Mascarillas a la fuerza: luchadores mexicanos las reparten en el metro
La iniciativa forma parte del Instituto de la Juventud del Ciudad de México para promover el uso de la mascarilla
El Bandido y otros ocho profesionales de la lucha libre mexicana cambiaron este martes el ring por los vagones del metro capitalino, donde se cercioraron de que sus millones de usuarios llevan cubrebocas para noquear a la pandemia del coronavirus.
Aunque ellos no necesitan uno, dado que sus tradicionales máscaras de luchador ya cubren su rostro, irrumpieron entre piruetas en el suburbano repartiendo mascarillas, desinfectando a la gente e incluso escarmentando, sin pasarse de fuerza, a los incumplidores.
«Estamos haciendo conciencia a toda esta gente que todavía dice que no existe el coronavirus. Venimos con cubrebocas, sanitizante y todas las medidas de seguridad que deben de haber en el metro para cuidarnos», dijo a Efe el Bandido, vestido con un traje de lentejuelas doradas con su férreo abdomen a la vista.
Esta iniciativa forma parte de una campaña del Instituto de la Juventud de la Ciudad de México para promover el uso de mascarilla, que consiste en persuadir con humor a aquellos que todavía se resisten a llevar cubrebocas o que lo llevan mal puesto.
En días pasados estuvieron en la concurrida Zona Rosa de la capital, en la Central de Abasto, considerado el mercado más grande de América Latina, y en el Mercado de Jamaica, también en la capital.
Y les esperan nuevos asaltos, pues próximamente visitarán La Viga, mercado que se abarrota cada Semana Santa de familias comprando pescado.
«Hay gente que sí se enoja y otros se lo toman a juego», comentó entre risas el Bandido, quien, con 10 años de experiencia en la lucha libre, se confesó impresionado porque la inmensa mayoría de los usuarios del metro sí llevan cubrebocas.
Aunque no faltaron algunos pillos sin mascarilla o con la mascarilla por debajo de la nariz que al ver llegar al imponente grupo de luchadores apretaba a correr en sentido contrario sin demasiado éxito.
El escarmiento: le colocaban un cubrebocas, lo rociaban con desinfectante y, en algunos casos, lo manteaban varias veces. «Así no se le olvidará ponérselo», se escuchaba.