Laboral
Las trabajadoras del hogar sin papeles, desprotegidas y expuestas por la pandemia de coronavirus: «Somos invisibles»
Las migrantes no tienen derecho a paro, ni ayudas y no pueden continuar con el proceso de regularización, parado por el covid-19
Fany Galeas, del Centro de Información para Trabajadores Extranjeros (CITE) de CCOO, asegura que muchas de las empleadas del hogar se están quedando trabajo sin cobrar la liquidación, aunque tengan derecho. Tampoco les están notificando el despido con 15 días de antelación como tocaría, asegura. «Desde que empezó la pandemia, las trabajadoras del hogar sin documentación son las que más están sufriendo», añade.
Asociaciones como Mujeres Migrantes Diversas han organizado una caja de resistencia, que ya ha recaudado 17.000 euros y está repartiendo mascarillas y guantes entre las cuidadoras que todavía trabajan. Reciben consultas cada día sobre despidos o falta de material de protección, explica su portavoz Daybelin Juares. Según dice, 17 empleadas del hogar han acudido a la entidad después de contagiarse de covid-19 en el trabajo.
La desazón de trabajar con enfermos
Una de las empleadas del hogar que se puso en contacto con la organización es Jessica (nombre ficticio). Antes de la alarma sanitaria, cuidaba una pareja de abuelos sólo durante las noches. El hombre se murió de covid-19 y ella se ha quedado cuidando de la mujer. No sólo no se ha confinado en su casa después de la muerte del hombre sino que ahora tiene que dormir en el domicilio donde trabaja, hacer más horas, con más responsabilidad por los mismos 700 euros que cobraba antes. «Estoy nerviosa, estuve cuidándolo todo el tiempo, los 8 días que estuvo en casa. ¿Intento estar tranquila pero me pregunto, tendré el virus o no?», explica esta mujer colombiana, que es auxiliar de enfermería. De momento, tiene cuatro mascarillas que le ha dado la asociación y dos cajas de guantes que ha comprado la familia.
Su trabajo ha pasado de hacer la cena, dar la mediación y estar pendiente de si pasaba alguna cosa por la noche que ser la única persona que se encarga de los cuidados, la limpieza y la comida. Una carga de trabajo que le provoca una gran presión psicológica dice, que tiene que pasar sola. «Lloro en silencio y nadie se da cuenta», lamenta. Sabe que el sueldo no es suficiente para el trabajo que hace pero asegura que no tiene más opción que quedarse porque el suyo es el único ingreso de su familia. El resto, tenían contratos temporales y se han quedado sin trabajo a consecuencia del decreto de estado de alarma.
Despedidas sin cobrar
Muchas mujeres se han quedado sin trabajo a raíz de esta crisis. Aparte de no cobrar la liquidación que les corresponde por ley, algunas denuncian que sus jefes no les han pagado el mes entero y las obligan a recuperar las horas más adelante, si quieren cobrar. Lo asegura la Yasmina (nombre ficticio), una empleada del hogar a tiempo parcial que todavía espera que una cliente le envïi los 450 euros del salario de marzo. Previamente a la crisis, le comentaron que no la renovarían y que la echarían después del 31 de marzo. Una vez decretado el estado de alarma, su jefa le pidió que no fuera más al trabajo advirtiéndole, además, que tendría que recuperar los 16 días que no trabajaría en abril.
«El 31 de marzo vi que no se me había depositado nada del sueldo y yo tenía que pagar el alquiler, la comida. Si no tengo trabajo no tengo nada», explica esta hondureña. Ella asegura que la despidieron después de pedirlos ayuda para tramitar los papeles. El día 16 de abril tenía una cita para pedir el empadronamiento histórico, un paso necesario en el proceso de arraigo. Ahora, se encuentra que, cuando estaba a punto de poder regularizar su situación, se ha quedado sin trabajo y sin ayudas públicas en medio de una pandemia y una crisis económica. «Las trabajadoras del hogar nos sentimos las más desprotegidas de todos», lamenta.
Trabajadoras como ella, sindicatos y asociaciones hace tiempo que reclaman al Estado que apruebe el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para que estas empleadas del hogar y los cuidados se puedan incluir en el régimen de cotización general, equiparando sus derechos a los de cualquier trabajador.
Sin ingresos
Las mujeres sin papeles viven «al día», con salarios muy bajos y con obligaciones de cara a los familiares que han dejado a su país. Desde el orden de confinamiento de la población, Carmen (nombre ficticio) se ha quedado sin los dos trabajos que tenía de como trabajadora doméstica, y donde cobraba 400 euros. «En una casa me dijo que no volviera y en la otra que fuera en dos meses. ¿De qué comeré estos dos meses? No tengo como pagar mi habitación ni la alimentación», reconoce. De entre los dos trabajos, le pagaron 280 euros por el mes de marzo.
«¿Las que se han quedado sin trabajo pero han cotizado tendrán una ayuda pero qué pasa con nosotras? Nos hemos quedado sin nada. Somos invisibles», lanza. Ha conseguido aplazar un mes el pago del alquiler que tiene en Mataró, de 350 euros, pero se encuentra con el problema que no está empadronada en la ciudad, y no puede pedir ayudas para alimentos.
El paro provocado por el coronavirus también ha afectado a su proceso de regularización. En enero hizo tres años que se marchó de Honduras y le dieron cita a extranjería a mediados de abril. «Espero que ahora no me den una para dentro de seis meses, si no tengo papeles, no puedo encontrar trabajo», dice. Asegura que en estas últimas semanas ha perdido dos trabajos de cuidadora porque le pedían tener la documentación.
Regularización permanente
Algunos representantes políticos como el conseller de Treball, Afers Socials i Famílies, Chakir el Homrani, ha puesto sobre la mesa la necesidad de agilizar los trámites para regularizar unas 10.000 mujeres que trabajan de cuidadoras y que podrían incorporarse al sector residencial, muy tensado en plena epidemia.
Asociaciones como Dones Endavant alertan, a pesar de eso, que la regularización de situación administrativa irregular no se puede plantear como una medida temporal, de la misma manera que se ha hecho con los menores extranjeros para hacer de temporeros al campo. El Henda Conteh, vicepresidenta de la organización, asegura que los procesos se tienen que agilizar el más rápido posible para las trabajadoras y cuidadoras sin papeles que se han quedado sin trabajo y no tienen ingresos, modificando la ley de extranjería y facilitando la obtención de permisos de residencia y trabajo. Si el cambio fuera temporal, asegura, el colectivo se sentiría «utilizado». «¿Ahora que hay riesgo de infectarnos sí que llaman a los extranjeros, no?», ha lamentado.