El año en el que el patio del cole enmudeció
A pesar del confinamiento y cierre de las aulas hubo efectos positivos. menos abandono y más alumnos a las pruebas de acceso universitario
El cierre de los centros educativos por la covid-19 ha ralentizado por regla general el ritmo de aprendizaje y sacado a la luz la brecha digital, pero ha tenido efectos positivos como la permanencia de un mayor número de alumnos en el sistema ya que salir al mercado laboral en época de crisis es una «mala idea».
Casi diez millones de alumnos retomaron sus clases en septiembre pasado después de que la algarabía de los patios enmudeciera tras la declaración del estado de alarma del 14 de marzo.
En ese periodo, la comunidad educativa hizo un gran esfuerzo por adaptarse a marchas forzadas a la situación sobrevenida y su principal temor fue que los contagios se dispararan y obligaran a cerrar las aulas, un presagio que finalmente no se cumplió.
Padres y profesores «reaccionaron rápido», pero aún en el caso de que la educación en línea hubiera sido similar en los hogares y en los centros, «no funciona igual que la presencial», afirma Ismael Sanz, exdirector del Instituto Nacional de Evaluación Educativa del Ministerio de Educación y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
La pérdida de aprendizaje en todos los tramos
Un hándicap que se agudiza entre los alumnos más rezagados, añade Sanz, quien destaca la pérdida de aprendizaje durante los meses de cierre de los centros a partir de la declaración del primer estado de alarma el 14 de marzo de 2020.
Holanda ha cuantificado dicha pérdida al equivalente de lo que se aprende entre dos y tres meses, y Bélgica en medio curso.
«El efecto ha sido mayor en Primaria que en Secundaria. Ha habido un efecto negativo en todos los niveles pero más para los de Primaria que aún no tenían la autonomía ni grado de madurez suficiente para la enseñanza 'online'», añade el experto, quien subraya que las tutorías en pequeños grupos puede compensar lo perdido.
Pero hay un impacto positivo derivado de la mala situación del empleo: «muchos jóvenes» han decidido permanecer en el sistema educativo.
Salir al mercado de trabajo durante una crisis es «una mala idea: vas a tener un sueldo inferior a las cohortes previas y posteriores, y ese salario inferior te acompañará cierto tiempo».
Lo demuestran los últimos datos oficiales, las tasas de abandono escolar han vuelto a caer en 2020, situándose en el 16 % -1,2 puntos menos que en 2019-, pese a que sigue siendo una de las más altas de la Unión Europea (10 % de media).
Dentro del grupo de los jóvenes de entre 25 a 29 años, el 50,2 % ha alcanzado el pasado año el nivel de Educación Superior, casi dos puntos más que en 2019 y doce puntos más respecto a 2010.
Durante el año de la pandemia también se ha registrado un ligero aumento en el número de aprobados en la EBAU (antigua Selectividad): el 93,15 % frente al 92,9 % de 2019. Un total de 227.905 estudiantes superaron el examen.
Con casi el mismo número de matriculados en segundo de Bachillerato que el año pasado, se matricularon en la convocatoria ordinaria de la EBAU/EVAU 41.501 jóvenes más que en 2019.
Mucha improvisación y lentitud en la adopción de medidas
Entre las certezas que José Ramón Merino, responsable de Políticas Educativas de STEs, destaca de lo ocurrido en 2020 menciona «la improvisación y lentitud» con la que reaccionaron el Gobierno central y las autoridades autonómicas, competentes en educación.
Sobre el impacto en el rendimiento académico considera que ha sido «perjudicial» en todos los tramos de enseñanza, con independencia del carácter público o privado de los centros, aunque -añade- es difícil saberlo con exactitud dado que los datos suministrados por las comunidades autónomas son incompletos.
Calcula además que entre el 15 y el 20 % de los estudiantes no pudo seguir o tuvo muchas dificultades para engancharse a las clases en línea, una situación que continuó en septiembre porque las administraciones «no reforzaron lo suficiente; tendrían que haber puesto más profesores».
En todo el país se contrataron 40.000 profesores -35.000 en la red pública y 5.000 en la concertada, y la única que no ha renovado los contratos fue la Comunidad de Madrid, añade.
Cuando la casa se convirtió en aula
El aula en casa ha tenido también sus contras para muchas familias, cuenta Elena, madre de una alumna de Bachillerato y de otra universitaria, matriculadas en centros públicos.
A los adolescentes se les cortó toda relación social durante los meses de encierro más duro en una etapa en la que el «grupo» es su mayor referente, lo que también tiene consecuencias en el rendimiento o la motivación académica, explica.
Y a eso le suma las dificultades tecnológicas: «Una familia con dos adultos teletrabajando y dos alumnos en casa necesita cuatro ordenadores y una potencia en la red de la que no disponen muchos españoles».
«Aún en nuestro caso, que disponíamos de los equipos informáticos adecuados, hubo muchos días en los que fallaba la conexión y las chicas no podían asistir a las clases», explica esta madre, que también resalta la gran labor que han hecho los profesores de los colegios e institutos públicos para adaptarse aún sin tener tampoco suficientes conocimientos y herramientas tecnológicas.
La crisis también ha estimulado la innovación en algunos centros y hay quienes pudieron sortear mejor la situación porque llevaban años atrás trabajando con la introducción de las nuevas tecnologías. Es el caso del centro privado Mirasur School, en Pinto (Madrid).
«Hemos tenido casi mil alumnos conectados al aula desde casa y las familias han podido entrar como nunca en la rutina y en la dinámica de cada aula. Ha sido histórico, los padres han podido estar dentro del aula y cada colegio con sus fortalezas y aciertos y errores y debilidades ha tenido que rendir cuentas ante las familias y la sociedad en general», afirma Pedro Sampedro, director del centro.