Diari Més
Jordi A. Jauset

Doctor en Comunicación, máster en Neurociencia y músico

Investigación

Jordi A. Jauset: «Somos seres musicales. Miremos qué nos dice la ciencia, y aprovechémoslo»

El divulgador científico ha publicado ‘Neuromúsica’, un tratado donde estudia los efectos de la música en nuestro cerebro

Jordi J. Jauset es doctor en Comunicación, máster en Neurociencia y músicoC.S.

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¿Qué es la neuromúsica?

Dicho de manera sencilla, es la neurociencia de la música. Es decir, el estudio de los procesos cerebrales que, a partir de las vibraciones acústicas, hacen posible la experiencia musical. Incluye aspectos vibracionales, físicos, químicos, eléctricos, y neuronales.

¿Incluye las emociones?

Sí, las emociones, la parte motora, la creatividad, la cognición, la conducta... Les emociones son cambios fisiológicos que experimenta nuestro cuerpo ante determinados estímulos. La música es muy evocadora de estados emocionales.

Eres ingeniero de telecomunicaciones, profesor de piano y máster en Administración de Empresas. ¿Cómo llegas a interesarte por este campo?

Hace muchos años, empecé a leer cosas sobre el cerebro. Me había aficionado a correr escuchando música y empecé a tener experiencias que no entendía. Una muy curiosa, que todavía no acabo de explicarme, es por qué cuando corro (posiblemente porque mejora la oxigenación) y escucho música entiendo mejor el inglés.

También me di cuenta de que tenía más creatividad, más flujos de ideas. Todo eso me llevó a hacer un máster en psicobiología y neurociencia cognitiva para tratar de saber más cosas y entender qué se me pasaba.

Y descubrí la gran potencialidad de la música. Y no sólo en términos de salud, sino también en otros ámbitos, como la educación. ¿Por qué una cosa tan aparentemente sencilla puede afectar al ser humano de manera tan íntegra? Eso es lo que he intentado estudiar, analizar y explicar.

¿Cuál es la respuesta?

La respuesta está en el cerebro. No es la música la que causa estos efectos, sino la respuesta de nuestro sistema nervioso, modulado por las características personales.

Aquí tienen mucho que ver la formación, nuestras vivencias, el entorno en que hemos crecido, el ambiente familiar, si hemos escuchado mucha música... Estos factores condicionan nuestras respuestas a muchas cosas de la vida, y la música tiene mucha influencia.

También pasa que, cuando escuchamos una música u otra, el primer efecto es fisiológico: es apasionante ver que, por el hecho de escuchar una cosa concreta, nos cambia la fisiología.

Ponme algún ejemplo.

Pues, por ejemplo, escuchamos música lenta y al cabo de diez minutos nuestros latidos han disminuido. Es decir, nuestra fisiología se ha acoplado con una cosa externa, que se transforma en impulsos nerviosos y circula por nuestro sistema nervioso produciendo cambios.

¿Cuál es la idea principal que expones en tu libro?

Es un estudio de dos partes. La primera está dedicada a exponer los conocimientos básicos de la física del sonido, del cerebro, del funcionamiento del sistema auditivo y de la interacción de las vibraciones sonoras traducidas a impulsos con el cerebro.

Sabiendo qué son y como funcionan, paso a analizar qué pasa cuando cantamos, tocamos un instrumento, bailamos o escuchamos música, explicando lo que se ha observado en las investigaciones e intentando explicar hasta dónde sabemos, porque todavía hay muchas cosas por descubrir.

¿Hacer música y escucharla tienen efectos diferentes en el cerebro?

La diferencia básica radica en la parte motriz y otras funciones cognitivas, porque cuando tocamos un instrumento, hay más áreas cerebrales implicadas que cuándo simplemente escuchamos.

Por ejemplo, la memoria, que nos sirve para recordar lo que hemos tocado y lo que tenemos que tocar a continuación para dar sentido a la frase musical. Hacer música es un ejercicio más completo. Se suele decir que la música es el arte que pide más recursos cognitivos al cerebro.

Se han hecho estudios con personas de 70 años, que no han estudiado ni tocado nunca música, a los cuales se les pedía que asistieran a unas clases semanales. Se ha comprobado que, al cabo de tres o cuatro meses, les había aumentado la materia blanca y gris del cerebro y les había mejorado la memoria.

¿Entonces, los músicos con muchos años de carrera tienen el cerebro más sano o con uno mayor potencial aprovechado?

En principio, tienen una estructura cerebral diferente. Se detecta un mayor volumen en el cerebelo, la corteza auditiva, el cuerpo calloso (que une los dos hemisferios), una conectividad reforzada entre las partes auditivas y motores...

Además, como tienen más materia blanca y gris, cuando les llega la neurodegeneración pueden tener más calidad de vida, porque estas tardan más en estropearse. Pero hay otras variables que pueden influir.

