Diari Més

El precio de los alimentos en Catalunya se dispara a niveles que no se veían desde el 2013

La inversión de los supermercados en medidas contra la covid-19, los cambios en la demanda y una reducción de la mano de obra en el campo también influyen en la evolución de los precios

Varios clientes en una frutería de mercado.

El precio de los alimentos en Cataluña se dispara a niveles que no se producían desde el 2013ACN

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El precio de los alimentos y las bebidas no alcohólicas durante el mes de abril en Catalunya creció un 3,9% con respecto al mismo mes del año anterior, uno variación que no se registraba desde 2013. Factores como un incremento de la demanda o una reducción de la mano de obra en el campo durante el estado de alarma han influido en el encarecimiento de los productos, aunque hay otro factor que ha sido mucho más determinante. Según los expertos consultados por la ACN, la inversión de los supermercados en medidas de prevención delante de la covid-19 ha sido el elemento que más peso ha tenido a la hora de explicar la subida de precios. Durante el estado de alarma, el último eslabón de la cadena de distribución ha tenido que incrementar tanto los costes salariales como los logísticos.

«Durante las últimas semanas, los supermercados no hemos hecho el agosto, sino que hemos tenido que hacer frente al mayor reto logístico de nuestra historia», asegura Ignacio García, director general de la Asociación Española de Distribuidores de Autoservicio y Supermercados (ASEDAS). En la misma línea se expresa el profesor colaborador de los estudios de Economía y Empresa de la UOC, Juan Carlos Gázquez-Abad, quien también recuerda que el incremento de los precios antes de la crisis del coronavirus se situaba por debajo del 2% interanual. «Los supermercados han hecho un esfuerzo muy importante en materia laboral, multiplicando turnos e incrementando los costes salariales», dice. Al mismo tiempo, «la compra de mascarillas y mamparas protectoras cuando todavía había escasez de material [...] o la reorganización de la misma superficie comercial han generado un gasto muy significativo», añade.

Por otra parte, los supermercados también se han visto obligados a incrementar los precios a raíz del cambio en las preferencias de los consumidores. «Durante las últimas semanas, la gente no ha comprado productos exclusivos, un hecho que no ha sido beneficioso por el margen de las empresas,» según comenta el director general de ASEDAS. Para Gázquez-Abad, los resultados de Mercadona son un buen reflejo de la situación que viven los supermercados. Durante el mes de marzo, la cadena registró unas ventas récord de 2.331 MEUR pero redujo su beneficio un 95%, hasta los 5 MEUR, según detalló en un comunicado interno.

Ante el escenario actual, los expertos coinciden en que el incremento de precios se ha producido principalmente en la última parte de la cadena de distribución. A pesar de todo, la mayoría destacan que el importe de los productos alimenticios ha evolucionado de forma «estable» y que la cadena ha conseguido evitar escenas de desabastecimiento.

Los mercados mayoristas hablan de «normalidad»

Los principales mercados mayoristas de alimentos no han detectado incrementos desmesurados en el precio general de los productos y hablan de «normalidad». «Los cambios de los últimos días responden a tendencias de mercado, exactamente lo mismo que pasa cuando hay huelgas de productores o se dan factores climatológicos que afectan a la producción,» señala Ingrid Buera, directora de negocio de Mercabarna.

Si bien es cierto que algunos alimentos han registrado importantes incrementos en el precio con respecto a los días previos al estado de alarma, Buera recuerda que todo varía en función de la ley de la oferta y la demanda. Productos como las naranjas o las peras –alimentos frescos que tienen piel y se conservan más tiempo- se han encarecido un 35% y un 30%, respectivamente, mientras que de otros como el pescado fresco –alimentos que se acostumbran a consumir en restaurantes- ha registrado bajadas de precio de hasta el 42%. Desde Mercabarna resaltan que «cada producto es un caso» y que, en muchas ocasiones, las variaciones se tienen que coger con pinzas. «No es lo mismo que un producto que vale 0,5 euros se encarezca un 50% que lo haga uno que vale 30 euros», dice Buera.

