Sociedad
Les limitaciones de vivir en habitaciones realquiladas: cuando incluso lavar la ropa es una «odisea»
Cáritas potencia los espacios polivalentes con servicios comunitarios ante el aumento de usuarios sin vivienda digna
Lavar la ropa, ducharse con agua caliente o cocinar. Son acciones cotidianas que a pesar de ser esenciales, a menudo se convierten en limitaciones para las personas que viven en habitaciones realquiladas. Isabel García, una peruana de 64 años que vive de realquiler con su hija y su nieta es un ejemplo.
En declaraciones a la ACN, la mujer ha relatado que cada jueves se desplaza desde de Hospitalet de Llobregat hasta Cornellà con un carro de la compra lleno de ropa para poder hacer la colada. Acude a uno de los espacios polivalentes que ofrece Cáritas, unos puntos donde los ciudadanos que lo necesitan también pueden ducharse, cocinar y relacionarse, y que la entidad está potenciando después de ver que 50.000 de los usuarios que le llegan no dispone de vivienda digno.
El acceso a la vivienda se ha convertido en una de las principales problemáticas a las cuales las entidades sociales tienen que hacer frente actualmente. Cáritas ha alertado que este derecho esencial se está vulnerando y ha apuntado que cada vez hay más personas que se encuentran en situación «de exclusión residencial» que son incapaces de mantener o acceder a un hogar digno.
En una entrevista con la ACN, Míriam Feu, responsable de la Realidad Social de Cáritas Diocesana de Barcelona, ha asegurado que el ejemplo más habitual es el de las familias recién llegadas que se ven vertidas a vivir en habitaciones de realquiler.
«A menudo son un padre, una madre y criaturas, todos compartiendo pocos metros cuadrados», ha comentado Feu que ha alertado de que estas situaciones «son la máxima inseguridad que sufren estas personas porque no disponen de contrato que pueda aportarles una estabilidad y, además, están sujetos a las normas que los ponga a la persona que les realquila el espacio».
Feu ha asegurado que en muchos casos, estas condiciones son «abusivas» porque hacen referencia a necesidades básicas. «Les establecen un horario para utilizar el lavabo o la cocina, no los permiten poner la lavadora siempre que les hace falta, los impiden ducharse con agua caliente o, incluso, hacer uso de la electricidad», ha comentado.
Según la responsable de Cáritas, más de 50.000 de los ciudadanos que la entidad atiende en toda Cataluña está viviendo en habitaciones realquiladas, una realidad chocante, y que en el caso de Cáritas Barcelona representa el 51% del total de usuarios que contactan con ellos.
Apuesta por los recursos comunitarios
Delante de este escenario y previendo que en los próximos años la tendencia se mantendrá, Cáritas está potenciando los espacios polivalentes con recursos comunitarios. Se trata de servicios de acompañamiento a la salud y prevención y están dirigidos a personas que se encuentran en riesgo de exclusión residencial. Ofrecen duchas, cocina, lavadoras y secadoras, y salas para descansar, tomar un café, o intercambiar experiencias con otros individuos que se encuentran en situaciones similares.
«Estos proyectos también buscan convertirse en un espacio de encuentro donde los usuarios puedan relacionarse y crear una red para combatir la sensación de sentirse solos o excluidos», ha apuntado a Feu. Ha puesto el acento en la necesidad que tiene el ser humano de pertenecer a una comunidad: «Eso te acaba fortaleciendo y te aporta herramientas para tirar adelante», ha considerado.
Actualmente Cáritas dispone de siete recursos de estas características repartidos por todo el territorio, pero el objetivo de la entidad es seguir poniendo en marcha de forma progresiva. «Nos adaptamos a la realidad del momento y nos avanzamos a las necesidades que van surgiendo», ha explicado la responsable de la entidad.
Una «odisea» para tener la ropa limpia
Isabel García, una vecina del barrio de la Torrassa de L'Hospitalet de Llobregat, ha explicado a la ACN que cada jueves se desplaza hasta el sector de Sant Ildefons de Cornellà de Llobregat para ir a hacer la colada. Ha relatado que llegó a Cataluña hace un año y medio procedente de Perú.
Desde entonces vive en una habitación realquilada con su hija y su nieta. «El primero que nos dijeron fue que sólo podíamos poner una lavadora y que nos teníamos que asegurar con el agua de que gastábamos para ducharnos porque se tendría que pagar todo», ha comentado. Sin embargo, ha considerado que ha tenido «suerte» porque la propietaria del inmueble donde vive «es buena mujer» y las deja utilizar algunas zonas comunes.
García ha asegurado que poco después de llegar a Cataluña se puso en contacto con una diócesis de Cáritas de la zona gracias a una conocida. «Me atendió a una trabajadora social y me informó de todas las ayudas que había», ha indicado. Así fue como se enteró de la existencia de estos espacios con servicios comunitarios. «Tan pronto como supe que existían me apunté para venir a hacer uso de la lavadora», ha explicado la mujer, que ahora tiene 64 años.
«Es pesado y a veces estoy cansada porque tengo que coger el metro, hacer transbordo y cargar con el carro de la compra lleno de ropa, a menudo mojada,» ha expuesto. Con todo, ha asegurado que supone un ahorro para la suya pequeño familia, y ha manifestado que mientras se sienta con empuje seguirá haciendo el esfuerzo» de ir arriba y abajo.
La historia de esta hospitalense es similar a la de muchos otros ciudadanos que han dejado atrás su país de origen en busca de nuevas oportunidades. En su caso, vino a Cataluña siguiendo a su hija, que abandonó Perú ahora hace tres años. Ha reconocido que a menudo «se idealiza Europa» y ha dicho que cuando llegó se sintió «desencantada».
Asimismo, ha explicado que al país sudamericano ha dejado a su marido y otra hija, por lo cual su intención es volver. «Sé que toda esta situación es temporal porque pienso que muy pronto todo mejorará y mi hija conseguirá más estabilidad», ha confiado la mujer. Al mismo tiempo, ha indicado que ha encontrado un trabajo a tiempo parcial que a pesar de ser «poca cosa» le permite enviar algún dinero en su país. «No puedo volver con las manos vacías», ha expresado.
Políticas de vivienda más fuertes
Míriam Feu ha exigido a las administraciones que impulsen políticas públicas de vivienda «fuertes» y centradas en estos colectivos «más vulnerables». En este sentido, ha alertado de que «el problema de la vivienda es inmenso» y «está desbordando las entidades».
Se ha referido a la propuesta del gobierno municipal de Barcelona para limitar a seis meses la temporalidad de los recursos habitacionales de emergencia y ha considerado que «no se pueden ir reduciendo los recursos porque a día de hoy la emergencia supera las necesidades y todas las listas de espera y recursos disponibles».
Ha reconocido que es un problema que va más allá de la esfera local, y ha pedido «coordinación» a los gobiernos estatales y autonómicos. «Se tienen que cubrir las emergencias y trabajar con mirada a corto, medio y largo plazo,» ha valorado. Así, ha dicho que a corto plazo hace falta resolver y acompañar las situaciones de urgencia. Ha valorado que a medio plazo se tienen que impulsar políticas públicas «efectivas», y a largo, ha apostado por crear un parque de vivienda pública que se corresponda con la demanda actual.
Asimismo, ha pedido «sensibilidad» a la ciudadanía y ha criticado los ayuntamientos que ponen trabas al empadronamiento: «No tener el padrón quiere decir no disponer de la principal puerta de entrada a muchos derechos y servicios», ha advertido.