Salud
Consumir ultraprocesados aumenta un 33% el riesgo de sufrir depresión
El proyecto SUN estudió durante más de diez años a 15.000 graduados universitarios
Tras estudiar durante una media de más de diez años los hábitos alimentarios de un total de 14.907 voluntarios que no habían sufrido nunca depresión al inicio del estudio, se detectaron 774 nuevos casos de depresión clínicamente diagnosticada durante un seguimiento máximo de 16 años. Los consumidores de alimentos ultraprocesados presentaban un incremento relativo del riesgo de desarrollar depresión del 33 % en comparación con quienes tenían un consumo nulo o mínimo. Este efecto adverso era todavía mayor en personas con niveles bajos de actividad física.
Según Clara Gómez Donoso, investigadora del departamento de Medicina Preventiva y primera autora del trabajo, el trabajo comenzó en 1999 con graduados universitarios en Navarra y luego se abrió a toda España. «A los participantes se les hace un seguimiento cada dos años que sirve de actualización para ver el cambio en los hábitos y las enfermedades que van desarrollando a largo plazo».
Los investigadores pudieron ver que un porcentaje grande de quienes inicialmente no tenían síntomas de depresión los desarrollaban en un momento dado, al mismo tiempo que comprobaban sus datos de consumo de ultraprocesados. Aunque se trata de un estudio observacional, la experta considera que «la existencia de otros en países como Francia que también valoraron esta relación y encontraron resultados similares nos hace pensar que la asociación puede ser causal».
Antes de este estudio, las expertas ya habían encontrado la relación entre los ultraprocesados, la hipertensión y la obesidad. «Ambas -explica Gómez- son condiciones cardiometabólicas que están relacionadas con procesos de inflamación que también están involucrados en el desarrollo de la depresión, así que podemos comprobar que hay diversos mecanismos que se comparten en este tipo de enfermedades». Por supuesto, la investigadora recuerda que «la depresión es multifactorial, y hay otros muchos factores que pueden influir». Además, quiere dejar clara la importancia de la actividad física: «Hemos encontrado que en los participantes con los niveles de actividad física bajos el efecto perjudicial de consumir ultraprocesados era aún mayor y está demostrado que es un factor protector contra la depresión».
La experta concluye que «estos estudios científicos demuestran que estos productos, que por sí mismos no son sanos, nos alejan de los patrones saludables de consumo de frutas y verduras. Lo que sería ideal es que esto fuese acompañado de políticas de salud pública que puedan facilitarnos la elección».
Según la clasificación NOVA, los alimentos ultraprocesados son formulaciones industriales elaboradas a partir de ingredientes refinados (azúcar, almidones, aceites vegetales, sal) o sintetizados (grasas trans, proteína hidrolizada, aditivos), y no contienen ningún alimento entero reconocible. Si un producto tiene más de cinco ingredientes, probablemente sea ultraprocesado. Algunos ejemplos son: los refrescos azucarados, embutidos, postres lácteos azucarados, galletas, bollería industrial o los cereales para el desayuno. Se caracterizan por su baja calidad nutricional, conveniencia (están listos para consumir en cualquier momento, sin necesidad de preparación), disponibilidad (el entorno favorece su consumo) e hiper-palatabilidad (son extremadamente sabrosos). Además, desplazan el consumo de alimentos beneficiosos y se alejan de los patrones alimentarios verdaderamente saludables como la dieta mediterránea tradicional, que se ha asociado con un menor riesgo de depresión y con una fuerte reducción de riesgo cardiovascular y de cáncer de mama en el estudio PREDIMED.
Según los nutricionistas, más del 70 % de los productos del supermercado son preparados industriales, y cada vez más gente los consume porque suelen ser más baratos y cómodos. Un reciente estudio en Francia reveló que aumentar su consumo en un 10 % puede elevar la mortalidad hasta en un 14 %.