Holanda gana Eurovisión y España cae a la vigésimasegunda posición
Miki, que soñaba con escuchar el mayor número de veces posible la emblemática frase Twelvepoints, se vio muy castigado por parte de los jurados
Cantando «que querer es un juego perdido», los Países Bajos se han llevado este sábado con la victoria de Eurovisión 2019 gracias a Arcade, el soul espiritual de Duncan Laurence, en una edición de infarto que volvió a confinar a España a los últimos puestos y que, de entrada, ya contaba con otra reina.
Porque la edición 64 del festival pasará a la historia para ser «aquella en la cual actuó Madonna», ocasión histórica en la cual este acontecimiento acusado de discurrir casi siempre en paralelo en la industria musical tentó a su principal monarca a la cual se dejó querer ante una audiencia de 200 millones de personas.
La suya era probablemente la actuación más esperada de la noche, pero el «ambición rubia» se ha pasado de frenazo en un foro que es puro espectáculo. Aquí ha estrenado en directo el dancehall jamaicano Future y ha recuperado 30 años después Like a prayer, el incendiario clásico en el cual besaba a un Jesucristo negro, pero sin reeditar este momento emblemático y con alguna desafinación.
«El poder de la música es unir a la gente», reivindicaba poco antes, palabras que algunos han leído como defensa enfrente de las críticas por participar precisamente en una edición con sede en Israel a pesar de su política delante de los territorios ocupados, asunto del cual sólo se han hecho ressó los islandeses con una enseña palestina en un momento de las votaciones.
La gala, una de las más largas de los últimos años y también de las más abrumadoras en cuanto a producción, arrancaba muy antes en realidad, a las 9 de la noche (hora española), con el abrumador desfile y desembarque de los 26 participantes a concurso desde un avión que ha simulado derribar en pleno Expo Tel Aviv pilotado por Netta Barzilai, la ganadora del pasado año.
El turno de actuaciones empezó enseguida con el Chamaleon pop de la maltesa Michela y concluyó dos horas después con el español Miki, con una propuesta escenográfica enérgica y muy elaborada, pero también «confusa» para algunos, en la cual no ha faltado ni un robot gigante.
Entre medias han ido desfilando todos los aspirantes de una edición marcada por la incertidumbre, con candidaturas «tapadas» como la de Macedonia del Norte, la segunda más valorada de los jurados, o la australiana, que pasó de estar defenestrada a los pronósticos a propulsarse gracias a una puesta en escena que era pura fantasía cósmica e ingrávida.
El de este sábado ha vuelto a ser no obstante uno Eurovisión que se decantó por las grandes canciones, con propuestas muy actuales de contenido social como la italiana o la del sueco John Lundvik, con un góspel esperanzador sobre últimas oportunidades, o como la del ganador, en el piano y casi a oscuras.
Motivo de celebración ha sido también la variedad de idiomas (además del omnipresente inglés se han escuchado esloveno, albanés, español, francés, italiano, islandés y serbio) y de estilos, con sorpresas bien posicionadas y poco habituales como el pop indie, la electrónica minimalista, la charanga catalana y el metal industrial en la línea de Rammstein.
Este último, aportación de la banda Hatari, ha contribuido además a apuntalar el sabor imprescindible de Eurovisión por la excentricidad, con su apuesta por el bondage y todo tipo de artefactos de torturado placer, mientras el talluditoSerhat, dentista y representante de San Marino en su tiempo libre, se inclinaba sin rubor por un italodisco hedonista.
Fuera de concurso hubo más momentos para el recuerdo, como el intercambio de canciones entre algunos de los participantes más carismáticos del certamen de los últimos años, con la versión que la siempre electrizando Eleni Foureira hizo de la siempre corrosivo Reixat Serduchka, o el homenaje a Hallelujah 40 años después de dejar en Betty Missiego sin trofeo.
Con la Alhambra de fondo y por boca de la presentadora Nieves Álvarez se ha sabido que los expertos españoles concedían su máxima calificación en Suecia. Además, ha otorgado puntos a: Australia (10), Holanda (8), el Azerbaiyán (7), República Checa (6), Chipre (5), Italia (4), Suiza (3), Rusia (2) y Eslovenia (1).
Miki, que soñaba con escuchar el mayor número a veces posible la emblemática frase Twelvepoints , se vio muy castigado por parte de los jurados, con las únicas enhorabuenas de Bielorrusia (6 puntos) y Rusia (1), más los 53 puntos del voto popular, que han relegado a España en el puesto 22 de 26 en concreto. Y ya van cinco sin salir de la cola.
«Parece que no escarmentamos, yo el primero, diciendo tonterías que si 'top 10' o 'top 5'. Creo que nos lo merecíamos, aunque pueda ser egoísta decirlo, porque es la que más ha cantado y bailado la gente», ha afirmado el artista en declaraciones a los medios al final de la gala.
El sistema de votaciones instalado hace unos años, que separa el anuncio del veredicto de los jurados de cada país y el del televoto europeo compactado, volvió a ser causa de arritmias y estragos en un final que se dilucidó en el último segundo entre Suecia y Países Bajos.
Al final, victoria holandesa con 492 puntos, que otorga en este país su quinto triunfo en el Festival Europeo de la Canción, el primero desde 1975, y sólo 27 puntos por delante del italiano de ascendencia egipcia Mahmood, que ha acabado segundo con Soldi, lo mismo que unos meses antes rechazaba en Sant Remo al político de ultraderecha y ministro de Interior de su país, Matteo Salvini.
El top 10 de esta edición, a la cual contribuían 26 países en la final y 41 desde el inicio de las semifinales, lo han completado Rusia (369 puntos), Suiza (360), Noruega (338), Suecia (332), el Azerbaiyán (297), Macedonia del Norte (295), Australia (285) e Islandia (234).