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Tratamiento psicológico después de una agresión sexual: «Mi vida se hundió y no veía la salida, pero hay»

El programa contra las secuelas del Hospital Clínico recibe más de 500 solicitudes el año para atender víctimas de violación

Marta en una entrevista con ACN en el Hospital Clínic para explicar el tratamiento psicológico recibido tras sufrir una agresión sexual.

Tratamiento psicológico después de una agresión sexual: «Mi vida se hundió y no veía la salida, pero hay»ACN

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Marta (nombre ficticio) sufrió una agresión sexual de una persona del entorno próximo y, después de unos dos años de tratamiento psicológico y algunos meses también de farmacológico, ha recuperado la vida: «No veía la salida, pero ahora puedo decir que hay». Marta ha sido atendida en el Programa de prevención y tratamiento de las secuelas psíquicas en mujeres víctimas de agresión sexual del Hospital Clínico.

El programa recibió en el 2022 unas 540 solicitudes del Servicio de Urgencias del hospital, el de referencia a Barcelona en este ámbito. Estrés posttraumático, problemas para dormir y sentimiento de vergüenza y culpa son algunos de los impactos más frecuentes que sufren estas mujeres, que muchas veces se enfrentan a un triple juicio: personal, judicial y social.

Marta, que tiene 21 años, decide explicar su historia para visibilizar el camino de recuperación que ha hecho durante cerca de dos años por si puede ayudar a otras chicas a que hayan sufrido una violación. «Mi vida se hundió, pero ha pasado el tiempo, he ido a terapia y he salido adelante», dice en una entrevista a la ACN publicada en las puertas del 25-N, Día internacional porla erradicación de la violencia contra las mujeres.

Cuandollegó al Servicio de Urgencias del Clínico, que es el centro de referencia a Barcelona para atender personas mayores de 16 años víctimas de violencia sexual, estaba «muy asustada». «Estaba nerviosa. No había vivido nunca nada similar y no tenía nadie próximo que hubiera pasado por eso. En el hospital, en todo momento me sentí protegida y me ayudaron, me atendieron muy bien», recuerda.

Los primeros meses, los describe como «horribles»: «No podía dormir, me costaba comer, me costaba relacionarme. Perdí mi vida». También sentía mucha vergüenza y, sobre todo, mucha culpa. Es lo que le costó más asimilar, que no era culpa suya.

«Muchas mujeres se sienten culpables de lo que hicieron antes; si bebieron, por qué fueron, por qué abrieron la puerta, por qué confiaron en aquella persona. Se cuestionan ellas mismas y al final se culpan de la agresión», señala la psicóloga clínica Olga Puig, doctora en Medicina y coordinadora del programa de prevención y tratamiento de las secuelas psíquicas en mujeres víctimas de agresión sexual del Clínico.

Marta fue derivada de Urgencias a este programa, en el marco del modelo de atención integral a víctimas de violencia sexual del Clínico, coordinado por la Comisión de violencia machista y salud del hospital. También forman parte otros dispositivos, como el programa de seguimiento para prevenir y tratar enfermedades de transmisión sexual.

Andrea Mallorquí, enfermera especialista en salud mental, explica que intentan facilitar tanto como pueden la vinculación de las víctimas al programa, con una primera cita cuanto antes mejor. Incluso intentan contactar con mujeres que se encontraban de paso en Cataluña, de viaje o haciendo un Erasmus por ejemplo, para indicarles que intenten dirigirse al sistema de salud de su país.

Unas 45 solicitudes en el mes

Actualmente, unas 700 personas, la gran mayoría mujeres, reciben tratamiento dentro del programa contra las secuelas. Cada mes, el programa recibe unas 45 solicitudes del Servicio de Urgencias. Al cabo del año, son medio millar de derivaciones automáticas, pero no todas las mujeres se acabarán vinculando al programa. El año pasado, lo hicieron un poco más de la mitad.

De las personas atendidas en Urgencias, y este dato se traslada al programa, la mitad tienen entre 16 y 25 años, pero también han ido mujeres de hasta más de 80 años (datos del 2022). La gran mayoría son mujeres y todos los agresores, hombres. «A partir de aquí, no hay más perfil», indica a la doctora Monte. Otro dato que año tras año se repite es que casi la mitad de los agresores son del entorno, por ejemplo familiares, pareja, expareja, compañeros de piso, de trabajo, amigos o amigos de amigos.

Con respecto al 2023, el hospital tiene previsto presentar la semana que viene los datos de este modelo integral de atención a víctimas de violencia sexual, como hace cada noviembre con motivo del 25-N.

