Arqueología
Los arqueólogos hacen un hallazgo único dentro de las ánforas de un barco romano hundido en Girona
La campaña de excavaciones permite localizar la popa del derrelicto y también documentar una cantera de ruedas de molino en El Perelló
El fondo marino de las islas Formigues, en el Baix Empordà, atesora dos barcos de época romana. El primero, bautizado como Formigues I, transportaba vino y fecha de mediados del siglo I a.C.. Este derrelicto es el que el año pasado centró la campaña del Centro de Arqueología Subacuática de Catalunya (CASC).
El segundo, el Formigues II, se localizó en el 2016. El yacimiento se empezó a excavar el año siguiente y este 2021, los arqueólogos han vuelto para hacer una cuarta campaña. Han descubierto la arena que lo enterraba, por el efecto de los temporales Gloria y Filomena, y lo han abierto en extensión aproximadamente unos 21 metros (recorriendo la eslora).
El derrelicto se encuentra a unos 50 metros de profundidad, y eso complica el trabajo de los arqueólogos. «La profundidad hace que el trabajo sea lento, porque disponemos de poco tiempo; además, esta zona de la costa está muy expuesta al viento, al oleaje y a corrientes fuertes», concreta a la responsable del CASC, Rut Geli.
Por el contrario, sin embargo, Geli subraya que el FormiguesII es «un yacimiento excepcional», porque conserva tanto el cargamento de ánforas como la madera del barco. De hecho, la arqueóloga concreta que el grado de espolio que ha sufrido la costa catalana -y este derrelicto tampoco es una excepción- no había permitido encontrar un barco romano tan bien conservado.
El derrelicto fecha del último cuarto del siglo I a.C., en época del emperador Augusto. Era un barco de cargamento, que transportaba salazones y salsas de pescado (garum) procedentes de la Bética, la actual Andalucía. Seguramente, su puerto de destino eran los de Arles o Narbona, desde donde salían las diferentes rutas de cabotaje.
Mucho mayor
El Formigues II se ha convertido en el primer yacimiento subacuático de la Península que se excava a profundidad con metodología científica. Es decir, no se han hecho sólo prospecciones o extracciones sistemáticas; a pesar de la profundidad, el trabajo del arqueólogo es el mismo que se haría si la excavación fuera en tierra firme. Pero en este caso, con todos los handicaps añadidos que supone trabajar bajo agua.
Durante esta campaña, los arqueólogos han descubierto cómo el yacimiento, en realidad, es mucho mayor de lo que se pensaban. Ya han numerado hasta 197 ánforas de cuatro tipologías diferentes, pero han destapado muchas más. Y estas tan sólo corresponden a la parte superior del cargamento.
Gei explica, sin embargo, que eso no presupone que el barco midiera más. «Cuando naufragó quizás se rompió, y por eso las ánforas ocupan más extensión en el fondo marino; de momento, lo que vemos es que después de abrir estos 21 metros en el sentido de la eslora, nos siguen apareciendo nuevas», concreta la responsable del CASC.
Popa y bomba de secada
Durante esta campaña, los arqueólogos han podido comprobar cómo la estiba de las ánforas dentro de la bodega del barco estaba muy bien organizada. Las que pesaban más, se situaban en la parte central del fuselaje; y las que menos, en los extremos. De hecho, examinando la disposición, al yacimiento se han localizado hasta cuatro tipos de ánforas diferentes (las Dressel 7, 9, 10 y 12).
Además, los arqueólogos del CASCtambién han podido ubicar la popa del barco. Sobre todo, gracias a los elementos que formaban parte de la bomba de secada de la nave (el sistema que permitía sacar el agua de la sentina). Ahora hace tres años, ya localizaron un cojinete de bronce que integraba el mecanismo; y este 2021 han encontrado uno de los tubos de plomo que también formaba parte. «Eso es lo que nos indica que esta zona era la popa del barco, porque está aquí donde se situaba la bomba de secada», explica Geli.
Hallazgo único
Más allá de la arquitectura naval del Formigues II, las ánforas que transportaba el barco también escondían un hallazgo singular que es único en el Mediterráneo. Y ahora, dos milenios después, el estudio de su contenido ha permitido descubrirla.
