La diabetes es un problema grave y relativamente común, en el que intervienen en buena medida factores ambientales y del estilo de vida. Si no se ataja correctamente, puede terminar causando daños a órganos importantes.
Sin embargo, y especialmente en sus etapas iniciales, la diabetes (sobre todo la prediabetes y la diabetes de tipo 2) puede ser difícil de detectar. Por ello, especialmente si reunimos factores de riesgo, es importante prestar atención a sus signos para consultar con el especialista cuando sea necesario.
Más allá de los antecedentes familiares, que juegan un papel en el desarrollo de todos los tipos de diabetes, los factores de riesgo van a depender del tipo de diabetes del que estemos hablando.
En la diabetes tipo 1, por ejemplo, la parte familiar, geográfica y ambiental es más relevante. De hecho, no es raro que se hagan análisis a los familiares de los pacientes con esta afección para detectar autoanticuerpos, que aumentan las probabilidades de sufrir la enfermedad.
En la diabetes de tipo 2 la raza o el origen étnico aumentan el riesgo (las personas afroamericanas, las hispanas, las nativas americanas y las asiáticas presentan mayor riesgo). Sin embargo, quizás el más importante, que también se aplica a la prediabetes y la diabetes gestacional, es el sobrepeso o la obesidad.
Teniendo esto en cuenta, la sintomatología también varía según el tipo de diabetes, especialmente en el modo en el que se presentan. En la diabetes de tipo 1, tienden a aparecer de manera rápida y con gravedad, mientras que en la diabetes de tipo 2 pueden tardar bastante en ser detectables.
Algunos de los síntomas comunes incluyen la sensación de sed, la orina frecuente, la pérdida involuntaria de peso, la presencia de cetonas en la orina, la sensación de cansancio y debilidad, la sensación de irritabilidad y otros cambios en el estado de ánimo, la visión borrosa, la aparición de llagas que tardan en cicatrizar o las infecciones en las encías, piel o la vagina, tal y como reporta la Clínica Mayo estadounidense.