Salud
La contaminación del aire provoca daños cerebrales relacionados con el Alzhéimer
Una mayor exposición a zonas verdes genera más resiliencia a la enfermedad
En este trabajo también ha participado el CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES), el CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) y el CIBER de Bioenginyeria, Biomateriales, y Nanomedicina (CIBER-BBN).
La recogida de datos del trabajo se llevó a cabo entre 2013 y 2014 sobre 958 participantes cognitivamente sanos del Estudio Alfa del BBRC, residentes durante al menos tres años en el mismo domicilio en la ciudad de Barcelona.
Para calcular el nivel de exposición de los participantes en los gases y partículas contaminantes, el equipo de investigadores de ISGlobal utilizó los datos recogidos en Barcelona en el marco del proyecto europeo ESCAPE, durante tres estaciones diferentes del año, y las cruzó con las direcciones de los participantes. El periodo de recogida de datos no es determinante en este estudio, ya que la distribución espacial de la contaminación del aire en Barcelona ha estado bastante consistente durante los últimos 20 años.
Paralelamente, gracias a las extensas pruebas que se hicieron un subgrupo de participantes del Estudio Alfa a la resonancia magnética, los investigadores del BBRC analizaron las áreas cerebrales que más se ven afectadas en la enfermedad de Alzheimer y las compararon con la exposición a la contaminación ambiental. Está en este punto donde detectaron como los barceloneses más expuestos a la polución del aire presentaban un grosor cortical inferior y una mayor atrofia cerebral respeto los participantes menos expuestos.
Por el contrario, los investigadores observaron que los participantes más expuestos en zonas verdes tenían un mayor grosor en el córtex de determinadas áreas cerebrales. Por lo tanto, estas personas presentaban una mayor resiliencia a la enfermedad de Alzheimer que los participantes más expuestos en los contaminantes NO2 y PM10, que provienen principalmente de la combustión de carburantes de los vehículos y de las plantas industriales. En este caso, los investigadores apuntan que no se trata de un beneficio directo de los espacios verdes, sino que más bien de una menor exposición a la polución.
Aparte de medir el impacto de la contaminación del aire y las zonas verdes en la estructura cerebral, los investigadores también analizaron el impacto de estos dos factores y del ruido en el rendimiento cognitivo, y no encontraron resultados significativos.