Política
Del sentimiento de culpa a la defensa del autogobierno: la visión de Jordi Pujol después de siete años de silencio
El expresidente pide perdón por las cuentas en Andorra y propone recuperar el Estatuto del 2006 como «punto de reencuentro»
El exdirigente convergente también subraya que Cataluña no se podría reintegrar en el proceso de pacificación general» si no tiene «garantías» que aseguren la protección de la «identidad catalana», y que hay que resolver la situación de los presos.
Así, Pujol pide «hacer un nuevo esfuerzo de acercamiento» entre Cataluña y el Estado y retroceder, en cierta manera, a la aprobación del proyecto de 'Estatuten el 2006 al Parlamenty la posterior ratificación en el Congreso de los Diputados. «Puede parecer una utopía», admite, pero lamenta que el Tribunal Constitucional tumbara el documento «en el marco de una agitación fundamentada por sectores muy significativos del mundo político, económico y periodístico español».
El perdón por las cuentas en el extranjero
En una entrevista que le sirve de restitución de cuentas a su trayectoria tanto personal como profesional, el expresidente entona por primera vez el tono de disculpa por haber tenido cuentas en el extranjero sin declarar: «Sí, pido perdón». «Sobre todo tengo que pedir perdón a mi país», matiza, aunque aclara que no lo hace con «ánimo de rehabilitación». «Tengo que decir, con gran dolor, que en alguna cosa no he actuado lo suficiente en la línea de lo que eran las normas que yo mismo me imponía», apunta.
El 25 de julio del 2014, el expresidente hizo público que disponía de capital en cuentas andorranas de las cuales no había informado a las autoridades tributarias. Pocos meses después, el 26 de septiembre, compareció voluntariamente ante la comisión de Asuntos Institucionales del Parlament para dar más explicaciones, en una sesión que levantó todavía más polvareda.
Casi siete años después del anuncio, Pujol mantiene que el depósito en cuestión era una «deja» de su abuelo Florenci que no tenía ningún origen corrupto y que no llegó a utilizar nunca. «Desde que me dediqué a la política a fondo, desde 1974 y sobre todo desde que fui presidente, no incrementé mi patrimonio; de hecho, decreció, y bastante», detalla.
En esta línea, el expresidente se protege de lo que considera una «crítica muy encarnizada» que ha acabado creando una «versión de los hechos hiperdimensionada», y afirma: «Todavía es hora que me hayan podido atribuir personalmente un caso de corrupción».
Un «engendro» a su figura y al legado convergente
Pujol describe el truncamiento de su prestigio político desde 2014 como un «engendro», ya que no es «una mancha que se puede quitar», sino que a menudo es «irrecuperable». Si bien asegura que intenta «resistir la ofensiva de desprestigio» que «le vierten encima», se muestra consciente que «la recuperación» de su imagen será lenta y dolorosa, y en el mejor de los casos no será completa».
Este «engendro» también ha afectado al legado de la extinta CiU, sobre la que además ciernen varias causas por financiación ilegal, como el caso 3% o el del Palau de la Música. En este sentido, Pujol cree que la antigua CDC «no se puede ni se tiene que dejar rodear por una atmósfera negativa», porque lo que ha aportado a Cataluña durante cuarenta años «ha estado muy importante, en muchos aspectos decisivamente positivo».
«Contra ningún partido se han montado campañas del alcance y con tanta movilización como contra CDC, desde el mismo Estado español y desde determinados sectores, a cara descubierta o de una manera insidiosa a través de la utilización de las cloacas del Estado», insiste.
Aunque prefiere no valorar la configuración actual del espacio postconvergente porque se siente con «la obligación» de mantenerse en «el ostracismo», sí que califica de «grandísimo error» el abandono del nombre del partido, que considera fruto de una «conturbación precipitado».
Durante las conversaciones con Vicenç Villatoro, periodista y exdiputado de CiU, recogidas a «Entre el dolor y la esperanza», Pujol se declara «preparado para la prisión, para la ruina y también para la muerte, pero no para el deshonor o la vergüenza pública». Aunque afirma que ya ha pasado por todas estas situaciones, Pujol también manifiesta cierta esperanza: «Una vez superadas las etapas de ensañamiento político y partidista, a menudo las imágenes se recuperan. Podemos volver a hablar dentro de diez años».