Un implante cerebral podría revertir los síntomas del Parkinson
Este avance científico se ha puesto a prueba en un paciente en el Reino Unido
Los avances tecnológicos de los últimos años han traído en el campo de la medicina soluciones tan prometedoras como los implantes cerebrales, con un aparente gran potencial para tratar enfermedades neurológicas hasta ahora incurables.
Este horizonte lo ejemplifica bien el caso de Toni Howells, un paciente británico que se ha convertido en la primera persona en recibir un pequeño implante de estimulación cerebral profunda capaz de revertir en cierta medida los síntomas del párkinson, como parte de un ensayo clínico que aún está en marcha.
Tal y como recoge la cadena pública británica BBC, Howells había sufrido una importante pérdida de capacidad motora, lo que es una consecuencia habitual de la enfermedad de párkinson.
Lo que sucede en esta patología, concretamente, es que se produce una pérdida importante de neuronas en una región del cerebro llamada sustancia negra, que regula entre otras cosas la producción de dopamina neuronal. Esto afecta de manera importante a la capacidad motora, que el resto del cerebro trata de mantener mediante un patrón de impulsos eléctricos anormal.
Este patrón, a su vez, es el responsable de algunos de los síntomas motores anormales característicos del párkinson, como la rigidez muscular o los temblores.
La idea, entonces, consistía en anular este patrón mediante la estimulación cerebral profunda, una técnica consistente en estimular artificialmente regiones profundas del cerebro mediante dispositivos implantados que proporcionan leves y precisas descargas eléctricas.
El principio no es nuevo; la estimulación cerebral profunda ya se estudia para un buen número de patologías neurológicas e incluso psiquiátricas, y se emplea terapéuticamente en el tratamiento de ciertas enfermedades como el propio párkinson.
La novedad, en cambio, está en la invasividad del procedimiento. Hasta ahora, el uso de la estimulación cerebral profunda para el cuerpo requiere la instalación de una batería eléctrica de un tamaño considerable en el pecho del paciente, la implantación de electrodos en el cerebro del paciente y la conexión de ambas partes mediante unos cables externos.
Por ello, se trataba de un enfoque terapéutico que se reservaba únicamente para casos muy graves en pacientes jóvenes (una minoría en el párkinson, que tiende a afectar a personas de edad avanzada).
En cambio este dispositivo (llamado Picostim), el más pequeño diseñado hasta el momento, implanta una batería mucho más pequeña en el propio cráneo del paciente a través de un procedimiento de tan sólo unas tres horas de duración.
Una mejoría «asombrosa»
A Howells se le implantó el sistema en 2019. Entonces, apenas podía caminar 200 metros, y explica que tareas cotidianas como atarse los cordones le suponían un enorme esfuerzo.
Ahora, por el contrario, es capaz de andar más de 4 kilómetros seguidos, e incluso desarrollar su actividad deportiva favorita, el golf. Él mismo describe la mejoría como «asombrosa».
No obstante, es preciso señalar que, por ahora, este dispositivo continúa en fase de desarrollo y no está disponible aún para el grueso de los pacientes. Afortunadamente, esa realidad podría estar cerca: el ensayo clínico, realizado sobre un total de 25 pacientes, tenía el objetivo de lograr el marcado CE y servir de paso previo a una aplicación posterior a la aprobación de las principales agencias reguladoras (la FDA y la EMA en Estados Unidos y la Unión Europea, respectivamente).