Igualdad
La crisis de la covid-19 puede provocar un retroceso de medio siglo en igualdad de género
Las mujeres que se ven obligadas a dejar el trabajo o pedir reducción de jornada aumentan durante el confinamiento
Este es el caso de la Anna –nombre ficticio. El marido, dedicado al sector de la automoción, se ha tenido que desplazar al lugar de trabajo durante el confinamiento. Ella ha asumido el cuidado de las tres hijas y, al mismo tiempo, ha teletrabajado a jornada completa. Para poder combinar ambos trabajos, Anna empieza a trabajar a las siete de la mañana, para aprovechar dos horas mientras las niñas todavía duermen. «No es saludable. Es un sobreesfuerzo que se entiende que se tiene que hacer, pero estoy agotada», ha lamentado, en una conversación con el ACN.
La sobrecarga no tiene sólo un impacto económico, sino también en el bienestar de las mujeres. «Ha habido un aumento muy grande de situaciones de ansiedad y de angustia provocadas por la incapacidad de poder llegar a todo», ha denunciado la directora general de la Fundación Sale, Sira Vilardell, que trabaja con mujeres que han pasado por situaciones de vulneración de derechos o de desigualdad.
Aunque el confinamiento ha obligado, en la mayoría de los casos, a los hombres y las mujeres a estar el mismo tiempo en el hogar, las tareas domésticas y el cuidado de los niños han seguido siendo responsabilidad de las mujeres. Según un estudio elaborado por Lídia Farré, desde la UB, y la profesora Libertad González, de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), el 62% de las mujeres se han hecho cargo del acompañamiento educativo de los hijos, en comparación con el 38% de los hombres. Antes del confinamiento, el reparto era del 64% y el 36%.
Con respecto a los ratos de ocio con los niños, el 55% de las mujeres ha asumido esta tarea, hacia el 45% de los hombres. Antes del confinamiento, los porcentajes eran de un 56% y un 44%. El único trabajo del hogar donde los hombres han incrementado mucho la participación está en la compra, que se ha convertido en «una tarea de hombres» durante el confinamiento, según el informe.
La primera semana de estado de alarma, el marido de Mònica dio positivo en coronavirus y, diez días más tarde, tuvo que ingresar en el hospital. Desde entonces, ella se ha hecho cargo de los hijos, incluso haciéndoles «de maestra», ha asumido todas las tareas del hogar y ha seguido teletrabajando a jornada completa. Aunque no se ha planteado ninguna reducción de jornada, ahora prevé pedir a la empresa seguir teletrabajando hasta la reapertura de las escuelas. El marido, sanitario, tendrá que volver al trabajo.
«El gran miedo es que esta crisis, que está afectando más a las mujeres, nos haga retroceder en términos de igualdad de género veinte o treinta años. Las mujeres sufrirán más las pérdidas de trabajo y se están viendo más afectadas porel cierre de las escuelas», ha advertido Farré.
De hecho, antes del confinamiento, el 30% de la población catalana estaba en riesgo de pobreza, mayoritariamente mujeres monomarentals. «Cuando salimos de la pandemia, estas mujeres, que ahora dependen de la comida de la Cruz Roja y Càritas, estarán peor que antes, ha alertado a la directora del ODEE.
De hecho, los estragos de la crisis del coronavirus ya se han empezado a notar. Antes del confinamiento, la Fundación Sale se atenía sesenta familias para cubrir las necesidades básicas, una cifra que ahora se ha triplicado hasta las 180 familias. «Muchas de las mujeres han sido despedidas, han perdido el trabajo o han perdido el acceso a las prestaciones y han requerido mucho asesoramiento y acompañamiento», ha afirmado la directora general de la entidad.
Vilardell ha denunciado la falta de medidas o recursos por «acompañar» a las mujeres con un proceso «de equiparación de derechos». «Va a costa que siempre acabe pagando el más vulnerable y que las mujeres cojan una sobrecarga mucho mayor de la que tenían y sigan precarizando mucho más su situación», ha criticado.
Esta es «especialmente grave» en el caso de las familias monomarentals, ha lamentado Farré. Cerca de un 50% de las personas atendidas a la Fundación Sale son familias monomarentals. Ahora, muchas de estas mujeres han perdido los trabajos, la única fuente de ingresos, y la posibilidad de acceder a las prestaciones. A este problema se suma la dificultad en recuperar el puesto de trabajo porla imposibilidad de conciliar la vida laboral y la personal.
«Después de los recortes, las mujeres que están solas con cargas familiares no lo tienen nada fácil», ha denunciado la secretaría de Mujeres, Diversidades y Políticas LGTBI de CCOO, Alba Garcia. «La precariedad laboral, que tiene rostro de mujer, es el punto de mira paracualquiera de las medidas para salir de la crisis», ha manifestado. Ante esta situación, CCOO plantea el ingreso mínimo vital y la renta garantizada en Cataluña como dos medidas para «paliar» la situación «precaria» de algunas mujeres hasta que se recupere la economía.
Como una vía para tratar de reducir el aumento de la vulnerabilidad de la mitad de la población, la directora del ODEE ha reclamado la creación de un comité en clave de género, con el 50% de mujeres, para que ponga el «foco» en el cuidado de las personas.
Por su parte, la profesora de la UB ha propuesto implementar unos permisos para cuidar de los niños. Inspiradas en los permisos de maternidad o paternidad, estas subvenciones remuneradas permitirían liberar a los trabajadores de las obligaciones laborales hasta la reapertura de las escuelas. Para preservar la igualdad de género entre los progenitores, los permisos se tendrían que repartir a partes iguales y tendrían que ser intransferibles, asegura.
En cualquier caso, Farré considera que la crisis sanitaria también puede haber revertido la norma social en algunas familias, donde la mujer trabaja en el sector sanitario o esencial. Durante el periodo de confinamiento, Óscar -nombre ficticio- se ha encargado de las tareas domésticas y el cuidado de los niños, mientras su mujer trabajaba en el hospital. «En estas familias se ha abierto un nuevo paradigma, se han generado unos cambios de roles que pueden tener repercusiones sobre la desigualdad de género», ha afirmado.
Más allá de las medidas concretas, tanto el ODEE como CCOO exigen la publicación de los datos de los ERTO segregados por género. «Primero tienes que tener un mapa y un análisis de los datos, y entonces puedes hacer políticas de ayuda para los más necesitados que, en este caso, efectivamente, son las mujeres», ha denunciado Mercadé.
Sara, Anna o Mònica son sólo algunas de las caras de la crisis del coronavirus. «O hay una respuesta ágil y estructural, o continuaremos con un volumen muy importante de personas con un alto grado de vulnerabilidad y pobreza», ha resumido Vilardell.