Mezcladas entre los sedimentos, de dentro de las ánforas han salido restos de las salazones y salsas de pescado. Se han encontrado espinas, escamas o huesos de aceituna. En paralelo, los arqueólogos del CASCtambién han extraído muestras de la resina que recubría las paredes interiores de las ánforas y preservaba el contenido.
Aquí está donde entra en juego un equipo interdisciplinar de investigación. Porque además de las ánforas en sí, también se estudian los restos de ictiofauna, los pólenes y los elementos vegetales que contienen. Y del interior de algunas ánforas, todas del tipo Dressel 7, ha salido una resina inédita para revestir el interior: la de cistus o estepa negra.
Se ha analizado en los laboratorios del Instituto de Ciencias de la Evolución de Montpellier, donde la palinóloga e investigadora Ana Ejarque ha examinado las muestras extraídas del Formigues II. El cistus es un arbusto muy aromático, presente por todo el Mediterráneo. «Produce una resina pegajosa, el ladanum, que era muyapreciada enla Antigüedad para preparar perfumes y fármacos, porque tiene propiedades medicinales», concreta Rut Geli.
Esta es la primera vez, sin embargo, que también se documenta el uso para revestir el interior de las ánforas (porque aquello habitual era hacerlo con resina de pino). Y que por lo tanto, explica Geli, se asocia el cistus y «esta resina preciosa en la preparación de salazón y salsas de pescado». «Eso nos aporta una información valiosa e inédita sobre el uso de plantas y sus derivados en la Antigüedad», añade.
De hecho, las propiedades aromáticas de la estepa negra persisten durante siglos. Este días, el laboratorio de la sede del CASCes ejemplo. Porque las muestras de resina que los arqueólogos extraen de dentro de las ánforas, si se acercan a la nariz, desprenden el olor penetrante de este arbusto. Incluso, dos milenios después del hundimiento del Formigues II.
Una cantera en El Perelló
Durante esta campaña, el CASCtambién ha hecho trabajos de carta arqueológica en el litoral catalán. En el barco del centro, el 'Thetis', se han focalizado en las Terres de l'Ebrey el Alt Empordà. Han ido a inventariar y documentar posibles restos subacuáticos, y también han comprobado el estado en que se encontraban algunos yacimientos ya conocidos después de los temporales Gloria y Filomena.
Aquí, aquello que destaca es la localización de una cantera de ruedas de molino situada en el litoral de El Perelló (Baix Ebre). Se encuentra en mucho poca profundidad -de hecho, se ha documentado haciendo snorkel- y se ha descubierto gracias al aviso de un ciudadano, Antoni Boyer. Se trata de un afloramiento rocoso, cubierto porel agua del mar, que si se mira desde el aire y con vista cenital, se aprecian claramente numerosas extracciones circulares en la roca.
«Durante la prospección, vimos cómo estas cubetas de extracción seguían un patrón y tenían un diámetro muy regular; además, en la zona también se han localizado ruedas de molino devastadas, que se dejaron en su sitio sin acabar de extraer, y marcas de este proceso en la roca», explica la responsable del CASC. «Eso nos ha llevado a concluir, con la ayuda de geólogos, que no se trata de una formación natural sino fruto de la acción humana, y que la zona había acogido una cantera», añade Rut Geli.
Hoy por hoy, sin embargo, la datación de este yacimiento todavía es una incógnita. «No hemos encontrado material asociado, porque la cantera está situada a muy poca profundidad; y eso hace que de momento no podamos establecer la cronología», dice Geli. Sí que de entrada, sin embargo, los arqueólogos se decantan por pensar que no se trata de una cantera muy moderna, porque que si fuera así, precisa la responsable del CASC, «quizás habría referencias orales o documentales, y la gente de la zona tendría el recuerdo».
De momento, los arqueólogos han documentado e inventariado la cantera. Para poder fijar la cronología, Rut Geli explica que una posible vía sería buscar antiguas piedras de molino que se conserven en los museos de la zona, y comparar el diámetro y el tipo de roca con el yacimiento de El Perelló. «Si es posible, prevemos poder extraer más información», subraya.
En las Terres de l'Ebre, edemás, este 2021 el CASCtambién ha comprobado como los temporales no han afectado a los restos del Deltebre I, el barco militar que se hundió a principios del siglo XIX en la desembocadura del río durante la Guerra del Francés. «Hemos visto que el yacimiento está protegido y que los temporales no lo han afectado demasiado», concluye Rut Geli.