En el programa trabajan tres psicólogas clínicas -una de ellas especializada en atención a niños y adolescentes-, una psiquiatra, una enfermera especialista en salud mental y una trabajadora social sanitaria. Trabajan de forma coordinada con la Red de atención en la violencia machista y la Red de atención a la salud mental. La situación de vulnerabilidad de las mujeres a veces es muy importante, sobre todo cuando el agresor es la pareja o expareja.

La enfermera especialista en salud mental se encarga de la gestión de los casos y de la primera entrevista, donde se tiene que recoger información de muchos aspectos relevantes, como una primera evaluación del malestar y de los trastornos que pueda sufrir la paciente; posibles enfermedades de transmisión sexual o relacionados con Ginecología.

Hay mujeres que se quedan embarazadas del agresor y, aunque no es una situación frecuente, sí que es extremamente compleja, de manera que hacen falta una coordinación muy esmerada y una intervención rápida para «facilitar al máximo a la mujer la cual quiere hacer con el embarazo y coordinar una respuesta rápida con los dispositivos que hagan falta», indican las responsables del programa.

Los impactos de la violencia sexual en la salud

La doctora Monte expone que algunos de los principales impactos de la violencia sexual son la ansiedad, los sentimientos de culpa y vergüenza, problemas para dormir, para funcionar en el día a día, mucho miedo y un estado de hiperalerta, que pueden cristalizar, en un trastorno de estrés posttraumático, de ansiedad o en cuadros depresivos. En muchos casos, estos trastornos no se pueden prevenir y hará falta que las mujeres reciban tratamiento, que es eminentemente psicológico, pero también valoran el farmacológico en caso de que la persona lo pueda necesitar.

Este es el caso de Marta, que ha estado siguiendo tratamiento psicológico durante cerca de dos años y también farmacológico durante unos meses a pesar de las reticencias iniciales: «No había necesitado nunca tratamiento psicológico ni psiquiátrico y al principio me costó mucho. Me negué a tomar los fármacos; me daba miedo 'engancharme' y acabar dependiendo de las pastillas. Pero no salía adelante y me acabaron ayudando mucho en el proceso de recuperación».

El tratamiento psicológico se centró al principio en recuperar el día a día; poder comer, poder dormir. Durante las primeras semanas, con la psicóloga, habló y lloró. También trabajó mucho el sentimiento de culpa, hasta que entendió que la agresión que había sufrido no era culpa suya.

También procesaron los recuerdos más traumáticos y Marta cree que los fármacos la ayudaron a encarar aquellas visitas: «Salía bastante fastidiada, se te remueve todo, porque tocas el peor recuerdo que tienes. Pero una vez procesé la imagen más dura, piensas en las que no te hacen tanto daño y las vas encadenando. Procesar es recordar un momento traumático y llevarlo a día de hoy para entender que fue muy duro pero que ahora ya no te hace sufrir».

Después de un camino personal duro, en el que ha tenido el apoyo de la familia y amigas, Marta asegura que ha recuperado la vida: «Vuelvo a disfrutar de lo que disfrutaba antes y me siento más fuerte y preparada».

A otra chica que esté atravesando una situación similar, le querría hacer llegar este mensaje: «Por mucho que estés hundida, apagón, que no veas salida, hay. Yo estaba completamente segura de que no saldría adelante, incluso pensé que no estar aquí sería mejor. Tuve pensamientos muy negativos. Pero sale adelante. Pasa el tiempo, considera ir a terapia si hace falta, porque volverás a estar bien. Hay salida».

«Como sociedad, debemos a estas mujeres que puedan recuperar la salud y la vida»

La coordinadora del programa señala que «hace falta que todas las víctimas tengan acceso ágil» a tratamientos clínicos y especializados para abordar las secuelas. «Acompañar no siempre es suficiente, hay que tratar», dice la doctora Monte, que reflexiona: «Como sociedad, como sistema público de salud, se lo debemos para que puedan recuperar su salud y su vida».

Les responsables del programa consideran que el movimiento feminista está contribuyendo poco a poco a que las mujeres no normalicen la violencia sexual, que es una parte de la violencia machista, y a ser conscientes de que estas agresiones impactan en la salud.

Sin embargo, la enfermera especialista en salud mental observa que «queda camino para recorrer». «Vivimos en una sociedad machista», recalca. «Al programa trabajamos mucho la perspectiva de género, ya que no es tan fácil reconocer una situación de violencia cuando se ha vivido en primera persona,» dice Mallorquí, sobre si el revulsivo social de casos como el de la Manada o el de Rubiales han tenido algún tipo de efecto a las consultas del hospital.

Con todo, la psicóloga clínica apunta que hay todavía poblaciones específicas para quien hay que trabajar mucho: los niños y adolescentes y las personas con discapacidad: «Tardan más en pedir ayuda y no siempre encuentran la que necesitan. Como sociedad, tenemos que mejorar la detección y la atención que damos a niños, adolescentes y personas con discapacidades».

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