El sector pirotécnico se muestra ligeramente optimista gracias a la recuperación de fiestas mayores y los castillos de fuegos
La lentitud administrativa para adjudicar los espectáculos y el bajo presupuesto son los principales inconvenientes de este año
«Cuando hablamos de espectáculos, la facturación se quedó en algunos casos en el 5%; fue un absoluto y completo desastre», lamenta Neus Cunillera, responsable de la empresa Gerundense, de Sabadell (Vallès Occidental), y miembro del consejo de administración de la Asociación Española de la Pirotecnia (AEPIRO). No obstante, se muestra optimista con toda la prudencia posible, dado que hoy por hoy se mantienen las previsiones de fiestas mayores a partir de las restricciones vigentes.
También lo ven así desde la Pirotecnia Igual de Canyelles (Garraf). Aunque el primer semestre de este año también han recibido muy pocos encargos, ven como ahora los ayuntamientos recuperan las programaciones de fiestas mayores y eso los lleva a prever un verano más esperanzador. Ahora bien, la actividad continuará lejos de la época precovid. «Si no pasa nada grave, llegaremos a hacer el 60 o 70% de la facturación habitual en castillos de fuegos», explica su director general, Patxi Igual.
No obstante, las autorizaciones para poder reanudar la actividad en grandes acontecimientos, que afecta en festivales y fiestas mayores, han llegado un pelo tarde para el sector. Cunillera asegura que los procesos administrativos para licitar los castillos de fuegos son lentos y que se han iniciado dejando poco margen para que las empresas puedan trabajar un presupuesto de acuerdo con los pliegues que pide cada consistorio.
Además, temen que después de asumir un trabajo, los pase como el 2020 y se acaben suspendiendo fiestas y espectáculos. Eso es lo que les pasó en la empresa Gionina, que tenían que asumir el lanzamiento de los fuegos de fin de fiesta en septiembre en Sabadell. A pesar de haber trabajado con el consistorio un espectáculo adaptado a la situación pandémica y haber preparado el material, pocas semanas antes cancelaron el acontecimiento.
«Puede pasar, además, de que algunos ayuntamientos se encuentren sin poder hacer fuegos a pesar de quererlo», advierte Cunillera. Eso puede ser así por el alta concentración de fiestas mayores en poco tiempo, entre junio y septiembre, la compactación de fiestas mayores y la desaparición de mucha mano de obra especializada en la fabricación de material pirotécnico durante el año pasado. «Además, este año las fallas de Valencia las han aplazado también en septiembre», unas fechas donde Gironina, por ejemplo, también hace lanzamientos y participa en acontecimientos como las tradicionales mascletàs.
Los presupuestos de los ayuntamientos también son ajustados, y eso hace que a menudo no salga a cuenta presentarse a los procesos de licitación. «Se trata de espectáculos de 12.000 o 15.000 euros, y se piden cosas demasiado complicadas por presupuestos de este tipo, donde no se cubren costes», lamenta Cunillera. Patxi Igual, sin embargo, ve el vaso medio pleno: «Aunque el gasto es menor, lo más importante es que empiezan a gastar», afirma.
Correfuegos: más luz por fiesta mayor
Con respecto a los correfuegos, la reactivación es más tímida. Igual calcula que no llegarán, ni mucho menos, a atender ni el 50% de encargos que gestionaban antes del estallido de la pandemia «porque son espectáculos de calle donde es muy difícil dominar la acumulación de gente». De hecho, en el almacén de Canyelles acumulan varios pedidos de grupos de diablos, dragones y bestias de fuego del año pasado que tampoco prevén que distribuir este verano. Entre stock de correfuegos y de espectáculos suspendidos ahora hace un año, el almacén está entre un 20 y un 30% más lleno que en el 2019.
Por otra parte, la compañía se muestra expectante a la evolución de la covid por todo el mundo, ya que las exportaciones representan el 60% de su actividad. Los Emiratos Árabes y los Estados Unidos son dos mercados que tímidamente empiezan a reanudar los espectáculos con fuegos artificiales, hecho que los da esperanzas para prever una «vuelta a la normalidad» en un periodo de dos o tres años. Más lenta, en cambio, será la recuperación en los países sudamericanos, donde el fuerte impacto de la covid «lo tiene todo parado».