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Historia

Ocho décadas del final de una guerra civil aún para cerrar

El hispanista Ian Gibson reflexiona sobre «lo que podría ser España hoy si no hubiera ocurrido aquello. Lo tenía todo»

Imatge del Valle de los Caídos.

Valle de los CaídosEFE

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El comunicado militar que Franco escribió a mano el 1 de abril de 1939 puso fin a la Guerra Civil aunque, 80 años después, todavía se mantiene vivo el debate de la memoria histórica y de las consecuencias que ofreció el conflicto fratricida.

Una efeméride a la cual se une la del 60 aniversario de la inauguración del Valle de los Caídos, que se conmemora en medio de la controversia por la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de exhumar los restos del dictador el próximo 10 de junio si el Tribunal Supremo no ordena antes su suspensión cautelar.

«En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han conseguido las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado», fue el mensaje que leyó al país el locutor Fernando Fernández de Córdoba a través de los micrófonos de Radio Nacional en Burgos.

Con este comunicado, se daba por culminada la guerra desencadenada en julio de 1936 con la revuelta de las tropas nacionales contra la II República y que provocó la muerte y el exilio de decenas de miles de personas.

«La Guerra Civil sigue, en cierta manera, no viva, pero recordada porque hay muchos políticos interesados en recordarla por las razones que sean», sostiene el periodista y escritor Javier Reverte en declaraciones a Efe.

Para Reverte (Madrid, 1944), la tragedia que sacudió en España ya «no es nada para mucha gente, como los jóvenes, que la ven como una cosa pasada, una historia como la de los godos», sin embargo, asegura, todavía permanece en la memoria de los que sufrieron su dolor.

El autor de una trilogía sobre la Guerra Civil reeditada ahora con motivo de lo efemérides cree que «haría falta trazar una franja y decir 'hasta aquí hemos llegado'» y conseguir que «los políticos no hablen tanto de ella» y «dejen de utilizarla» como «pretexto para plantear una política o dar una imagen que los conviene frente a sus electores».

También ve esencial que los artistas, en el cine y en las novelas, miren la Guerra Civil como un episodio trágico y épico de la historia, «pero que se fue». «Cuando empezamos a mirarla así desde la política y desde el arte, el fantasma de la Guerra Civil desaparecerá de nuestras cabezas», añade Reverte.

El hispanista Ian Gibson reflexiona sobre lo que sería España en la actualidad de no haber sido víctima del desastre del conflicto bélico. «En los años 30 iba camino de ser un país cultísimo y todo se rompió brutalmente. Me levanto cada mañana pensante lo que podría ser España hoy si no hubiera ocurrido aquello. Lo tenía todo», lamenta Gibson (Dublín, 1939).

El historiador cree que no se pasará página hasta que se supere la asignatura pendiente de los más de 100.000 españoles cuyos restos siguen en cunetas y fosas comunes.

También ve prioritario resolver «un problema moral» como el de exhumar al dictador, una controversia avivada por la obstinación del Gobierno socialista en sacarlo del Valle de los Caídos que pone de relieve que todavía continúan vivos algunos rescoldos de la guerra transcurridos 80 años de su final.

Establecido en España desde hace medio siglo, Gibson se muestra convencido de que sería «un alivio inmenso para todos el país, no sólo para la izquierda, sino también para la derecha».

La decisión de sacar los restos choca con la familia Franco, con la comunidad benedictina que administra el recinto y con el Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos (ADVC).

El presidente de esta entidad, Pablo Linares, argumenta que el conjunto monumental no se edificó para enterrar al entonces jefe del Estado, sino a los combatientes de los dos bandos.

«Es un lugar de paz y reconciliación y nadie se tendría que sentir molesto», enfatiza en Efe Linares, nieto de un republicano que trabajó en el Valle de los Caídos.

Seis décadas después de su apertura, que Franco hizo coincidir con el 20 aniversario del fin de la guerra, permanecen enterrados 33.487 cadáveres, de los cuales más de 12.000 están sin identificar.

Linares lamenta que el mausoleo de Cuelgamuros «sea tan sensible a la política», cuando la prioridad tendría que ser su conservación ante el «lamentable» estado del templo y de la cruz que lo corona, considerada la más alta del mundo con sus 150 metros de altura.

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