Sucesos
Un hombre acusado de dejar morir a su mujer alega que no avisó al médico porque ella se negaba
Los hechos tuvieron lugar en el 2018 en Manresa y el juicio está en proceso
El hombre acusado de dejar morir a su mujer en Manresa en el 2018 ha alegado este lunes al acto de juicio oral que, aunque veía a la suya esposa deteriorarse, no avisó el médico porque ella no quería. El hombre ha relatado al tribunal del jurado que su mujer y él se «abandonaron», que el piso se les llenó de suciedad y de mal olor y que, por vergüenza, su mujer no quería que nadie accediera a la vivienda para ayudarla aunque su estado de salud empeoraba y no podía ni levantarse de la cama. El acusado ha añadido que la alimentaba tres veces al día. La asistenta social que los atendió seis meses antes de la muerte de la mujer ha confirmado que ella no quería ser atendida y que él obedecía todo el que su mujer le ordenaba.
El estado deplorable que presentaba la mujer hizo iniciar una investigación policial para averiguar cómo había llegado a aquella situación. Pocos días después se detuvo su marido, de 64 años, como presunto autor de un delito de homicidio imprudente y de omisión del deber de socorro. La policía sospechaba que había sido consciente del deterioro de su mujer y que lo había dejado morir.
«Nos abandonamos»
Este lunes se ha celebrado en la Audiencia de Barcelona la primera sesión del juicio oral del caso. El primero a declarar ha sido el acusado, que en todo momento ha mantenido una actitud apocada y ha respondido con lentitud.
El hombre, que sólo ha contestado las preguntas de su abogado, ha empezado el relato de los hechos explicando que se casaron en el 2008, que él no trabajaba por una invalidez que le había provocado un accidente laboral y que su mujer se dedicaba a repartir panfletos en los buzones por Manresa.
«Nos abandonamos», ha explicado cuándo su abogado le ha preguntado cómo llegaron a la situación final. No tenían trato ni con la familia del uno ni del otro, casi no salían de casa y tampoco tenían muchos ingresos. A esta situación se añadió la falta de higiene: «Yo intentaba limpiar el piso pero me cansaba y nunca podía acabar de hacerlo», ha declarado el acusado, que ha añadido que su mujer no colaboraba. Además, un día sufrieron un cortocircuito y parte de la casa se quedó sin electricidad.
La pareja se dio cuenta de que necesitaba ayuda y acudieron a los servicios sociales. Pero cuando dos asistentas sociales se presentaron en el domicilio para hacerles una primera entrevista, la mujer no las dejó pasar: «Le daba vergüenza que vieran cómo estaba la casa y el olor que hacía», ha comentado el acusado.
Una presunta médico que nunca ejerció la profesión
Además, de vez en cuando ella se encontraba mal y pasaba épocas en la cama. «Yo le decía que fuera al médico pero ella decía que no hacía falta porque ella misma era médico y ya sabía gestionarse», ha expuesto al acusado.
No obstante, la mujer no había trabajado nunca de médico. De hecho, su hermano, que ha declarado como testigo, ha dicho que tenía muchas dudas que realmente su hermana fuera médico: «Con la mano en el corazón, yo creo que no lo fue nunca».
En una ocasión que la pareja se trasladaron hasta las oficinas del ayuntamiento, los servicios sociales los recomendaron que ella visitara a un médico, pero se volvió a negar alegando el mismo motivo, según ha explicado la asistenta que los atendió.
«Primero es la vida que la vergüenza»
Según ha manifestado su marido, lo que hacía a la mujer estar en la cama eran problemas respiratorios -asma- y circulatorios. A finales de verano del 2018, la mujer volvió a la cama. Pero esta vez ya no salió hasta el día que fue trasladada al hospital por su empeoramiento, poco antes de morir.
El hombre ha declarado que no fue consciente de su empeoramiento: «Yo pensaba que saldría adelante como lo había hecho las otras veces». ¿«No veía las llagas que se le estaban haciendo a su mujer»?, le ha preguntado su abogado, y él ha respondido negativamente.
«Al final, Susana no podía comer sola y yo lo ayudaba a hacerlo. Le daba de comida por la mañana, al mediodía y a veces también por la noche», ha precisado.
