Sociedad
Psicólogos y payasos atienden la salud emocional de niños, familias y docentes en escuelas de máxima complejidad
La pandemia ha agravado algunos de los problemas de los niños y niñas como la impulsividad o la dependencia de las pantallas
Tal como explica la directora técnica de la Unidad de Trauma, Crisis y Conflicto de la UAB, Ingeborg Porcar, todos coincidieron en que la época más «dura» de la pandemia duró de marzo al verano del 2020, un periodo temporal donde «todo el mundo estaba asustado» y nadie tenía claro «cómo se resolvería». Esta situación provocó que «no se pudiera hablar de forma adecuada». «En las sesiones se trató las preocupaciones de los niños, pero también las propias, y eso es muy curativo», subraya.
En la misma línea se expresa el director del centro, David Martín, recordando que la pandemia ha impactado directamente en el barrio, un hecho que pudieron ver en directo cuando se cerraron las escuelas. «Vemos que lo estaban pasando mal y la reapertura se recibió con mucha ilusión», recuerda. Meses después, ve necesario hablar para «abrir los ojos ante algunas cosas de que vemos cada día: el luto, la muerte, la resiliencia... y que nos hicieron plantear muchas cosas como determinadas conductas y acciones de los niños que necesitan acompañamiento diario que a veces no podemos facilitar».
Los principales problemas ocasionados por la covid
De hecho, los efectos de la covid no tardaron en quedar reflejados en el estado emocional de los niños, en que estuvieron una larga temporada cerrados en casa, pudieron a la escuela ni reanudaron la vida que llevaban habitualmente. Entre las conductas que más han aflorado, según Martín, hay un aumento de las horas que pasan delante de las pantallas, «y no siempre con contenidos educativos».
También una mayor impulsividad y una falta de paciencia. Finalmente en algunos se ha notado un repunte en la agresividad, posiblemente, derivado del «consumo de series o el hecho de haber jugado a juegos violentos». Porcar añade que – después de las sesiones – también han identificado problemas de sueño que derivan en irritabilidad, así como un aumento de miedos diversos, «por ejemplo de estar en la calle o utilizar objetivamente el gel hidroalcohólico».
Sin embargo, una de las carencias principales, considera, fue la falta de «buenas explicaciones». «Los niños pueden no entender determinadas informaciones y los adultos que estábamos lo suficiente asustados al gestionar el día a día, no los ayudamos a entenderlas», asegura, «ahora es tiempo de rectificar».
Después de las sesiones, se dejan pasar quince días, durante los cuales los participantes tienen que cumplir con los «deberes» que los han dado. «Preguntamos a los docentes y las familias que hablen de aquello qué ha pasado durante la pandemia y de cómo podemos volver a la normalidad. Cuando han acabado de hablar, vienen los payasos», apunta.
Una combinación que «funciona muy bien», precisamente, porque demuestra que «no pasa nada» y que «hay que hablar de las cosas». «Hemos medido el efecto de las actuaciones de payasos y suben mucho el estado de ánimo. Las actuaciones son curativas, hacen reír y demuestran que nos lo podemos pasar bien a pesar de todo lo que está pasando», añade Porcar.
Otro valor añadido es la posibilidad de acercar un espectáculo de circo a un colectivo de niños y niñas que tienen «poco acceso a la cultura». Lo explica Marta López, técnica de comunicación de Payasos Sin Fronteras, que incide en la importancia de proporcionarlos un rato de «diversión y entretenimiento». «Hemos observado que la risa es necesaria para fortalecer la esperanza y su proceso de resiliencia en el día a día», afirma.
Un balance de lo más positivo
Después de esta primera experiencia, el centro ha valorado muy positivamente haber podido participar. «Como escuela esta oportunidad nos va muy bien, porque detectamos que hay mucha necesidad en el barrio», afirma Martín, «es una ayuda y una oportunidad para mitigar los efectos de la pandemia. Durante los próximos meses de diciembre y enero el proyecto se repetirá en dos centros más, en el CEIP Concepción Arenal, también en Besòs-Maresme, y en el CEIP La Pau, en el barrio de La Verneda.