Crónica
Pleno al cinco: una familia con media decena de positivos en Covid-19
En casa son seis y sólo se ha 'salvado’ el abuelo de 70 años, que se llama Solitario
Se hacen llamar'Los Cinco', como aquella colección de libros publicada por la escritora inglesa Enid Blyton. Luis Sobrado, su esposa Cristina, los hijos de ambos Guillermo y Gonzalo y la abuela paterna María Teresa han dado positivo en Covid-19. Solamente uno ha librado: el abuelo Solitario.
Luis y Cristina tienen 44 años, los dos la misma edad. Solitario y María Teresa, 70, también ambos. «Lo nuestro es hacer diana», dice Luis, un hombre que pese al virus no ha perdido ni siquiera un ápice de su afabilidad habitual.
Este autónomo, que con su mujer y un socio de Vigo está al frente de la empresa de productos de limpieza Disoan, termina justo este miércoles su ciclo de seguimiento y piensa que su alta es inminente.
No tiene síntomas desde hace mucho pero el test que arrojó el resultado afirmativo es del 1 de abril y por eso había que cumplir con el período estipulado, dos semanas desde la realización.
Él se encontró indispuesto el pasado 17 de marzo y por precaución se confinó antes de que toda la ciudadanía procediese a ello por decreto. Fiebre, escalofríos, vómitos, en un inicio; después nada, y tras unas jornadas de nuevo esa temperatura elevada, que se esfumó.
Cristina, cansancio, cefalea y dolores articulares. Gonzalo, de 6 años, un poco de calentura, y Guillermo, de 10, el tranquilo de esta casa, asintomático aunque, como su familia, sí contrajo el patógeno.
Todos ellos viven en un tercer piso de 160 metros cuadrados y, cómo no, los padres de Luis residen en otro, en el mismo inmueble, de idéntica medición. El segundo lo ocupa un abogado que tiene allí su despacho, pero como no se encuentra trabajando, pues está vacío.
María Teresa notó sobre todo una fatiga extrema. Y tanto ella como Solitario, que es un hombre de pocas palabras, echan mucho de menos a sus nietos. Normalmente pasaban con ellos la mitad del día y a veces se quedaban a dormir en el primero.
Cuando Luis sospechó que él podía estar enfermo, marcaron, en un acto de amor, las distancias. Ellos, María Teresa y Solitario, lo entendieron perfectamente pero no pudieron evitar entristecerse. El pequeño Gonzalo estaba, y está, preocupado por ellos. El 1 de este mes también este chiquillo dio positivo, como su madre Cristina. Y Gonzalo el 4.
¿Y cuál es el protocolo si la pandemia afecta a un hogar entero en el que hay dos menores? «No existe», contesta Luis en una charla con Efe. Todas las comidas, juntos, y los juegos, también. El único que a veces se aparta es Guillermo en ratos que pasa con su tableta.
Los cuatro miembros de este domicilio son voluntarios en Telea, la plataforma tecnológica de asistencia domiciliaria que adaptó el servicio gallego de salud con el fin de controlar la vigilancia del coronavirus en domicilio y liberar camas para los casos más graves. Basta con un Smartphone conectado a Internet.
El protocolo consiste en tomar tres veces al día la temperatura y la saturación de oxígeno, con la ayuda de un pulsioxímetro, el cual se les facilita. Para evitar olvidos salta un aviso en el supuesto de despiste. Un equipo es el que, con todo cumplimentado, revisa, en atención primaria o en la especializada. La alarma salta si la fiebre es superior a 37,5 y también si el otro marcador baja de 92.
A la vivienda también se desplazaron sanitarios especializados, provistos de equipos de protección individual a recabar muestras.
Solitario -según el Instituto Nacional de Estadística únicamente hay 53 personas con ese nombre en España- no tuvo prueba. No sabe si está en prórroga, si nunca pasará por esto o si ya lo ha vivido y no se ha percatado. Él fue fumador durante más de medio siglo. Lo dejó porque llevó un susto, con una tos muy persistente. Creyó que algo muy malo pasaba y aparcó el cigarro. Era bronquitis leve al final, pero al vicio no regresó.
María Teresa, muy restablecida, está en una habitación sola, pero por las dimensiones de su apartamento tiene todo a su alcance, una terraza incluida.
Luis y Cristina procuran no encender demasiado la televisión. Él, que estaba acostumbrado a recorrer Galicia por motivos laborales, está deseando poner un pie en la calle, para ir al supermercado, una de las excepciones contempladas. Hasta ahora, amigos, vecinos y comerciantes se han ocupado de que hambre, no pasasen. Los de la frutería, los del pescado, los de la carnicería y los de la panadería les han ido dejando todo el suministro a pie de puerta.
«Cuando salga tendremos que invitar a todos a una gran comilona. Y al socio en Vigo, que está asumiendo más trabajo», anticipa Luis, que deja para la despedida un mensaje de aliento: «Creemos que es importante normalizar la enfermedad para que la gente viva con cautela pero sin pánico. Que la sociedad vea que se puede superar, y en muchas ocasiones, sin complicaciones. Un saludo y mucha suerte».