Además de la genética, el estilo y los hábitos de vida. Tenemos que pensar que hay muchos músicos que han tomado muchas sustancias nada aconsejables que deterioran el cerebro, y eso también cuenta.

¿Está comprobado, que la música tiene propiedades terapéuticas?

Hay ejemplos de centros de primera línea donde se utiliza la música con finalidades terapéuticas. Por ejemplo, los hospitales americanos John Hopkins, the Louis Armstrong Center for Music and Medicine at Beth Israel Medical Center, Memorial Sloan Kettering Cancer Center....

En nuestro país también, quizás de una manera más secundaria, en sitios como el Hospital del Mar, Sant Joan de Déu, 12 de octubre, La Paz, Sant Joan de Diez (Alicante) y otros. A fuera de aquí, estas prácticas están más reconocidas y los profesionales musicoterapeutas trabajan en paralelo con los médicos.

En nuestro país echo de menos un centro que se dedique a analizar esta interacción entre música y cerebro. Tenemos investigadores que trabajan de manera aislada, pero valdría la pena disponer de un lugar centrado en el estudio de estas potencialidades.

En el reconocido Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que para mí es uno de los primeros centros mundiales de investigación, se están viendo efectos positivos sobre el Alzhéimer, por el estímulo visual y auditivo de 40 Hz.

¿También se sabe si la música favorece el aprendizaje?

La mayoría de estudios correlacionan la música con el aprendizaje de lenguas. De hecho, música y lenguaje no dejan de ser sonidos y vibraciones que comparten muchas áreas del cerebro y, por lo tanto, si potencias una, de manera paralela estás potenciando la otra.

En otras áreas, como el cálculo matemático, no está tan demostrado. Pero con el lenguaje sí que hay evidencias. Se han hecho estudios con personas que son disléxicas y que les cuesta seguir los ritmos. Si practican la percepción rítmica, a medida que mejoran, les va minorando también la dislexia.

¿Entonces, cuando me discuto con mi hijo porque se pone música para estudiar, no tengo razón?

Esta es una pregunta típica. Si él te dice la verdad, puede ser que lo ayude a concentrarse. Otra cosa es que te engañe. No hace demasiado, un investigador de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) especializado en mecánica cuántica explicaba en una entrevista que él, para concertarse, escuchaba música rock...

Pero todo eso también depende de cómo esté la persona, del momento y de su estado de ánimo. La música que quizás un día le va bien, el día siguiente no la ayuda y lo tiene que apagar.

La música tiene una extraña capacidad para consolarnos, animarnos, activarnos o, incluso, hacernos llorar. ¿Qué mecanismos nos activa?

Principalmente, los cambios bioquímicos que liberan neurotransmisores y hormonas con la repercusión a nuestra fisiología. La escucha de música puede producir estos cambios.

Se sabe que hay una correlación entre los niveles de determinados neurotransmisores y el estado de ánimo: si nos falta serotonina estamos deprimidos, y si recibimos un chute de dopamina se nos dispara la energía. Escuchar música puede ser un chute de dopamina, y eso se ha medido en los estudios del cerebro.

También tiene una gran capacidad evocadora.

Sí, a veces está como entrar en el túnel del tiempo. Curiosamente, las piezas musicales que más recordamos durante nuestra vida tienen que ver con la adolescencia, porque es cuando coincide la revolución hormonal y el hecho de escuchar mucha música. En aquella época de nuestra vida estamos muy enganchados.

¿Hay un tipo de música que sea el bueno con relación al cerebro?

No. La mejor música para ti es la tuya. Y un día puede ser un blues, el día siguiente una sonata de Mozart y el otro un reguetón. Es la que cada uno necesita en cada momento. Siempre que no estemos hablando en términos terapéuticos, claro.

¿Y si lo hiciéramos, cuál sería la buena?

Para saberlo, primero tendríamos que conocer el historial musical de la persona, qué canciones le gustan. Porque si hiciéramos un tratamiento con música que le desagradara, los resultados no serían los mejores.

Después, tenemos que valorar qué queremos conseguir. Si una persona tiene problemas de movilidad, hacerle escuchar un determinado ritmo que le guste puede favorecer que se esfuerce en hacer las cosas que le convienen.

¿Sabiendo todo eso, qué papel tiene que tener la música en nuestra sociedad?

El mensaje que quiero dar es que ni lo tenemos que sobrevalorar, ni lo tenemos que menospreciar. Lo tenemos que aprovechar en su justa medida, teniendo en cuenta los avances científicos que hay al respecto. Yo nunca diré que la música es milagrosa o que lo cuida todo, pero sí que pienso que tiene mucha potencialidad que no está aprovechada.

Así y todo, con esta nueva mirada que busca la humanización en los hospitales, ya empieza a entrar. Y en el ámbito de la educación, la música nos ayuda a potenciar facultades cognitivas. También puede servir para fomentar el trabajo en equipo, el trabajo de los valores o experimentar con las emociones. Somos seres musicales: miremos qué nos dice la ciencia, y aprovechémoslo.

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