La comunicación de los gobiernos en el primer año de la pandemia: nadie sale bien parado de un repaso a la hemeroteca
La realidad pronto desmintió las declaraciones iniciales que hablaban de pocos casos y confiaban en que se podrían controlar
Quince días más tarde, el 16 de febrero, Simón también se sorprendía por l'«excessiva» preocupación de la ciudadanía por el coronavirus.
En Cataluña, la portavoz del Govern y consellera de la Presidencia, Meritxell Budó, aseguraba el 11 de febrero que «si hubiera algún caso», el país estaba «preparado para afrontarlo y dar respuesta».
El 24 de febrero, el entonces secretario de Salud Pública de la Generalitat, Joan Guix, manifestó que había «muchas probabilidades que se identificaran dos, tres, quatres casos». «En estos momentos nuestro problema es la gripe», sentenció.
Al día siguiente la consellera de Salud, Alba Vergés, afirmó que no había que hacer «de ninguna manera» un seguimiento específico a la comunidad italiana en Cataluña y añadió que «tampoco hay ningún problema con las personas que han estado en Italia». También manifestó que «las mascarillas ni son requeridas, no son recomendables y no aportan nada de seguridad».
El 26 de febrero, Joan Guix añadió que la mascarilla no tiene sentido si la persona no está enferma, y apuntó que las medidas de higiene que se tienen que tomar son «las habituales de la gripe estacional: utilizar pañuelos de papel de un solo uso, lavarse las manos a menudo con agua y jabón y toser o estornudar no en la mano sino en el antebrazo». «No quiero banalizar pero me preocupa más la gripe que la covid-19», insistió Guix, en que recordó que desde enero hasta mediados de febrero habían muerto 41 personas por la gripe estacional en Cataluña.
El uso de mascarillas
También el ministro de Sanidad, Salvador Illa, se pronunció sobre el uso de la mascarilla el 27 de febrero. «No se tiene que utilizar mascarilla por la calle», dijo entonces, añadiendo después de que se había generado un «pánico completamente irracional».
En la misma línea se expresó Simón, que dijo que no tenía sentido que la población sana llevara mascarillas. Mientras tanto, parte de la población corrió a comprar mascarillas higiénicas a las farmacias, que muy pronto agotaron losstocks y subieron precios. De otros compraron mascarillas para otros usos, como las utilizadas para productos químicos o pinturas, y se prodigaron los vídeos en las redes o algunos ciudadanos enseñaban a hacer mascarillas caseras. No estuvo hasta mediados de abril que las autoridades repartieron gratuitamente en las farmacias y grandes nudos de transporte público. Se hicieron obligatorias en todas partesel 7 de julio.
Las escuelas fueron las primeras a cerrar, incluso antes del estado de alarma, al considerarse, como pasa con las otras infecciones respiratorias, que los niños eran grandes transmisores de este nuevo virus desconocido. En Cataluña cerraron el 13 de marzo. Ahora bien, el mismo Simón opinaba una semana antes que no tenía sentido cerrar los centros escolares. La misma Meritxell Budó aseguraba el 10 de marzo que en aquel momento no tenían por qué aplicar las medidas que ya se estaban anunciando en otras comunidades. «Todavía podemos determinar la trazabilidad de las infecciones y los contactos», añadía.
Sólo 24 horas después, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, ya aseguraba al día siguiente que era posible que en los días siguientes hicieran falta tomar medidas más drásticas y contundentes que las que se habían tomado hasta aquel momento. El 13 de marzo ya no abrieron las escuelas y Torra pidió el confinamiento.
Después de un último trimestre con los centros educativos cerrados, en verano se hicieron pruebas piloto con los casales y colonias de verano, y en septiembre ya se volvieron a abrir escuelas e institutos, a pesar del recelo de los sindicatos docentes y los miedos de algunas familias. Se abrieron con mascarillas en todo momento, lavado de manos con gel hidroalcohólico, tomada de temperatura al entrar y establecimiento de grupos burbuja. Se han establecido cuarentenas en los grupos donde hay un sospechoso o positivo, se eliminaron las excursiones y colonias (que ahora se han reprendido) y se han hecho cribados masivos al personal docente y no docente.
El conseller d'Educació, Josep Bargalló, apuntó en una entrevista el 13 de septiembre que todos los estamentos médicos dijeron al inicio de la pandemia que el primero que había que cerrar eran las escuelas, porque se pensaba que eran el foco principal de transmisión, como con la gripe. «Ahora ya sabemos que eso no es así. El 12 de marzo tomamos la decisión de que teníamos que tomar y que ahora sabemos que no tendríamos que haber tomado», reconoció.
La desescalada
Todavía a muchas semanas de empezar la desescalada, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, apuntaba el 4 de abril que España empezaba a ver «la luz al final del túnel con respecto al control y la derrota de la pandemia».
El 23 de mayo insistía: «Estamos viendo el final del túnel. Podemos decir que lo hemos conseguido. La gran ola de la pandemia ha sido superada, estamos a un paso de la victoria».
El 7 de junio, el presidente español remarcaba que «ya quedan lejos los momentos trágicos en que se contaban por centenares las víctimas diarias». Es más, auguraba un verano de recuperación turística: «los próximos meses recibiremos miles y miles de visitantes, tenemos que mostrar un país que ha sabido superar la emergencia».
La desescalada en la primera ola vino dictada por el Ministerio de Salud basándose en un plan por fases. Cada territorio podía avanzar o no en función de su situación de contagios, incidencia y ocupación de las UCI. La Generalitat criticó entonces este sistema. La consellera de Salud, Alba Vergés, constató a finales de mayo que el desconfinamiento se había convertido en un «concurso». «Las fases son un quebradero de cabeza y un desgaste. Como Govern priorizamos otra manera de hacer», añadió.
Ahora bien, en la segunda ola, los criterios ya los estableció cada comunidad, y la Generalitat también anunció que el 23 de noviembre empezaría un plan de desescalada por etapas, con una serie de indicadores y de pautas (número de camas de UCI ocupados) para pasar de fase que finalmente no se acabaron teniendo en cuenta.
Otra polémica ha sido la aplicación del estado de alarma. La portavoz del Govern, Meritxell Budó, indicaba el 23 de junio que como Gobierno no entenderían que se volviera a poner sobre la mesa su aplicación, pero dos meses más tarde, el 27 de agosto, ya aseguró que a la Generalitat no «le temblaría el polo para pedir el estado de alarma», a pesar de considerar que en aquel momento no era necesario. El 23 de octubre, dos meses más tarde, el Govern finalmente acordaba pedir el estado de alarma para poder aplicar el toque de queda.
En materia económica, y después de la sacudida inicial, el presidente español afirmó el 24 de junio que desde el gobierno del Estado preveían a partir del segundo semestre del año y el próximo año «una recuperación que esperaban que fuera mucho más poderosa y vigorosa de lo que inicialmente se previó».
El 2 de julio, Sánchez indicaba que había que aprender a convivir con el virus, «perder el miedo, salir a la calle, animar la economía». «Afortunadamente tenemos la epidemia controlada, tenemos unos datos que animan mucho y estamos mucho mejor preparados que en marzo,» señalaba.
El 31 de agosto, sin embargo, ya reconocía que «cada vez es más obvio que la evolución de la pandemia y sus consecuencias afectan y seguirán afectando los próximos meses» a la vida cotidiana, las relaciones sociales, la política y la economía.