Una variedad de fresas podría conseguir retrasar los síntomas del alzhéimer, según un estudio
Los autores creen que el efecto protector de esta fruta proviene de la manera en que reduce el estrés oxidativo
Desde que se conoce que el alzhéimer provoca la aparición de unas placas de proteína (concretamente, beta-amiloide) en el cerebro, se ha buscado comprender el papel que estas placas juegan en la patología, como y por qué se forman, y su relación con la sintomatología devastadora de la condición. Y aunque muchas preguntas permanecen sin respuesta, sí que parece que reducirlas minimiza los síntomas y que hay formas de ralentizar su aparición.
Ahora, un estudio publicado en el medio científico Food Chemistry y elaborado por un equipo internacional de científicos (incluyendo varios de españoles, adscritos a la Universidad de Granada) ha encontrado que una variedad de fresas (Fragaria x ananassa), la Romina, logra ralentizar la aparición de estas placas en el modelo experimental Caenorhabditis elegans, un nematodo muy empleado en investigaciones biológicas de procesos asociados a la senescencia como es el caso del alzhéimer.
Concretamente, el trabajo consistió en suministrar diferentes concentraciones de un extracto de esta fruta (que previamente se sabía que contenía varias sustancias que contrarrestan fenómenos como el estrés oxidativo) a ejemplares del nematodo modificados genéticamente para que tengan propensión a formar placas de beta-amiloide como las que aparecen en el cerebro de las personas con alzhéimer. Después estudiaron los mecanismos moleculares que se ponían en marcha empleando la tecnología RNA de interferencia.
Lo que observaron es que el extracto no mostraba ninguna toxicidad en los organismos. Al contrario, parecía retrasar la aparición de las placas de amiloide, la parálisis que estas producen en los nematodos, y el estrés oxidativo en las células del animal.
Esto resulta prometedor frente a otros extractos de frutos rojos que habían mostrado, similarmente, efectos protectores frente al alzhéimer en otros modelos experimentales pero que en cambio mostraban diversos grados de toxicidad en las concentraciones empleadas.
Los autores creen que el efecto protector de las fresas podría deberse al modo en el que reduce el estrés oxidativo, un fenómeno que produce daños en las células con el tiempo. Y es que estudios previos han sugerido que la acumulación de placas de beta-amiloide podría deberse a un exceso en la producción de radicales libres de oxígeno (proceso en el que consiste básicamente el estrés oxidativo) respecto de la población normal o a una deficiencia en los mecanismos celulares que protegen contra dichos radicales libres.
Así, es posible que las fresas puedan en un futuro tener una aplicación farmacológica en el tratamiento o en la prevención del alzhéimer. No obstante, hay que tener en cuenta que este estudio se ha llevado a cabo sobre modelos animales, con lo que por el momento no puede considerarse extensible a los humanos; por ello, el futuro clínico de este descubrimiento es aún una hipótesis a futuro.