Estas son las enfermedades del corazón que puedes evitar
Hasta el 90% de los infartos se asocia con factores de riesgo conocidos y modificables
Este jueves se celebra el día mundial del corazón, con el fin de crear conciencia sobre las enfermedades cardiovasculares. Actualmente, estas patologías son la primera causa de muerte en el mundo.
Se da la circunstancia además de que varias de estas enfermedades dependen en buena medida de nuestro estilo de vida, con lo que su incidencia y su mortalidad podrían reducirse notablemente adoptando una serie de hábitos saludables.
Un infarto, sensu stricto, consiste en un daño que sufre un determinado tejido por falta de riego sanguíneo y, por tanto, por falta de oxígeno. Coloquialmente, el término suele usarse para referirse específicamente al infarto de miocardio, que es el que afecta al propio corazón; no obstante, también puede afectar a otros órganos como los pulmones o el riñón.
Sea como sea, la Fundación Española del Corazón explica que el 90% de los infartos se asocia con factores de riesgo conocidos y modificables, tales como la hipertensión, los niveles de colesterol demasiado elevados, el tabaquismo, la diabetes o la obesidad.
Mención aparte merece el ictus (hay que señalar que, en su variante isquémica, constituye un tipo de infarto; no así en la variante hemorrágica). No sólo puede ser un problema letal, sino que a menudo resulta fuertemente incapacitante.
En general, sus factores de riesgo son similares a los del resto de las enfermedades cardiovasculares, por lo que medidas como acostumbrarnos a practicar deporte regularmente o evitar el uso de alcohol pueden marcar la diferencia a la hora de reducir nuestras probabilidades de sufrir un ictus.
La aterosclerosis consiste en la acumulación de lípidos en las paredes de las arterias, donde forman lo que se conoce como placa. A su vez, esta placa puede provocar un estrechamiento y hasta una oclusión de las arterias, interrumpiendo el flujo sanguíneo.
Por tanto, a la hora de evitar la aterosclerosis destaca la importancia de cuidar nuestra alimentación (además, por supuesto, de cuidar la forma física y evitar el tabaco), procurando ingerir niveles adecuados de grasas y colesterol.
Las arritmias cardíacas consisten en una alteración del ritmo cardíaco, que provoca que los latidos sean irregulares entre sí. Según el tipo de arritmia, pueden llevar aparejadas complicaciones tales como accidentes cerebrovasculares, muerte súbita o insuficiencia cardíaca.
Es una patología en la que, de nuevo, interviene de manera muy importante el tabaquismo. Igualmente, factores como el consumo de alcohol, cafeína, drogas estimulantes, el estrés o la falta de sueño también aumentan nuestro riesgo de padecerla.
Una de las enfermedades cardiovasculares más comunes y más fácilmente evitable es la hipertensión, en la que la fuerza que ejerce nuestra sangre contra las paredes de los vasos sanguíneos es lo bastante alta como para ocasionar otros problemas (infartos, derrames...).
Además de los factores de riesgo más clásicos (tabaquismo, diabetes, obesidad, falta de actividad física), la hipertensión está fuertemente condicionada por nuestro consumo de sodio. La mejor manera de reducirlo, por tanto, es adoptar una dieta saludable y baja en sal.
Como hemos visto, los factores de riesgo son similares en la mayoría de enfermedades cardiovasculares. La dieta juega un papel fundamental, como también la actividad física que practicamos habitualmente; el consumo de ciertas sustancias, notablemente el alcohol y el tabaco, también aumenta el riesgo de padecerlas. Algo menos evidentes resultan el estrés y la falta de descanso, pero no por ello es menos importante cuidar este aspecto.
A grandes rasgos, la mejor manera de asegurar el menor riesgo posible de enfermedad cardiovascular radica en seguir una dieta saludable, baja en grasas, azúcar y sal; cumplir con las recomendaciones en cuanto a la actividad física (realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada a la semana o 75 minutos de actividad vigorosa); evitar el consumo de tabaco y alcohol; descansar adecuadamente (intentando dormir entre 7 y 8 días cada día) y, en la medida de lo posible, poner en marcha estrategias para evitar o gestionar el estrés.