Salud
La salud mental de los menores también se ha visto afectada por la pandemia
El miedo, la preocupación y el estrés mantenido en el tiempo han dado lugar a un «boom» de la demanda de atención psicológica en niños y adolescentes
El miedo, la preocupación y el estrés mantenido en el tiempo han dado lugar a un «boom» de la demanda de atención psicológica en niños y adolescentes, un colectivo en el que la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (Asapme) ha notado un aumento de atención psicológica superior al de los adultos.
La psicóloga Pilar Cutando, especializada en atención a menores, explica en una conversación con Efe que las solicitudes de consulta en el departamento infantojuvenil de la asociación han aumentado un 18 % con respecto a los datos de antes de la pandemia, frente al 9 % de los adultos, cifra también significativa.
De hecho, el número de niños y adolescentes que acuden a estas terapias se ha doblado con respecto a antes de que la covid-19 llegara a nuestras vidas. Y también ha variado la causa de la consulta: han incrementado los trastornos depresivos y de ansiedad, mientras que los de conducta, que eran antes los más habituales, han quedado en un segundo plano.
Lo más preocupante es que en algunos casos de adolescentes el trastorno depresivo ha ido acompañado de ideas suicidas y de conductas autolesivas.
«Antes había, pero no eran tan habituales; ahora se ha visto un incremento bastante alarmante, porque recurren muchas veces a eso, a autolesionarse o a hacerse daño, como una forma de sobrellevar esa carga y ese estrés mantenido», señala la psicóloga especializada en infancia y juventud.
Al llegar la pandemia, los menores que ya estaban en terapia han podido en general «sobrellevar más o menos bien la situación», pero para los que estaban iniciándola o habían decidido dar el paso «esto ha sido un freno».
«Además, cuando nos confinaron durante meses a veces tenías que hacer las terapias por llamada, y eso con niños y adolescentes es un tema complicado. Tienes que estar cara a cara o pierden más la atención y les cuesta más centrarse», comenta la psicóloga, que ya atiende de forma generalizada a los jóvenes presencialmente.
En lo que respecta a los niños más pequeños, se dan más trastornos de ansiedad que se traducen en irritabilidad, ansiedad por separación de los padres -por ejemplo, cuando los dejan en el colegio- o enfados muy intensos.
En estos casos, es importante observar esos signos para poder pedir ayuda, ya que los niños no saben verbalizar esa demanda y expresar lo que están sintiendo, explica la psicóloga. Pero «si ellos no saben ponerlo en palabras, podemos ayudarles nosotros».
«Simplemente, con ejemplos de «mira, a lo mejor te estás sintiendo así por eso y por lo otro», para ayudarles a hacer esa conexión en su cabeza y entender por qué me estoy encontrando así. No es que me pase nada malo ni soy raro ni nada por el estilo», comenta Cutando, que incide en que nuestra responsabilidad como adultos es «estar allí, escuchar y hablar».
Para ella, la comunicación es imprescindible para «facilitar que tengan un sitio en el que se sientan seguros, que sepan que pueden expresar lo que sienten y que hay una persona que los va a escuchar».
«Muchas veces es más importante practicar esa escucha activa a que les digamos que tienen que hacer esto y lo otro. Es mejor que haya una comunicación abierta y sincera que facilite que puedan expresar y reconocer lo que están sintiendo», recomienda.
De esta forma, suelen ser los padres los que detectan que hay un problema con ciertas señales, como un cambio de comportamiento, que ha bajado las notas en el colegio o que está más enfadado o irritable. Y en el colectivo de los adolescentes, según la edad que tengan, también son ellos los que toman la iniciativa de buscar ayuda.
En la edad adulta, todavía es habitual mostrar reticencias a la hora de acudir a la consulta psicológica, por lo que desde la asociación animan a solicitar ayuda antes de que el malestar sea muy intenso o el estado emocional esté muy desestabilizado.
Por suerte, como los mayores, los jóvenes también parecen impregnarse del soplo de optimismo que traen las vacunas y la relajación de las medidas restrictivas.
«Parece que no, pero los niños se enteran de todo y son muy conscientes de lo que pasa. Esto para ellos también supone un alivio, al igual que para los adultos. Ayuda también de cara a las terapias, porque que el entorno sea tan hostil y esté todo tan caótico no hace más que dificultar que puedan evolucionar», concluye la psicóloga.