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Constructors denuncian la operativa de las mafias en la vigilancia de obras

Grupos organizados ofrecen vigilancia y si no los contratan, causan robos o destrozos

Imagen de archivo de una obra.

Constructors denuncian la operativa de las mafias en la vigilancia de obrasPixabay

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«Poco después de empezar la obra te hacen una visita y te advierten de que hay muchos robos en la zona. Te ofrecen su servicio de vigilancia y, si no lo contratas, en pocos días sufres el primer robo o algún destrozo». La denuncia la hace un importante promotor de Barcelona, que prefiere mantenerse en el anonimato y que lamenta la «impunidad» con que desde hace demasiados años actúan «clanes» o «grupos organizados» que se dedican a ofrecer su servicio de vigilancia nocturna en obras de toda España.

Este constructor, que desarrolla principalmente su actividad en Madrid y el área metropolitana de Barcelona, donde tiene actualmente en marcha varias promociones de edificios residenciales, califica esta práctica de «extorsión» y de «mafias» a los grupos familiares que las llevan a cabo.

Lamenta, asimismo, que muy a menudo los promotores acaban accediendo al «chantaje» y evitan denunciar los hechos ante la policía, lo que contribuye a que el problema se cronifique.

Según explica, cuando estos grupos, que operan a través de empresas constituidas legalmente, detectan que arranca una nueva construcción, un representante se persona en la obra y ofrece la contratación de sus servicios, alertando de la inseguridad que hay en la zona.

«Si no lo haces, es muy probable que en los próximos días sufras un robo o algún daño material», explica este empresario, que ha sido víctima en diversas ocasiones de estos grupos, que años atrás le llegaron a quemar una caseta de obra.

«Antes eran muy agresivos en la contratación, pero esto ya no se estila. Ahora son más comedidos y realizan hurtos porque saben perfectamente qué pueden llevarse para no ir a la cárcel», indica el empresario.

Días después de producirse el robo, normalmente la misma persona vuelve a presentarse en la obra para preguntar si ha habido algún incidente y ofertar de nuevo sus servicios, que además suelen estar «muy por debajo» del precio de mercado.

«Tener una empresa de seguridad de seis de la tarde a seis de la mañana puede costar entre 7.000 y 10.000 euros al mes, pero ellos te dicen que lo hacen por 1.000 o 1.500 euros», señala el constructor, que recuerda que, casualmente, cuando contratas a estas empresas reaparece el material robado u otro muy similar.

«Si lo denuncias, te expones a que te extorsionen, así que acabas aceptando el chantaje, porque al final evitas robos y te ahorras un dinero», explica un promotor de Sabadell (Barcelona) que lidia desde hace años con esta problemática.

El resultado, afirman los promotores, es que abundan las obras en las que puede verse un pequeño cartel que alerta que el recinto está bajo control: principalmente, una bandera gitana de color azul y verde, con una rueda de carro dibujada, que es el símbolo de este pueblo nómada.

Efe ha contactado con diversas de estas empresas dedicadas a la vigilancia de obras, que en muchos casos llevan el apellido de la familia, pero todas han rehusado hacer declaraciones.

Los promotores aseguran que esta práctica está «muy extendida» en el área metropolitana y algo menos en Madrid, y resaltan que no solo les afecta a ellos, sino también, y especialmente, a las demás empresas que prestan estos servicios.

Carlos F., propietario de una de estas compañías, denuncia la «competencia desleal» que suponen estos «clanes» familiares, que ofrecen sus servicios a precios mucho más bajos que la media del mercado, contra los que es prácticamente imposible competir.

«No podemos competir con ellos y esto nos lleva a cerrar», explica el empresario, que lleva más de 40 años operando en el sector y se siente «indefenso» ante estas prácticas.

«Trabajamos para los pocos constructores que piensan como nosotros y que quieren trabajar con gente seria y que tengan todo en orden, aunque eso les suponga tener que pagar más», explica Carlos F.

En este contexto, el empresario ve difícil la supervivencia de compañías como la suya: «Es una guerra perdida. Algunos han denunciado y les han robado, así que ahora optan por callar y otorgar».

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