Un mes para volver del Perú a la Bisbal d'Empordà; el periplo de dos jóvenes confinados en la América del Sur
Joan Ramírez y Bernat Jaumeandreu dicen que se han tenido que buscar la vida» para volver desde la otra punta de mundo
Joan Ramírez y Bernat Jaumeandreu tienen 23 y 22 años y llegaron a la ciudad peruana de Cuzco el pasado 10 de marzo. Al cabo de cuatro días, el gobierno anunció que a partir del día quince se haría efectivo el estado de emergencia a todo el país, como consecuencia de la crisis del coronavirus. Unas horas antes que eso pasara, el responsable del hostal donde se alojaban a los dos jóvenes bisbalencs los echó «para ser españoles». «Dijo que no quería ni españoles ni franceses ni chinos», relata a Joan.
Después de buscar y encontrar un nuevo alojamiento, reciben junto con un grupo numeroso de ciudadanos un aviso advirtiéndoles que si quieren volver hacia España tienen que hacerlo el día 15 de marzo, fecha en la que se preveía el cierre del espacio aéreo comercial. «Sólo nos dan unas horas de margen para decidirlo y el billete costa unos 1.500 dólares a cada uno», explica en Bernat.
Al final deciden quedarse en Cuzco y esperar respuesta de las autoridades españolas al país. El problema es que cuando se dirigen al consulado, se lo encuentran cerrado. A pesar de los reiterados intentos de los turistas que habían quedado atrapados para que les ofrecieran una solución, la primera propuesta del Estado no llega hasta el día 28 de marzo, según explican los afectados.
Se trata de un autocar que los llevaría a Lima, la capital, pero una vez allí, no los ofrecían ninguna otra solución y el tráfico aéreo comercial continuaba cerrado. «Además el trayecto cuesta normalmente 25 dólares y nos cobraban 150», revela Joan. De las 250 personas que quedaban en Cuzco, más de la mitad decidieron marcharse en varios buses y más de un centenar se quedaron, entre ellos en Bernat y en Joan. «Se marchó gente que estaba desesperada. Nosotros tampoco sabíamos cuál alternativa nos daban una vez allí», explican.
Todos los países repatriaban
El descontento por la «poca voluntad» de la embajada a ofrecer soluciones a los turistas españoles iba creciendo y era «generalizado». De hecho, en Bernat recuerda que mientras el resto de países «hacían trabajo repatriando a sus ciudadanos» ellos continuaban allí «sin ninguna solución».
De hecho, en una de las muchas llamadas que mantuvieron con responsables diplomáticos del Estado en Perú, desde la embajada les recomendaron que cogieran un vuelo que organizara otro país. Joan explica que estuvieron a punto de subir a uno de Air France con destino en París, pero que al final no lo hicieron porque el precio era alto y no lo podían asumir.
Finalmente, la embajada les confirma que un avión saldrá de Lima en dirección a Madrid el día 9 de abril, pero les dicen que se tienen que espabilar para cubrir los 1.000 kilómetros que separan Cuzco de Lima. Los dos jóvenes y el resto de turistas atrapados preguntan si les pueden facilitar otro autocar como el del día 28, pero el Estado se desentiende, y tienen que ser ellos mismos quien, a contrarreloj, alquilen los buses y hablen con las autoridades peruanas para obtener salvoconductos y no tener problemas.
Cuando todo parecía listo para poder retornar, se encuentran con un cierre total del tráfico que les impide hacer el trayecto en autocar y ven cómo se les escapa la posibilidad de volver a casa. La presión constante y el malestar, hace que el estado finalmente acceda unos días más tarde a poner dos vuelos, uno de Cuzco en Lima y otro de la capital peruana en Madrid, eso sí, un mes después de haber ido al consulado por primera vez, según relatan los dos jóvenes bisbalencs.
Desatendidos y mal informados
Los dos chicos lamentan que durante todo este mes se han sentido «desatendidos y mal informados» por parte de la embajada española, y dejan claro que se trata de una sensación «generalizada». «Teníamos la impresión que entre ellos no se entendían, y al final te encontrabas con que le decían una cosa a uno y la contraria al del lado», explican.