Salud
La ONT recupera al millar de pacientes que quedó fuera de trasplante en 2020
La pandemia provocó una paralización total de las actividades durante la primera ola
El impacto de la pandemia en los programas de trasplante en 2020 fue «extraordinario», con una paralización total en la primera ola que dejó fuera de las listas de espera a un millar de pacientes que se convirtieron en las «víctimas colaterales» del coronavirus.
Lo explica en una entrevista con Efe la directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), Beatriz Domínguez-Gil, que, no obstante, subraya que la recuperación comenzó pronto, en junio de 2020, con un ritmo de actividad «por encima de las expectativas» teniendo en cuenta que se convivía con el virus, y que se evidencia con un incremento del 6 % en donaciones y del 7 % en trasplantes en los diez primeros meses de 2021.
Domínguez-Gil precisa que no hubo un incremento de la mortalidad en pacientes en lista de espera en 2020, lo que ocurrió fue que se indicó menos el trasplante y de ahí esas mil personas, en comparación con 2019, que no llegaron a incorporarse a las listas o lo hicieron tardíamente por la saturación del sistema.
Hasta 18 meses de espera para un riñón, 7 años en Alemania
Hoy las listas de espera ya han recuperado prácticamente sus tiempos, que en España son muy reducidos en comparación con otros países de Europa: de doce a dieciocho meses para el riñón, pero de menos de cuatro meses para todo tipo de órganos.
Y para enfatizar los tiempos de espera de España, Domínguez-Gil recuerda que en Alemania un paciente debe esperar de media siete años para un trasplante de riñón.
La directora de la ONT subraya que el programa español de trasplantes «funciona muy bien», lo que achaca a que está construido sobre un Sistema Nacional de Salud universal y público con capacidad técnica y una sociedad muy solidaria.
Domínguez-Gil explica que las bases del modelo español de trasplantes se ponen en marcha cuando se creó la ONT (1989) en colaboración con las comunidades autónomas, y se centra en unidades de coordinación de trasplantes dentro de los hospitales con profesionales que vienen de las unidades de cuidados intensivos.
Pero además, España, dice, se distingue por la formación continuada, protocolos de actuación y evaluación de resultados, como la XVII reunión anual de coordinadores de trasplantes celebrada esta semana en Zaragoza. Es un modelo organizativo y de gestión que justifica el éxito junto a las vías de mejora que se están poniendo en marcha.
Eutanasia, pacientes de ELA y fallecidos con covid
Y para aumentar los órganos disponibles, la ONT se ha puesto en marcha. Con la entrada en vigor de la ley de la eutanasia, en junio de 2021, comenzaron a llegar peticiones de personas que solicitaban la prestación de ayuda a morir y, por ende, la donación de sus órganos.
De momento han llegado ocho: dos ya han donado órganos que han permitido seis trasplantes y las otras seis peticiones se están valorando.
La ONT está ultimando un protocolo de actuación con los coordinadores de trasplantes, ya que este tipo de fallecimiento es compatible con la donación, si bien la muerte tiene que producirse en ámbito hospitalario.
Se trata, dice Domínguez-Gil, de que la parada cardiorrespiratoria se produzca en un entorno controlado para poder actuar con rapidez y que los órganos sean válidos para trasplantar.
Domínguez-Gil explica que, en general, las donaciones de fallecidos se producen a partir de muerte encefálica con daño cerebral catastrófico y la relación del coordinador de trasplantes es con una familia en duelo.
En el caso de personas con enfermedades neurodegenerativas, como la Esclerosis Lalteral Amiotrófica (ELA), son los propios pacientes los que, ante la inminencia de su fallecimiento, se interesan por la donación y mantienen con los coordinadores ese tipo de conversaciones en primera persona.
Este año han donado sus órganos 29 personas fallecidas con ELA, 35 en 2020 y 124 desde 2013. En total estas donaciones han permitido realizar 310 trasplantes.
En cuanto a los fallecidos con covid, Domínguez-Gil precisa que por un lado están los donantes que en el momento de la muerte presentan PCR positivo, es decir, que han sido diagnosticados con covid, se han curado clínicamente pero persiste la positividad y fallecen por otro motivo.
En este caso, la instrucción es clara y si la sintomatología ha sido leve y la carga viral es baja, es seguro ir adelante con la donación. De hecho ya se han realizado seis trasplantes de tres donantes con PCR positiva.
Y luego está el paciente que fallece por covid. Esta situación se está explorando, pero con visos a que sea una realidad en los próximos meses para todos los órganos, salvo los pulmones.
Además de estas novedades, Domínguez-Gil recuerda que en los últimos años ya se pusieron en marcha otras vías de trabajo como la colaboración con cuidados intensivos orientados a la donación, el trasplante de personas de edad avanzada, la donación pediátrica y en asistolia (ausencia de latido cardíaco durante más de 5 minutos), que ha revolucionado el modelo.
Objetivo: que la donación sea algo normal al final de la vida
Domínguez-Gil reconoce que el programa de trasplantes se ha resentido a consecuencia de la covid, pero también ha dado muestras de «recuperación, adaptación a un entorno complejo y reconstrucción».
«Y hemos sido capaces de alcanzar unos niveles extraordinarios de actividad en comparación con cualquier país del mundo y, además, hemos seguido innovando», añade.
La directora de la ONT sostiene que, teniendo en cuenta lo vívido, deberíamos tener un «altísimo nivel de satisfacción con lo logrado» y como legado dice que le gustaría, más que mejorar cifras que se pueden ver alteradas por factores que escapan al control, «normalizar la donación».
Se trataría, dice, que «como política de país y de hospital, la donación se convierta en algo normal en todo proceso de final de vida, «y que el paciente pueda ser donante siempre que lo desee».