Ciencia
Las resonancias de un cometa estrellado en 1994 revelan nuevos datos sobre Júpiter
Un equipo de astrónomos ha medido por primera vez los vientos estratosféricos del planeta
Un equipo de astrónomos ha medido por primera vez, de forma directa, los poderosos vientos estratosféricos de Júpiter. Esta medición ha sido posible tras un nuevo análisis del rastro del cometa Shoemaker-Levy 9, que impactó contra el gigante gaseoso en 1994 y todavía sigue arrojando nuevos datos sobre el planeta.
Tradicionalmente, los astrónomos han rastreado los vientos de la atmósfera inferior de Júpiter en las nubes arremolinadas de gas en movimiento que dan forma a sus distintivas bandas rojas y blancas. Asimismo, los investigadores también habían documentado cerca de los polos del planeta los vívidos resplandores conocidos como auroras, que parecen estar asociados con fuertes vientos en la atmósfera superior de Júpiter.
Sin embargo, hasta ahora nunca habían podido medir de forma directa los patrones de los vientos que tienen lugar entre estas dos capas atmosféricas, en la estratosfera.
Allí, las bandas estrechas de viento, conocidas por los científicos como chorros, soplan a una velocidad de hasta 400 metros por segundo en latitudes altas, lo que equivale a 1.440 kilómetros por hora. Eso es más del doble de las velocidades máximas de tormenta alcanzadas en la Gran Mancha Roja de Júpiter y más del triple de la velocidad del viento medida en los tornados más fuertes de la Tierra.
«Nuestra detección indica que estos chorros podrían comportarse como un vórtice gigante con un diámetro de hasta cuatro veces el de la Tierra y unos 900 kilómetros de altura», ha explicado en un comunicado Bilal Benmahi, del Laboratorio de Astrofísica de Burdeos (Francia) y coautor del estudio publicado en Astronomy & Astrophysics.
Por su parte, el astrónomo Thibault Cavalié, también del Laboratorio de Astrofísica de Burdeos y encargado de dirigir al equipo investigador, sostiene que «un vórtice de este tamaño sería una bestia meteorológica única en nuestro sistema solar».
Según informa Science Alert, la muerte del cometa Shoemaker-Levy 9 fue uno de los eventos más espectaculares jamás vistos en el sistema solar. Aunque la roca helada fue destrozada por la inmensa atracción gravitacional de Júpiter, los fragmentos orbitaron durante dos años ese planeta hasta que en julio de 1994 chocaron con la atmósfera.
El impacto de este cometa agregó nuevas moléculas que hasta ese momento no estaban presentes en el planeta, como el amoníaco o el cianuro de hidrógeno, esta última aún detectable en la estratosfera joviana.
En este caso, el equipo investigador utilizó 42 de las 66 antenas de alta precisión de ALMA, ubicadas en el desierto de Atacama (al norte de Chile), para analizar estas moléculas de cianuro de hidrógeno que se han estado moviendo en la estratosfera desde el impacto de Shoemaker-Levy 9. Los datos de ALMA les permitieron medir el efecto Doppler -pequeños cambios en la frecuencia de la radiación emitida por las moléculas- causado por los vientos en esta región del planeta.
«Al medir este cambio, pudimos deducir la velocidad de los vientos de manera muy similar a como se hace para deducir la velocidad de un tren que pasa por el cambio en la frecuencia del silbato del tren», explica Vincent Hue, coautor del estudio y científico planetario del Instituto de Investigación Southwest, en EE UU.
Además de los sorprendentes vientos polares, el equipo utilizó ALMA para confirmar, también por primera vez, la existencia de fuertes vientos estratosféricosalrededor del ecuador del planeta midiendo directamente su velocidad. Los chorros detectados en esta parte del planeta tienen velocidades medias de unos 600 km/h.
Según Cavalié, los resultados obtenidos «abren una nueva ventana para el estudio de las regiones de Júpiter con auroras, algo realmente inesperado hace tan solo unos meses», ha concluido.