Encuentran un método para determinar el riesgo de cada paciente con diabetes de tipo II
La diabetes II está fuertemente ligada al estilo de vida y, por lo tanto, es prevenible en parte
La diabetes de tipo II es una condición por la que el cuerpo no es capaz de producir suficiente insulina, una hormona necesaria para que las células puedan aprovechar la glucosa que llega a la sangre desde el tracto alimentario. Se trata de un problema muy ligado al estilo de vida (y por tanto, con un componente prevenible) y que puede tener serias complicaciones.
El riesgo, no obstante, no es el mismo para todos los pacientes con diabetes de tipo II. Así lo concluye un estudio llevado a cabo por la Universidad de Lund (Suecia), que apoya la noción que los pacientes con esta enfermedad deberían ser divididos en subgrupos de cara al tratamiento.
Cuatro subgrupos de riesgo
Tal y como explican los autores del trabajo en la publicación especializada Diabetes Care, los pacientes con diabetes de tipo II muestran una serie de diferencias epigenéticas (es decir, en los mecanismos que regulan la expresión genética) que se asocian con diferentes niveles de riesgo de desarrollar algunas complicaciones graves comunes de la enfermedad, como ictus, infarto o enfermedad renal.
Concretamente, los pacientes pueden ser divididos en cuatro subgrupos distintos en base a estas diferencias epigenéticas; de esta manera, sus perfiles actúan como marcadores del riesgo de cara a la personalización del tratamiento.
Para llegar a este hallazgo, los investigadores reclutaron una cohorte de 533 pacientes de diabetes de tipo II, y midieron las metilaciones del ADN (unos procesos químicos por los que unas moléculas llamadas grupos de metilo se unen al ADN, alterando su función) sanguíneo en 800.000 sitios de su genoma. Por este método, encontraron que los cuatro subgrupos diferían en las metilaciones en 4.465 sitios.
Mayores causas de mortalidad
Dos de los subgrupos elaborados en base a estas diferencias mostraron tener más riesgo de algunas de las complicaciones graves más frecuentemente asociadas con la patología. Específicamente, tenían más probabilidades de sufrir un infarto, un ictus o una enfermedad renal.
Personalizar el tratamiento para centrarse en estos riesgos es especialmente relevante, ya que, por un lado, el ictus y el infarto son las mayores causas de mortalidad entre estos pacientes y, por otro, la enfermedad renal se asocia con un elevado sufrimiento para el paciente y un gran coste sanitario. Elaborar un perfil preciso del riesgo de cada paciente podría, así, permitir centrar los esfuerzos preventivos para evitar estos desenlaces.