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Cómo prevenir los contagios por covid en el trabajo tras el fin de la mascarilla obligatoria

Miguel Ángel Campano, miembro de la plataforma Aireamos, da las claves para que el lugar del trabajo sea seguro

Multitud de gente con mascarilla paseando.

Darias afirma que la mascarilla será obligatoria el tiempo mínimo imprescindibleEFE

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Desde el día 20 de abril, salvo excepciones, ya es obligatorio llevar mascarilla en interiores. En los entornos laborales que no formen parte de estas excepciones, la ley deja en manos de las empresas la decisión final de exigir o no a sus empleados que la lleven. Inevitablemente, sin mascarillas, el riesgo de contagiarnos de coronavirus y de cualquier otra infección respiratoria será más elevado. Sin embargo, podemos minimizas este riesgo llevando a cabo otras medidas preventivas, como nos explica Miguel Ángel Campano, profesor de arquitectura de la Universidad de Sevilla y miembro de las plataformas aireamos y ventilamos.

«Ventilación, ventilación, ventilación»

Las medidas más importantes para prevenir el contagio en espacios cerrados, como puede ser un lugar de trabajo, son las mascarillas, la ventilación y la distancia. Si no llevamos mascarilla, solo nos quedan la ventilación y la distancia, especialmente la primera. «Ventilación, ventilación, ventilación», insiste Miguel Ángel Campano. La ventilación hay que llevarla cabo siempre, especialmente en espacios más pequeños y con más personas, «en una oficia abierta el aire se diluye más y el riesgo de que una persona infectada contagie a los demás es menos que en las oficinas en las que hay despachos cerrados», asegura. Así, aunque es importante ventilar en cualquier espacio, lo es más todavía en aquellas oficinas no diáfanas, las que están divididas en despachos, en los que recomienda dejar siempre la puerta y las ventanas -si hay- abiertas.

Mantener la distancia también es importante, y debe ser «de entre de uno y dos metros entre nosotros y la persona con la que hablamos, pero si estamos mucho tiempo hablando con una persona mucho tiempo y no ventilamos, aunque esté a más dos metros el riesgo ese elevado, pues los aerosoles se desplazan muchos más metros, y la posibilidad de contagio es elevada igualmente». De hecho, según alerta Campano, «el riesgo podría ser similar al de una clase de spinning en un gimnasio de una hora, pues las oficinas no dejan de ser espacios en los que estamos expuestos una media de ocho o diez horas y donde estamos llevando a cabo conversaciones normales». Por este motivo, independientemente del tamaño o de si una oficina es o no diáfana, la ventilación tiene que ser constante siempre.

Controlar el nivel de CO2

Desde el equipo de Miguel Ángel Campano, que está llevando a cabo un estudio sobre el riesgo en distintos espacios, destacan también la importancia de la calidad del aire de los espacios, y no solo para evitar contagios, también porque «nuestro estudio refleja que el CO2 en concentraciones medias puede afectar al rendimiento cognitivo y reduce la capacidad de atención, puede hacer que tengamos problemas nasales… Y no es lo mismo un sitio bien ventilado, con unos niveles bajos de CO2, de unas 600 partes por millón, que un despacho con 1.500, que es lo que puede haber en cualquier despacho cerrado», alerta.

Para saber si las concentraciones de CO2 son elevadas, solo necesitamos un medidor de CO2, algo que recomienda en todas las empresas, sea cual sea su tamaño, «pues además no supone un gasto algo, existen desde poco más de100 euros hasta de 300 con prestaciones más amplias. Solo hay que instalarlo y calibrarlo cada cierto tiempo para que sea fiable. En Aireamos y Ventilamos hemos llevado a cabo un testeo y tutoriales de manera altruista con los medidores que recomendamos por su relación calidad-precio».

Las claves para calcular el riesgo: Qué hacemos, cuántos somos y cuánto tiempo estamos

A pesar de la falta de obligatoriedad o no de llevar las mascarillas en interiores, Miguel Ángel Campano recomienda que calculemos el riesgo que tenemos en nuestro puesto de trabajo y, en función de eso, decidir si seguimos poniéndonosla, algo que recomienda en algunos casos, como «en trabajos en los que vayas a estar muchas horas, con más personas y con aire compartido. En estos casos, yo no me la quitaría». Y es que, según asegura, las principales variables para decidir si nos quitamos la mascarilla o no son «qué está haciendo la persona mientras trabaja (si está hablando o no) si hay muchas personas en el mismo recinto y cuánto tiempo voy a estar. Por ejemplo, en una pequeña oficina, aunque solo seamos dos personas, si estamos ocho horas juntos, si hay una infectada, lo más normal es que la otra persona sea muy susceptible de contagiarse. Y, en un aula, con 25 o 30 personas en un espacio pequeño y una persona hablando en voz alta, el riesgo también es elevado, es un espacio de riesgo. Algo que no ocurre, por ejemplo, en un cine, donde todo el mundo está en silencio», aclara.

Y es que, precisamente de lo que se trata es de proteger a aquellos empleados más susceptibles de contagiarse, como en trabajos cara al público, como la recepción de un hotel o una tienda, donde «es más preocupante la situación del trabajador que la del cliente. El cliente está en el recinto cerrado un corto espacio de tiempo, mientras que el trabajador está expuesto muchas horas y está en contacto con muchas personas distintas. En estos casos, se debería permitir al trabajador llevar la mascarilla». Al hacer las excepciones a la norma no se han tenido en cuenta estas cosas, pues, por ejemplo, «en el transporte público de corto recorrido -no un tren o autobús de larga distancia, si está ventilado-, el riesgo no es tanto, porque, aunque se puedan producir contagios por proximidad, no se generan aerosoles que puedan provocar brotes grandes», matiza.

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