Un estudio del IDIBGI descubre que existe una relación entre la grasa y la función cognitiva del cerebro
El artículo publicado en la revista Science Advances identifica una conexión desconocida hasta ahora
Un estudio del Instituto de Investigación Biomédica de Girona Dr. Josep Trueta (IDIBGI) descubre que existe una relación entre el tejido graso y la función cognitiva cerebral. El artículo, publicado en la revista científica Science Advances, identifica un grupo de nada que, según cómo se expresen en el tejido adiposo, se asocian a la capacidad cognitiva. Se trata de una conexión desconocida hasta ahora y que puede abrir la puerta a encontrar vías de tratamiento para mejorar estas funciones del cerebro en un futuro. El doctor José Manuel Fernández-Real, ha detallado que estos primeros hallazgos son «un paso relevante para investigar cómo funciona exactamente esta asociación y así poder definir las relaciones causa-efecto de forma más concreta». La expresión de un gen hace referencia a la forma en que la información genética contenida en el gen se traduce en el cuerpo, convirtiéndose en una función biológica específica. Este estudio se ha fijado en una decena de nada que se expresan de forma diferencial según la función cognitiva, dentro de la cual se incluyen capacidades como por ejemplo la memoria y el aprendizaje.
El trabajo ha sido publicado en la revista científica Science Advances y ha sido liderado por la cabezade la sección de Endocrinología del hospital Trueta de Girona y catedrático de la Universidad de Girona; el doctor José Manuel Fernández-Real, que es la jefe del grupo de investigación en Nutrición, Eumetabolismoy Salut del IDIBGI y el CIBEROb, el doctor Jordi Mayneris-Perxachs y el investigador Miguel Servet, del mismo grupo de investigaciódel IDIBGI. Son primeras autoras las investigadoras Núria Oliveras, la doctora Anna Castells-Nobau y Lisset de la Vega.
«Estos primeros hallazgos son un paso relevante para investigar cómo funciona exactamente esta asociación y así poder definir las relaciones causa-efecto de forma más concreta», ha explicado Fernández-Real, que remarca que los resultados del estudio «podrían abrir la puerta, en un futuro, a encontrar nuevas vías terapéuticas que permitan mejorar la función cognitiva cerebral modificando la expresión del gen en el tejido graso». Esta línea de investigación también puede ser de interés por buscar tratamientos específicos que aborden el deterioro cognitivo que se asocia a la obesidad.
Esta investigacióntiene el punto de partida en estudios previos del mismo grupo de investigación, que habían detectado una relación muy clara entre la expresión de algunos genes en el tejido graso y la memoria reciente. Unos resultados que los llevaron a preguntarse cuál era la posible relación entre estos dos hechos. Para investigarlo, el equipo ha llevado a cabo pruebas en unas 80 personas, conjuntamente con estudios en ratones y en moscas, confirmando que existía una asociación similar entre los mismos nada en el tejido adiposo y la cognición en los tres modelos. «Estudiando la expresión del genoma entero en el tejido adiposo de los participantes, identificamos 188 nada del tejido adiposo asociados con el rendimiento debe testscognitivos. El más interesante es que la modificación de la expresión de algunos de estos genes en el tejido adiposo tanto de moscas comoratones mejoró su memoria y capacidad de aprendizaje», apunta a Mayneris-Perxachs.
La relación que se ha encontrado puede tener que ver con las características que comparten estos dos tejidos y a la programación genética similar en diferentes tejidos. «Aparte del mismo tejido graso, otro tejido muy grasiento que encontramos en nuestro cuerpo es justamente el cerebro. Por lo tanto, podría parecer que haya dos grasas que estén dialogando entre ellos», explica Fernández-Real. De hecho, la expresión del mismos nada en células sanguíneas (leucocitos) también se asociaba a tiros cognitivos, lo que indica la relativa uniformidad en la expresión genética en células de origen muy variado, apunta a Mayneris-Perxachs.
El estudio se ha hecho en colaboración con la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, el Instituto Hospital del Mar Investigaciones Médicas (IMIM), y la Universidad de Barcelona.