstico Die Linke ha logrado unos resultados que han superado toda expectativa, consolidándose como cuarta fuerza política del país y obteniendo grupo parlamentario propio. Gracias a una campaña fresca y audaz han sabido conectar con las inquietudes reales de la ciudadanía. 

Con un discurso positivo centrado en la justicia social, la democratización de las instituciones, la vivienda y la transición ecológica han marcado una diferencia clara con respecto a la burocratizada socialdemocracia y las vacilaciones de Los Verdes en cuestiones clave para la izquierda.

Está claro que la situación no es para tirar cohetes, pero sí supone una bocanada de aire fresco para un espacio que estaba de capa caída y que, en esta ocasión, sí que ha sabido conectar con el desencanto de una parte de la ciudadanía. Su campaña, con un acento fresco y emprendedor, ha conseguido abrir una fisura en el discurso dominante.

Uno de los datos más esperanzadores es que Die Linke ha calado especialmente entre los votantes jóvenes, consolidándose como una referencia entre los menores de 30 años, sobre todo en los tramos de 18 a 24. Este hecho marca un punto de inflexión. 

Si bien es pronto para saber si este cambio se convertirá en tendencia, que los más jóvenes vuelvan a confiar en la izquierda alternativa supone un giro de 180º respecto a la inercia de los últimos años, en los que la juventud apostaba cada vez más por posicionamientos reaccionarios.

Este éxito no es fruto de la casualidad, sino consecuencia de una buena estrategia que debe servir de espejo para la izquierda alternativa del resto del continente. Die Linke ha sabido reconciliarse con sectores tradicionalmente de izquierdas reforzando su presencia en barrios obreros y en la juventud. Su campaña ha puesto de manifiesto que la izquierda puede recuperar el terreno perdido si se presenta con un mensaje próximo y valiente, sin renunciar a la radicalidad democrática ni a la construcción de un nuevo modelo social más justo, próspero y solidario.

Sin embargo, un dedo no hace mano ni una flor primavera. Para que esta ola de energía devenga algo que vaya más allá de un resultado electoral, es preciso articular una alternativa real que sea capaz de disputar la hegemonía a los sectores reaccionarios. Para ello conviene explorar la posibilidad de replantear la relación a nivel Europeo entre las familia de los verdes (Green/EFA) y la izquierda (The Left GUE/NGL).

No es ningún secreto que el partido ecologista ha titubeado en sus posicionamientos sobre políticas económicas y sociales, en ocasiones priorizando el pragmatismo institucional sobre la transformación real. Empero, cualquier proyecto de cambio pasa inevitablemente por una confluencia estratégica entre la izquierda alternativa y el ecologismo transformador. 

No hablamos de una alianza de conveniencia para una contienda electoral concreta, sino de la construcción de un movimiento sociopolítico capaz de actuar como bastión de resistencia frente a la ola reaccionaria y, al mismo tiempo, de forjar nuevos marcos culturales que disputen la hegemonía neoliberal.

Para ello, se antoja preciso una entente sincera entre ambas corrientes. Un frente amplio basado en lo complementario de sus luchas. Al fin y al cabo, aspectos clave como la redistribución y la democratización de la economía, así como una transición ecológica que no deje a nadie atrás, son horizontes compartidos. Frente al discurso tecnocrático de la socialdemocracia y la radicalización de la extrema derecha, esta alianza bien podría ofrecer una propuesta audaz que genere esperanza en amplias capas de la sociedad.

Para hacerlo posible, resulta imprescindible no caer en dogmatismos. La izquierda debe evitar incurrir en el esencialismo y la pureza ideológica que, en ocasiones, la han llevado al aislamiento. Cabalgar contradicciones y asumir debates incómodos es imprescindible para ampliar la base social y consolidarse como una alternativa real. 

Temas como la seguridad, la inmigración o el modelo económico no pueden ser entregados en bandeja de plata a la derecha ni a la extrema derecha. Es urgente que desde la izquierda se aborden estas y otras cuestiones con propuestas concretas, creíbles y alineadas con sus valores. Sin caer en discursos simplistas o complacientes. La clave no está en diluirse, sino en demostrar que hay respuestas viables y transformadoras a los problemas reales de la sociedad.

El reto es grande y no hay subterfugios. Una izquierda que quiere ser audaz no puede limitarse a ser un pequeño reducto de gentes enfadadas con un mundo que está tomando un rumbo que no comparte. Die Linke ha demostrado que es posible crear una nueva alternativa que no solo resista, sino que también crezca en base a la construcción de nuevas realidades. Es hora de llevar esta lección a otras latitudes.

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