Estos son los riesgos de tener la tensión arterial demasiado baja
Una bajada demasiado abrupta puede desencadenar un choque potencialmente mortal
Es bien sabido que la hipertensión arterial es un problema grave que nos pone en riesgo de sufrir un buen número de enfermedades cardiovasculares, incluyendo algunas potencialmente letales. Sin embargo, muchas personas desconocen que lo contrario, tener la tensión excesivamente baja, también conlleva ciertos riesgos.
Una tensión demasiado baja se denomina hipotensión arterial. Por norma general, se considera como tal cuando la presión sistólica (en el momento del latido cardíaco) es menor a 90 milímetros de mercurio (mm Hg) y la diastólica (en el intervalo entre latidos) es inferior a 60 mm Hg, tal y como recoge la Biblioteca nacional de Medicina de los Estados Unidos.
No obstante, es importante tener en cuenta que la presión arterial óptima en realidad varía entre individuos, en función de sus características particulares y de factores como la edad o el sexo. Por ello, hay personas que de manera consistente marcan valores considerados como hipotensión, pero no experimentan ningún síntoma.
Dicho esto, la hipotensión puede ser también resultado de diferentes eventos clínicos o incluso en algunas personas de cambios posturales, lo que se denomina hipotensión ortostática. Así, la hipotensión sólo se considera patológica cuando provoca síntomas.
Según la prestigiosa Clínica Mayo estadounidense, cuando la hipotensión arterial produce signos, estos pueden incluir algunos como visión borrosa o cada vez menor, mareos o aturdimiento, desmayos, fatiga, dificultad para concentrarse y náuseas.
Si los valores son extremadamente bajos, la hipotensión puede desencadenar una condición grave conocida como choque. En este caso, las señales características incluyen confusión, piel fría y húmeda, palidez, respiración superficial y rápida y pulso débil y acelerado.
El choque supone una disminución importante del flujo sanguíneo a todo el cuerpo, con la consiguiente insuficiencia en el suministro de oxígenos a las células. Por ello, si no se aborda a tiempo, puede terminar causando daño orgánico permanente o incluso la muerte.