Sociedad
«No me puedo valer por mí mismo, he decidido acabar con esta situación»
Un vecino de Malgrat de Mar con parkinson terminal pide despenalizar la muerte asistida y reivindica el derecho a morir dignamente
Antoni Monguilod, vecino de Malgrat de Mar (Maresme) de 74 años, sufre un parkinson terminal que lo ha convertido en una persona totalmente dependiente. Hace doce años que se le diagnosticó y con el tiempo se ha ido deteriorando, pero ha sido en el último año cuando la evolución ha sido más feroz y ha pasado de hacer una vida casi normal a no poder valerse por sí mismo. «Desde que me diagnosticaron la enfermedad tuve claro que llegaría el día, no muy lejano, que me tendría que enfrentar con la muerte. Ahora ya hemos llegado al punto que no me puedo valer por mí mismo, he decidido acabar con esta situación». Monguilod reclama así el derecho a morir dignamente y exige a la clase política que despenalice la muerte asistida.
En una carta abierta dirigida a los medios de comunicación, Monguilod relata que no le compensa tener que depender de otras personas para hacer cualquier cosa, especialmente de su esposa: «Sé que eso no tiene solución y la amo mucho y no quiero que pierda la salud cuidándome», relata.
Monguilod ha intentado buscar una salida a través de los médicos, que le han negado la muerte. Tampoco pudo dejar constancia que «moriría cuando decidiera» en el testamento de voluntades anticipadas. «Es un derecho que tendría que figurar entre los derechos fundamentales y nadie tendría que intervenir en la voluntad de una persona que quiera dejar este mundo», se lamenta.
Su familia vive la situación con cierta normalidad. Uno de sus hijos, Marc Monguilod ha explicado a la ACN que después de varias situaciones familiares complejas, el entorno acaba entendiendo que «la vida no tiene sentido sin una buena muerte». «Vas asumiendo esta actitud cuando te encuentras personas que quieres que tienen que sufrir y quieren terminar de vivir», asegura.
Antoni Monguilod empezó a hablar de la eutanasia hace un par de años, pero no ha sido hasta el último medio año cuando el tema se ha convertido en más habitual en las conversaciones familiares. El hombre tenía marcado en el calendario la boda de una de sus hijas, el pasado mes de abril, y ha sido a partir de esta fecha, cuando su decisión ya ha tomado un camino de no retorno.
Ahora la familia está en manos del equipo del Programa de Atención Domiciliaria y Equipos de Apoyo (PADES), que acompaña al paciente en el tramo final de su vida, una solución que no los convence: «No es una eutanasia y nos llevará a una situación que nadie sabe cuál será», se lamenta el hijo.
Marc Monguilod explica que en el actual contexto la muerte del padre no está exenta de padecimiento y «nadie sabe en qué momento será» ni en qué «condiciones físicas o psicológicas» llegará el hombre: «No se le podrá garantizar un entorno seguro y efectivo para marcharse», relata el hijo de Antoni Monguilod.