Guerra en Ucrania
Inseguridad y miedo entre las refugiadas en el paso fronterizo entre Ucrania y Polonia
Los voluntarios de la zona intentan proteger a las chicas ante la falta de control de las autoridades
En Przemysl, una localidad polaca muy próxima a la frontera con Ucrania, llegan buses llenos de refugiados cada quince minutos. El fin de semana sólo eran un par al día. La mayoría son mujeres con niños pequeños que huyen de la guerra. Pero también hay que van solas, como Nilu, una joven iraní que ha escapado de Kiev con una amiga. «Es muy peligroso, nos encontramos cuatro hombres con que nos querían atacar», recuerda, todavía asustada. Esta chica de 30 años explica a ACN que teme que la puedan agredir también en Polonia: «Tengo miedo porque hay gente que hace cosas malas en situaciones como esta». En la explanada de un antiguo centro comercial abandonado de Przemysl, decenas de voluntarios intentan poner orden. No hay ninguna autoridad.
«Están muy asustadas, pero intentamos ayudarlas», asegura Alona, una ucraniana que se ha hecho voluntaria. Intentan vigilar la situación ante la ausencia de policía. Hay personas con carteles que ofrecen coches y alojamiento a las refugiadas desorientadas y exhaustas que bajan de los buses. Cuando ven a alguien que parece «peligroso», voluntarias como Alona las avisan: no se pueden fiar.
El gobierno polaco ultraconservador del partido Ley y Justicia (PiS) ha mostrado su voluntad de ayudar a los refugiados ucranianos desde que estalló la guerra el jueves. Una actitud que contrasta con su actitud en la última llegada de demandantes de asilo en otoño, cuando venían de Bielorrusia y eran mayoritariamente africanos o árabes. Ahora en los aeropuertos se avisa por megafonía de centros de asistencia y el gobierno incluso ha abierto una página web para proporcionar información sobre los puntos fronterizos donde pueden cruzar y los centros de acogida para pasar la noche.
Ahora bien, en Przemyśl son los voluntarios los que gestionan el flujo de personas. El ayuntamiento facilita los autocares, que van y vienen del paso fronterizo de Medyka, a pocos kilómetros de Przemyśl. Son centenares de mujeres y niños. Cuando bajan de los autobuses, no les recibe ninguna autoridad. Son ciudadanos polacos, ucranianos, noruegos o indios los que han venido hasta aquí para ayudar a las personas afectadas por la guerra en Ucrania.
«Aquí lo tenemos controlado, pero allí está totalmente fuera de control», alerta Alona. Se refiere al lado ucraniano, dónde centenares de miles de personas hacen cola para huir de las tropas rusas. Al miedo a las bombas, se suma el miedo a los hombres que pueden aprovechar los momentos de caos para agredir a chicas como Nilu. Ahora ella volverá a coger el coche para intentar llegar a Varsovia y, de allí, a Irán para reencontrarse con su familia. A un hogar seguro.