Como la mujer no se levantaba de la cama, se hacía sus necesidades encima y también vomitaba sobre ella misma. «No pedí ayuda por vergüenza. Ella no quería que avisara a nadie», ha relatado, manteniendo en todo momento un tono flojo y triste.
El 15 de diciembre, sin embargo, ella empeoró y él decidió llamar al hospital. Vi que había perdido la viveza de los ojos y le dije: ¿'Susana, que te encuentras bien'? I no me respondía. Le dije: Tengo que avisar al médico, de que no estás bien. Primero es la vida que la vergüenza'», ha explicado. Su mujer no se tomó nada bien que llamara. «Cuando llamé me dijo que lo había traicionado», ha añadido.
Los servicios médicos no pudieron sacarla de la camapara que después de tres meses allí había sufría unas llagas que hacían herida y que le provocaban dolor con cualquier gesto. La tuvieron que sacar los bomberos por la ventana.
En el hospital trataron de salvarla, pero su deterioro era tan grande que fue imposible. Va muera por asepsis, una infección debida a las heridas que tenía y que provocó que sus órganos vitales dejaran de funicionar.
Había restos de vómito y larvas en su cuerpo
Según los testigos de la jefa de urgencias que veló por la vida de la mujer y de los médicos forenses que hicieron el levantamiento del cadáver y la autopsia, el estado de la mujer era extraordinariamente malo. «No había visto una cosa igual en toda mi vida», ha llamado al jurado popular a la cabeza de urgencias. «He visto cadáveres en mejor estado que aquella señora, que estaba viva,» ha dicho, por su parte uno de los médicos forenses que vio fotografías de su estado al llegar al hospital Sant Joan de Déu de Manresa.
Para haber estado en la cama sin levantarse durante tres meses, a la mujer se le habían hecho llagas muy grandes en la parte anterior de las piernas. Como estaba sentada, en la parte de la pierna que descansaba sobre el umbral de la cama, en la pantorrilla, se le había hecho una llaga tan profunda que, según la doctora forense, dejaba ver los tejidos y llegaba hasta el hueso.
Bajo las mamas tenía larvas de mosca. «Las larvas son propias de los cadáveres pero no de una persona con vida», ha añadido la forense.
Sobre todo eso, el acusado ha dicho que ella no se quejó nunca de ningún dolor y que, por fuera, no se veía nada. Ha añadido que había intentado moverla muchas veces pero que no lo había conseguido nunca porque su mujer era obesa.
Luis no tenía ni ve ni voto
La pericial psicológica, explicada al jurado por los médicos que la llevaron a cabo, ha concluido que el acusado no sufría ningún trastorno psicológico. «Su respuesta es lenta, pero responde bien. Tiene capacidad crítica y un nivel intelectual dentro de la normalidad», ha declarado la doctora. «Es una persona tímida, con baja autoestima y poca relación con su entorno social. Pero forma parte de su personalidad», ha completado.
De hecho, dos testigos más han apuntado a que ella era autoritaria y que él era sumiso a ella. «Ella llevaba la iniciativa y él callaba. Hacía lo que le decía Susana. Si ella decía que sí, él asentía. Si ella decía que no, negaba», ha explicado la asistenta social que los trató.
«Luis -el acusado- no tenía ni voz ni voto», ha dicho el pastor de la iglesia evangélica a la cual los dos pertenecían. El clérigo ha explicado que conocía al acusado desde hacía más de 40 años y que siempre había sido sucio y dejado. De hecho, ha explicado que un día, cuando la pareja ya no salía de casa, les fue a ver y después de insistir para entrar en la vivienda, accedió y lo encontró todo en un estado muy precario: «El olor era increíble, no se podía soportar. En la cocina, los zapatos se me enganchaban al suelo. En la nevera todo estaba podrido y en el fregadero el agua era verde. Entre varios hermanos de la iglesia fuimos a limpiarles el piso y tardamos dos días parahacerlo».
La sesión de este lunes ha permitido hacer todas las pruebas testificales y periciales. Han quedado para este martes la prueba documental, los informes finales y el derecho a la última palabra del acusado.