«Los distribuidores nos acusan de haber subido los precios pero eso no es verdad»

El responsable nacional de la fruta dulce del sindicato Unió de Pagesos (UP), Bernat Ramon, lamenta que los distribuidores justifiquen la subida de precios porque, según aseguran, los productores los han incrementado. En realidad, asegura a Ramon, según datos del Observatorio de Precios del Departamento de Agricultura, el precio está bajando para el campesino y «en el eslabón del mayorista está incrementando». Así, entre marzo y abril ha supuesto una subida de entre un 14 y un 19% en el bolsillo del consumidor hacia una disminución de entre un 7 y un 9% a la del productor.

Unió de Pagesos no responsabiliza la crisis derivada de la covid-19 de esta situación, sino que lo atribuye a la casuística de cómo está montado el sistema. De hecho, el sector de la fruta dulce en Catalunya ya acumula varias campañas consecutivas con pérdidas derivadas del veto ruso. Este año esta situación se ve agravada por el incremento de los costes de producción de hasta un 30% por la necesidad de dotar de EPIs a los temporeros y también para garantizar los protocolos de seguridad durante la campaña de la fruta.

Todo mientras las cifras apuntan que, desde que empezó el confinamiento por el coronavirus, ha aumentado el consumo de fruta. En una fase inicial de la actual campaña de la fruta, Ramon apunta que todavía no saben cómo serán los precios de este año y espera que haya un incremento de precio hacia el productor, aunque no hay demasiadas esperanzas porque las dos últimas temporadas la producción ha caído a Europa y el precio no ha subido para el campesino. En cualquier caso, Ramon ha clarificado que están «expectantes y reivindicativos» para que la subida de precios se materialice.

Los consumidores suben la voz

Según una encuesta publicada el 22 de mayo por la Agencia Catalana del Consumo (ACC), casi la mitad de los catalanes (43%) considera que ha sufrido un aumento «injustificado» en el precio de los alimentos frescos. Por otra parte, la asociación de consumidores Facua realizó un sondeo con 11.000 personas donde el 83% de los participantes afirmó haber detectado subidas de precios notables. «Creemos que hay empresas que han aprovechado una situación donde el consumidor ha bajado la guardia para reducir las ofertas y encarecer la compra», asegura el representante de Facua, Rubén Sánchez.

Para este portavoz, la subida de precios «no está justificada» y apunta directamente a los intermediarios. «Sabemos que los pequeños agricultores no son los que más ganan en esta crisis», dice. Aunque Sánchez prefiere ser prudente sobre una intervención del Estado sobre el precio de ciertos productos, sí que considera que el gobierno español «tendría que haber sido mucho más atento a la evolución del importe de los alimentos».

La vuelta a la normalidad, toda una incógnita

Los expertos coinciden en apuntar que la tendencia de los precios de los alimentos acabará cambiando, aunque no se atreven a hacer pronósticos. Para Ingrid Buera, de Mercabarna, la clave de todo radica en la apertura de restaurantes y hoteles, establecimientos donde se acostumbran a consumir productos muy diferentes de los que se cocinan en la mayoría de hogares. En cualquier caso, la vuelta a la normalidad está condicionada a la aparición de nuevos brotes y al descubrimiento de una vacuna efectiva contra la covid-19.

De momento, todo hace pensar que el importe de los productos seguirá la misma tendencia de los primeros meses de estado de alarma. Según lo Índice de Precios al Consumo Adelantado (IPCA), el importe de los alimentos en el conjunto del Estado ha crecido un 3,5% interanual en mayo, más de un punto por encima de los registros previos a la llegada de la pandemia. Que los alimentos entren en deflación todavía queda lejos. «Tendremos que esperar que la situación esté completamente controlada y que el consumidor viva en un estado de despreocupación total», concluye Gázquez-Abad.

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