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La colonización humana provoca cambios en la vegetación de islas de todo el mundo 11 veces más intensos que el clima

Un estudio publicado en 'Science', cuya autora principal es catalana, muestra cambios irreversibles en ecosistemas

Imagen de archivo de Islandia.

La colonización humana provoca cambios en la vegetación de islas de todo el mundo 11 veces más intensos que el climaPixabay

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Un estudio publicado este jueves en la revista 'Science' indica que los cambios en la vida vegetal del ecosistema de una isla producidos por la colonización humana son once veces más intensos que los causados por el clima o efectos como erupciones volcánicas. La investigación se ha llevado a cabo en 27 islas de todo el mundo. Esta modificación causada por la acción humana es irreversible y se reproduce siglos después de la colonización. Al lado de un equipo internacional, la primera autora del artículo es Sandra Nogué, de la Universidad de Southampton (Reino Unido), que analizó los datos y dio forma al trabajo mientras era investigadora visitando en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), donde colaboró con Josep Peñuelas.
La isla de Islandia fue colonizada hace unos 1.000 años por vikingos, un pueblo nórdico navegante con un marcado carácter negociante. Las materias primas y los recursos que ofrecía la remota isla del océano Ártico despertaron un fuerte interés entre los vikingos, que dejaron una huella en el entorno natural, como muchos otros pueblos que han colonizado islas por todo el mundo. En Islandia, si bien la vegetación muestra cambios vinculados al clima previos a la llegada de los humanos, a partir del año 920 la actividad de los primeros pobladores aceleró cambios en la vegetación, intensificó la erosión y destruyó bosques a favor de los pastos. La madera necesaria para construir embarcaciones, la piedra y el metal de una isla tan rica en recursos se vio sacudida.

Actualmente, la mayoría de islas habitadas de todo el mundo han experimentado al menos dos olas de asentamiento diferentes, cada una con cambios característicos y con legados cada vez más complejos. Eso es por la condición irreversible de los cambios que se han producido, que cada vez son más rápidos.

Las islas, un laboratorio ideal

El estudio permite cuantificar el impacto humano en un paisaje, ya que hasta ahora, en las masas continentales, era difícil separar los efectos del clima y de otros impactos ambientales de los provocados por los primeros humanos. El equipo de investigación ha estudiado polen fosilizado de hace 5.000 años, extraído de sedimentos de las 27 islas, que ha permitido entender la composición de la vegetación de cada una y como cambió desde las muestras de polen más antiguas hasta las más recientes.

«Las islas son laboratorios ideales para medir el impacto humano», apuntaSandra Nogué. «La mayoría fueron colonizadas los últimos 3.000 años, cuando los climas eran similares a los actuales. Saber cuándo se colonizó un territorio aislado facilita el estudio científico de los cambios de la composición de su ecosistema en años anteriores y posteriores y aporta una dimensión de su magnitud», añade la investigadora.

Por eso ha sido clave conocer que la población de las islas de la Polinesia llegó hace 3.000 años a islas remotas como Poor Knight (Nueva Zelanda, Océano Pacífico Sur) y también en el Fiyi (Pacífico Sur); que hace 2.800 que llegaron a Nueva Caledonia (Pacífico) y 370 años que los europeos desembarcaron en Cabo Verde (Atlántico Norte), considerada la primera colonia europea tropical del Atlántico. Por ejemplo, en algunas islas del archipiélago de las Canarias (Atlántico), la población europea llegó hace entre 1.800 y 2.000 años, mientras que en las Islas Mauricio (océano Índico) sólo hace 302 años que pusieron un pie colonizadores europeos.

Nogués destaca que las islas que fueron colonizadas por poblaciones más modernas, como las Galápagos (Ecuador, Océano Pacífico, habitadas por primera vez en el siglo XVI) o la neozelandesa Poor Knight, recibieron «más impacto en su medio ambiente». «En cambio, las ocupadas previamente recibieron poblaciones más primitivas, que desarrollaron una vida más ligada al ritmo naturaly más sostenibley, por lo tanto, el territorio fue más resiliente a la colonización», indica. Por ejemplo, el estudio evidencia que las islas donde llegaron los humanos hace más de 1.500 años, como Fiyi y Nueva Caledonia, experimentaron un cambio más lento.

«Esta diferencia en el cambio podría significar que las islas pobladas antes fueron más resistentes a la llegada de los humanos. Pero es más probable que las prácticas de uso de la tierra, la tecnología y las especies introducidas por los últimos pobladores fueran más transformadoras que las de los primeros,» explica la investigadora principal del trabajo.

Pañuelas destaca que el trabajo puede ayudar a «orientar los esfuerzos de restauración y a entender la capacidad de respuesta del territorio al cambio», si bien no se puede esperar que los ecosistemas recuperen la situación anterior a los asentamientos.

Las tendencias se observaron en ubicaciones geográficas y climas tan diversos como los propios del Océano Pacífico Sur, el Índico, el Atlántico Sur o el océano Ártico, entre otros. Los cambios en los ecosistemas también pueden ser por varios factores naturales, como terremotos, erupciones volcánicas, condiciones meteorológicas extremas y cambios en el nivel del mar.

Ahora bien, el equipo de investigación ha comprobado que las perturbaciones causadas por los humanos superan todos estos fenómenos y el cambio suele ser irreversible. Por eso, aconsejan que las estrategias de conservación tengan en cuenta el impacto a largo plazo de los humanos y el grado en que los cambios ecológicos actuales difieren de los de la época prehumana.

Los resultados muestran pocos indicios que los ecosistemas afectados por la actividad de los humanos se parezcan a las dinámicas previas a su llegada. Por lo tanto, los impactos antropogénicos en las islas son componentes duraderos de estos sistemas que suelen implicar una limpieza inicial, por ejemplo, mediante el uso de fuego, y se ven agravados por la introducción de una serie de especies y la extinción de endémicas, además de perturbaciones continuas.

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