«Se creó un feedback que nunca olvidaré con una mujer muy mal herida a quien cogí de la mano»
Un sargento de los Mossos que intervino en la Rambla el 17-A dice que si bien los policías están «preparados» para estas situaciones, a la hora de la verdad tienen que sacar «alguna cosa más de dentro»
El sargento de los Mossos d'Esquadra Xavier Pérez ha pisado la Rambla de Barcelona sólo una vez desde el 17 de agosto del año pasado y dice que pasará todavía tiempo hasta que vuelva por voluntad propia. «Me vinieron muchos recuerdos, un escalofrío,» expresa este sargento de la comisaría de Sants. Aquella tarde se encontraba con un compañero patrullando por la zona de Drassanes cuando recibieron el aviso de la sala central que se había producido un atropello masivo en la Rambla. Entonces todavía no sabían que era un atentado terrorista. Recuerda el momento en qué llegaron en la zona donde se había parado la furgoneta: «Aunque nosotros estamos preparados por estas situaciones, cuando te encuentras, tienes que sacar alguna cosa más de dentro porque si no te quedas bloqueado y un policía no se lo puede permitir». De su actuación, recuerda sobre todo que se quedó al lado de una mujer que estaba muy mal herida hasta que la trasladaron al hospital; le dio la mano durante muchos minutos; la protegió del sol; le sacó el sudor; le habló suavemente, aunque no se entendían con palabras: «Hablaba una lengua extranjera pero nos entendíamos con la mirada. Se creó un feedback que no olvidaré nunca».
De la primera promoción de los Mossos D'Esquadra, lleva 35 años sirviendo al cuerpo. «Hemos tenido actuaciones complicadas, pero aquella ha sido la experiencia más fuerte. Sabíamos que entre las víctimas había niños. Fue un choque. No se olvida», relata Pérez. Cuando llegaron a la Rambla, a la parte de abajo, él y su compañero, junto con agentes de la Guardia Urbana de Barcelona, empezaron a subir y avisar a la gente para que se protegieran, ya que muchos todavía no eran conscientes de lo que había pasado.
En la 'zona cero', donde la furgoneta había acabado su recorrido infernal, trabajaron en la selección para atender a las personas heridas. Pidieron refuerzos, ambulancias; se organizaron para trasladar a los heridos; fueron a buscar agua a los establecimientos más próximos. «Cuando llegan noticias de atentados en otras ciudades, piensas en los pasos que tú seguirías si te encontraras allí. De alguna manera estamos preparados. Pero cuando te encuentras, tienes que sacar más para aplicar lo que te han enseñado», señala.
Entre las víctimas que estaban atendiendo, había una mujer herida muy grave que no paraba de preguntar por un familiar que iba con ella. Pérez se quedó a su lado hasta que la trasladaron al hospital. «Es una imagen que no olvidaré nunca. Cada vez que yo me movía un poco, ella sacaba fuerzas para estrecharme la mano, para que no la dejara. No tenía ninguna intención de hacerlo», recuerda. Se quedó con ella 20 o 25 minutos, calcula, si bien «allí pierdes la noción del tiempo». Después de que lo evacuaran de la Rambla y pasadas unas horas, el sargento miró que no se encontrara entre las víctimas mortal del atentado. No estaba. A pesar de aquella implicación total, prefirió después no saber el nombre o pedir por su recuperación. Es su manera de gestionar el luto del 17-A, de todo lo que vivió en la Rambla.
«Lloré mucho aquellos días y no me cuesta decirlo»
Las semanas posteriores a los atentados de Barcelona y Cambrils fueron difíciles: «Los primeros días estaba afectado, pero como trabajaba, pensaba que estaba haciendo alguno cosa útil. Lo peor llega cuando tienes fiesta, cuando estás solo en casa y te vienen las imágenes». La quadrilla de la que forma parte recibió la charla de un psicólogo que les fue bien. «Te ayuda estar con los compañeros, entre nosotros nos unimos», destaca. En casa, los familiares y amigos se preocuparon mucho por como se encontraba.
Los Mossos y otros cuerpos policiales y de emergencias recibieron muchas muestras de apoyo ciudadano: «Nos aplaudían, nos daban flores, fue muy emocionante». «Lloré muchos aquellos días y no me cuesta decirlo. Ahora no lloro porque ha pasado tiempo, pero sí que es verdad que todavía se me ponen los pelos de punta cuando oigo alguna noticia relacionada», resalta.
Mirando atrás, este jefe de turno de Sants se siente «muy orgulloso» de la respuesta de sus compañeros de los Mossos, de la Guardia Urbana, de los Bomberos, del SEM, de los ciudadanos de Barcelona. «Muchos compañeros querían volver de las vacaciones para ayudar», dice. Su hija, que es enfermera, también se ofreció, pero le dijeron que ya había muchos profesionales trabajando. De cara al primer año de los atentados, el sargento pide que la sociedad no se olvide de las víctimas ni de sus familiares.